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Los metrolectuales

Un fantasma recorre Palermo Soho: es el fantasma de los metrolectuales.

Esta creciente tribu, una de las que menos se ha ocupado la prensa tradicional, está compuesta por intelectuales con costumbres metrosexuales.

Hijos de Kirchner, como los "jóvenes emprendedores" fueron hijos de Menem y los psicobolches de Alfonsín, no necesariamente comulgan con la doctrina de Néstor y Cristina, aunque son muchos los que adhieren a su causa. El metrolectual es, a la vez, la síntesis de aquellos yuppies y psicobolches.

Lejos del estereotipo del intelectual encerrado leyendo, los metrolectuales tienen una vida social activa en la que las bibliotecas no están incluidas. Como mucho, hojean libros en algún bar-librería cercano a la placita de Serrano.

Contra el pálido y asmático intelectual de otrora, los metrolectuales levantan la bandera de la vida sana, la dieta equilibrada y la actividad física. Van al gimnasio, practican natación, tenis y hasta body pump.

Las viejas tertulias de los intelectuales del siglo pasado son reemplazadas por tertulias 2.0 a través de Skype, Messenger o sus blogs. Todo metrolectual que se precie tiene su perfil en Facebook.

Saben de vinos, de notebooks, de fútbol, de restaurants y de Bailando por un sueño. Porque los metrolectuales no abjuran de la tele sino de lo aburrido.

La política les produce indiferencia. Antes no, pero ya sí. Igual, pueden emocionarse con el triunfo de Obama, una causa infinitamente más glamorosa que las internas de los barones del conurbano.