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¿Ballottage o casting?

El lunes los medios van a desplegar toda una artillería argumental para explicar por qué Macri sacó más votos que Filmus. Deberían considerar un reciente estudio científico que asegura que la gente elige a quién votar, no sopesando las propuestas políticas, los discursos de campaña, la trayectoria o el partido al que pertenece el postulante, sino basándose en la cara del candidato.

El número de este bimestre de la revista Scientific American Mind difunde el trabajo de Anthony Little de la Universidad de Stirling en Escocia. Él y sus colegas modificaron digitalmente las caras de los candidatos de nueve diferentes votaciones realizadas en EE.UU., Australia, Nueva Zelanda y Reino Unido y sometieron los nuevos rostros a consideración. A la gente que participaba del experimento se le mostraba un par de caras (los verdaderos candidatos, pero retocados para que no fueran reconocibles) para que eligieran a la del postulante al que votarían.

Invariablemente el candidato que ganaba en esta simulación coincidió con el que había triunfado en las nueve elecciones reales.

Ante los rostros de Bush (C) y Kerry (D) alterados e irreconocibles como única información, juzgaron al actual presidente norteamericano como más masculino y dominante y a Kerry como más atractivo, generoso, agradable e inteligente. Los investigadores le pedían a los voluntarios que eligieran a cuál preferían para tiempos de guerra y para tiempos de paz. El clon de Bush (A) fue elegido por el 74% para la primera opción y Kerry (B) ganó con el 61% en caso de una coyuntura pacífica.

La sorpresa de esta investigación no es tanto que el votante medio busca pistas de personalidad en las caras de los postulantes, sino el alto peso de este factor. Y que usando este método sería posible predecir resultados electorales.

«No nos gusta la idea de gente eligiendo en base a la apariencia de un candidato», dice Shawn W. Rosenberg, psicólogo de la Universidad de California, «pero el votante promedio no está realmente interesado en política y vota por lo que le dictan sus tripas».

El problema es que todas las investigaciones demuestran que la intuición basada en la fisonomía no se confirma en la práctica: las personas con cara de inteligente no necesariamente son inteligentes.

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