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La mujer sorete de perro y el convicto eterno

Future of Reputation«The Future of Reputation – Gossip, Rumor, and Privacy On the Internet» (El futuro de la reputación – Chisme, rumor y privacidad en Internet) es un libro que habla sobre cómo «el libre flujo de información en Internet puede hacernos menos libres».

Conozco apenas el primer capítulo. Su autor Daniel J. Solove analiza la inédita libertad de expresión que ofrece la Red, gracias a chats, foros y blogs y cómo, a la vez, puede transformarse en una conflictiva (y hasta dañina) amenaza para la vida privada.

Uno de los casos que recopiló Solove es la de «la mujer sorete de perro». La historia comenzó en el «mundo real», más exactamente en un subte en Corea del Sur, cuando el perro de una chica hizo caca en el vagón. El resto de los pasajeros le pidió que lo limpiara, pero ella los ignoró, diciéndoles que se metieran en sus asuntos. La anécdota habría terminado ahí, pero alguien le sacó una foto y la subió a un popular blog coreano.

En horas, fue bautizada gae-ttong-nyue («la chica caca de perro») y su foto se propagó por toda la web. En días se supo su identidad y su historia. Se pedía información sobre sus parientes. La gente empezó a reconocerla en la calle por el perro, la cartera y el reloj de la foto. Cada vez que alguien objetaba la persecución como una invasión a la privacidad, era silenciado: se argumentaba que una persona así no merece privacidad.

Pronto fue el turno de los pósters de la famosa foto y de las parodias. La chica caca de perro llegó luego a los medios tradicionales. Tanta difusión la obligó a renunciar avergonzada a la Universidad donde estudiaba.

El bloguer Don Park llevó la historia a EE.UU., que a su vez fue levantada por otro blog, BoingBoing, que recibe 10 millones de visitantes por mes, más que muchos diarios y revistas. En nada, diarios y sitios web de todo el mundo discutían el incidente.

Solove se pregunta si es correcto convertir a alguien que no quiso cumplir con una norma en un villano global. Y yo me pregunto si retomar esta historia como hace él (y todos los que nos hacemos eco de su investigación) no sirve para perpetuar su condena más que para redimirla…

Otro caso del libro es el de Michael, un profesional de 34 años. Michael estuvo preso un corto tiempo cuando era más joven. En prisión escribió sobre el episodio en revistas especializadas. Ahora estos artículos aparecen para atormentarlo. Cada vez que alguien busca su nombre en Google, encuentra esas notas. Michael es soltero y sus resultados en Google lo acompañan en cada salida. En la primera o segunda cita, la mayoría de las chicas comienza a interrogarlo sobre su etapa en la cárcel. Como explica Michael: «cuando recién conocés a alguien no decís ‘una vez estuve preso’ o ‘evadí impuestos en 1984′». En una ocasión Michael fue entrevistado varias veces para un trabajo cuando, de repente, el potencial empleador dejó de llamarlo. La corazonada de Michael: «alguien me buscó en Google».

«Desde el comienzo de los tiempos la gente ha chusmeado, hecho correr rumores y avergonzado a otros», dice Solove, «ahora, estas prácticas sociales se están mudando a Internet, donde toman otras dimensiones. Se transforman de secretos olvidables entre pequeños grupos locales, en crónicas masivizadas y permanentes de la vida de la gente. Una nueva generación está creciendo en un mundo muy diferente, uno donde la gente acumulará registros detallados que comienzan en su niñez y que estarán con ellos de por vida, vayan donde vayan».