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Un hombre rabioso muerde a un perro

AÑOS_DE_RABIA_BLAUSTEINSobre el libro «Años de rabia», de Eduardo Blaustein

De la década kirchnerista transcurrida, apenas menos de la última mitad estuvo dedicada a debatir sobre comunicación. La Ley de Medios, 678, «Clarín Miente»… todo no va más atrás de 2008/2009.

Y aunque parezca que la discusión haya estado desde siempre, es tan nueva como intensa. Argentinos que sumaron a los tópicos de sus asados a personajes como Orlando Barone o Magnetto. Semiótica de sobremesa para pelearse por las noticias de costumbre, pero ahora con una nota al pie agregada, sobre la intencionalidad, origen, veracidad  y antecedentes de cada información, temas hasta entonces reservados a las aulas universitarias o las redacciones.

El panorama se completó cuando, hace apenas dos años (sí, dos), llegó Jorge Lanata al grupo Clarín. El esquema de entonces era, por un lado, un gobierno fuerte en votos, que a su vez tenía cada vez más medios adictos, pero con mínima o nula llegada. Y, del otro, una oposición política fragmentada y sin claros liderazgos, apoyada por la enorme audiencia del multimedios Clarín y el prestigio de periodista de denuncia de Lanata acuñado en los años de menemismo.

Dos programas periodísticos, Lanata para el antikirchnerismo y 678 para el kirchnerismo se convirtieron en la usina discursiva de los militantes. Lanata centrado en los escándalos de corrupción del gobierno. Y 678 dedicado a desarmar la mirada de los medios críticos sobre el oficialismo. Que Lanata haya pecado muchas veces de superficialidad o inexactitud, que 678 haya perseguido o amado alternativamente visiones y personas según estuvieran cerca o lejos de la Casa Rosada son considerados daños colaterales por cada bando.

De todos estos temas se ocupa Eduardo Blaustein en su libro «Años de rabia». Y también de otros, como la Ley de Medios, la publicidad oficial, cómo fue la relación con Clarín en este y otros gobiernos, los medios públicos, los medios oficialistas y las diferencias de las políticas de comunicación durante el kirchnerismo comparadas con los gobiernos de Menem y Alfonsín.

El libro va alternando tres registros: fragmentos de textos académicos, la historia de la comunicación en Argentina desde 1983 hasta mayo de este año y un «diario de navegación», que cuenta en primera persona lo que iba pasando en los medios mientras el autor escribía el libro.

En esta guerra con dos bandos bien delimitados, donde no parece haber lugar para espacios intermedios, el libro se pretende equilibrado. Aunque Blaustein no es precisamente antikirchnerista, hay un muy jugoso capítulo dedicado a enumerar todos los aciertos del Grupo Clarín a lo largo de su historia. La lógica es irrebatible: si sobrevivió tantos años con el favor del público, habrá que ver adónde está su atractivo, al margen del papel subsidiado o las connivencias políticas.

A la vez, es bastante crítico del modelo de 678 «hablándole a los convencidos» y de otras medidas comunicacionales del gobierno. No lo es tanto de la distribución de la publicidad oficial, aunque se exponen todas las posturas sobre el tema.

El libro empieza mesurado, relajado y académico y concluye indignado, con rabia, con los avatares de los primeros programas de este año de Lanata (Fariña, Elaskar y cia.), al que termina llamando «Billy the Kid». Sin embargo, Blaustein dedica uno de los mejores momentos del trabajo a contar en primera persona su relación con Lanata, al que supo acompañar en tres medios, El Porteño, Página/12 y Crítica. Es especialmente fascinante ver, a través de sus anécdotas, como nunca hubo «varios Lanatas» sino que siempre fue el mismo, solo que se fue potenciando a medida que tuvo más poder para hacerlo. Ese capítulo vale más que toda la biografía de Majul.

Y otro capítulo recomendable es el dedicado al «populismo mediático», una lúcida comparación con el populismo político, para analizar el giro demagógico de los medios hacia las audiencias en cuanto a contenidos y tratamientos de la información. Fenómeno global, pero que sirve para volver a entender a los periodistas y medios exitosos, no siempre fanáticos de la ética periodística y la responsabilidad civil al momento de ejercer el oficio.

2015 está cerca y nadie sabe que nos deparará. ¿Que pasará con 678 y Diego Gvirtz bajo otro presidente? ¿Clarín mantendrá a Lanata en caso de acordar con un nuevo gobierno? ¿Qué suerte correrá la Ley de Medios? ¿Página/12 seguirá kirchnerista? Lo que se puede aventurar es que, por acción u omisión, los medios van a seguir siendo noticia. Porque, en el fondo, que un medio hable de un político es lo esperable, el perro que muerde al hombre. Pero que un político hable (y se enfrente, y tome decisiones políticas) sobre los medios es lo novedoso, el hombre que muerde al perro.