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El Diario K y el Diario Q

«El péndulo» es un programa de Juan Pablo Varsky adonde distintos periodistas opinan sobre su oficio. Abrió el ciclo, a modo de tesis, Jorge Lanata:

Le siguió Sandra Russo, como su antítesis:

Y en el tercer programa estuvo la síntesis, a cargo de Beatriz Sarlo:

Quedan todavía siete programas pero vale la pena ver estos tres para hacerse un buen resumen del debate que recorre el periodismo desde hace tres o cuatro años, cuando el Grupo Clarín deja de ser un aliado del gobierno para enfrentarlo explícitamente y surge 678 como el proyecto oficialista más exitoso para responder a ese enfrentamiento. La polémica «periodismo militante» o «periodismo independiente» como eufemismos de la propaganda oficialista u opositora, encarnados en las voces de Sandra Russo y Lanata, excluye a una tercera voz, la más numerosa, la del periodista profesional, insinuado por Sarlo.

En otra interesante producción, la revista Sudestada da cuenta de estos tres grupos. Dice Hugo Montero:

En un extremo, el Grupo Clarín y su complejo entramado de negocios que va más allá de lo periodístico, que precisa del disciplinamiento del poder de turno para resguardar sus ganancias y que se ve amenazado, intepelado y expuesto por primera vez en mucho tiempo. [..] En el otro rincón, un conglomerado de nuevos medios, con respetados profesionales del oficio y nuevos administradores de la oportunidad financiera, que intenta poner en cuestión el discurso hegemónico del adversario, pero que incurre en reproducir sus mañas y vicios y en justificar su rol de propagandistas. [..] Unos y otros desprecian a quienes no se posicionan. Los llaman «neutrales».

Ante las certezas de los polos, en ese mismo informe Hernán López Echagüe, les contrapone las dudas del periodista profesional:

Para un periodista todo debe ser relativo, por eso se dedica al periodismo; para un político, en cambio, todo es absoluto, y por eso se dedica a la política. El absolutismo es fenomenal y cómodo. La falta de certezas es incómoda y causa dolor de barriga, pero es más saludable.

Tanto para los llamados periodistas independientes como para los periodistas militantes, hechos y opiniones están atados a quien los enuncia. Los dos grupos, igualados por una deontología ad-hominem. Se pasa del «lo dijo el diario, así que debe ser verdad» de hace menos de una década a «cómo va a ser verdad si salió en Clarín (o Página/12)».

Por eso, resulta casi revolucionario que Sarlo vuelva a introducir, para sorpresa de Varsky, la idea de objetividad, una mala palabra entre los que ejercen la profesión por estos días:

VARSKY: ¿Cuál es la ética periodística Beatriz?

SARLO: Yo creo que la objetividad y la crítica de aquello que se descubre son los dos rasgos principales de la ética periodística.

VARSKY: ¿Existe la objetividad?

SARLO: Sería ofender a los periodistas decir que no existe. Hay periodistas de investigación, tanto histórica como de investigación sobre hechos más próximos, que hacen todos los esfuerzos para que aquello que escriben sea la versión más cercana a aquello sucedido. Que esa es toda la objetividad que se puede pedir. Es la misma objetividad que se le exige a un historiador.

VARSKY: Es curioso, porque casi todos los periodistas dicen, o decimos, que la objetividad no existe. Y vos, que no sos periodista pura, la reivindicás como un valor…

SARLO: Ningún historiador de la cultura te diría que no se puede ser objetivo. A lo que no se puede aspirar es a decir «lo que sale de mi boca es la verdad».

En otro momento de la charla Sarlo habla de un tercer momento de la prensa, que llega con los medios en la web: «ahí los kirchneristas también leen Clarín y los antikirchneristas leen Página/12, es un público que se va desplazando por pantallas, por sitios web y se va haciendo su propio Huffington Post» [medio online fundado en 2005 que recopila lo más destacado de la prensa]

En realidad, el modelo Huffington Post comenzamos a hacerlo en Periodismo.com ocho años antes que el Huffington Post. Y la idea de un Huffington Post personal tiene poco de novedosa: fue teorizada como «Daily Me» por Nicholas Negroponte en 1995 y es una realidad desde al menos una década.

Pero es interesante la idea del antikirchnerista leyendo medios oficialistas y del kirchnerista leyendo medios opositores. Se los lee para criticar, pero también para adherir («hasta La Nación reconoce que esta medida del gobierno estuvo bien»). Y algo que Sarlo deja afuera es la presencia creciente de blogs y redes sociales en la dieta informativa. Por eso, podrá haber medios K y medios anti K, pero no necesariamente se corresponden con los lectores K o lectores anti K.

A modo de ejemplo, presentamos el oficialista «Diario K» y el opositor «Diario Q» (en homenaje a Quintín, uno de los antikirchneristas más fanáticos). A partir de dos listas que armamos, el servicio The Tweeted Times analiza los links de tuiteros simpatizantes con el gobierno y de aquellos opositores a la gestión kirchnerista y arma cada 24 horas un diario con las noticias más relevantes para ambos grupos. (por supuesto, cualquiera que prefiera no figurar en estas listas o desee ser agregado, no tiene más que solicitarlo en los comentarios).

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Las 5 Ws del regreso de Lanata

¿Quién?

Cada vez que se hace una encuesta seria sobre quién es el periodista más conocido o creíble en Argentina, invariablemente Jorge Lanata encabeza los listados. Aparte, su figura interesa: cuando le hacen un reportaje, los medios online logran que esas notas figuren entre las más leídas y su regreso a la radio y a la tele, demuestran que también tiene rating.

En medio de la polarización política argentina, que se traslada en el periodismo a la dialéctica periodismo militante-periodismo independiente (en términos acuñados por cada uno de los bandos), Lanata decidió ubicarse en la vereda del periodismo independiente, lo que se traduce en una implacable crítica al kirchnerismo, similar a la que hacía en los ’90 con el menemismo. A diferencia de sus discípulos Ernesto Tenembaum y Marcelo Zlotogwiazda, que eligen ser menos tajantes. Esta postura le valió el repudio de muchos de sus otrora seguidores, ahora simpatizantes del gobierno o militantes oficialistas.

¿Dónde?

Entre sus declaraciones recurrentes está la que afirma que, pese a que lo echaron y se fue de varios lados, él nunca se va a morir de hambre. Dice «siempre puedo generar un programa en una radio trucha y tener audiencia». Sus últimos años en el cable parece confirmar esta teoría. Entonces, ¿por qué tenía que volver a la tv abierta? y ¿por qué en Canal 13?

Esta es la explicación que le dio a Clarín, parte del grupo que ahora lo contrata:

El otro día, un pibe me dice ‘¿Por qué laburás en el Grupo Clarín? Yo te seguí toda la vida, vos lo criticaste mucho y ahora estás acá’ . Y yo le dije ‘Depende de cómo uno lo vea. Te voy a decir cómo lo veo yo. Competí muchos años con Clarín . Es más, tuve grandes quilombos con Clarín.

No nos vendían papel… Yo critiqué lo de Papel Prensa y lo sigo criticando hoy. Pero en el caso de Papel Prensa es mucho mejor que sea privado a que sea estatal. Porque si el Estado reparte el papel como reparte la publicidad estamos perdidos… Le van a dar 10 páginas a La Nación y 4 mil a Tiempo argentino . Y con respecto al tema del monopolio, no estoy de acuerdo con que existan los monopolios. Ahora vos miralo desde mi lado: me pasé la vida tratando de que la prensa tradicional levantara nuestras notas. Antes tirábamos a la mitad del gabinete de (Carlos) Menem y nadie ponía una puta línea. Ahora yo estornudo y salgo en La Nación y tengo 40 mil clickeos (en Internet) . ¿Quién ganó? No sé, pero, por distintos motivos, en este momento tenemos coincidencia de intereses. Lo que me parece que tenés que preguntar es si hago un programa distinto hoy al que hubiera hecho hace 10 años. Y la respuesta es no.

Yo no lo vivo como que gané, ni como que perdí. Creo que la situación cambió y sé que voy a hacer acá el mismo programa que haría hoy en América. En realidad, mejor, porque tengo más producción. ¿Qué voy a decir? ¿Que no? Ni en pedo. ¿Por qué no voy a querer laburar en el segundo o primer canal del país? Sería un idiota.

Más llamativo es el caso del Grupo Clarín. Mientras dirigía Telefé, Gustavo Yankelevich se quejaba de que los únicos espacios sobre los que no tenía poder eran el noticiero y «Tiempo Nuevo», de Neustadt. Ahora su hijo acaba de deshacerse de CQC, lo único más o menos político que quedaba en la emisora. Distinto es el Canal 13 del Grupo Clarín que siempre derivó a TN sus envíos políticos, primero solo con «A dos voces», con Majul-Bonelli y luego sumando otras propuestas.

Hasta hace poco Lanata era invisible para las propiedades de Clarín. Desde hace unos meses tiene programa propio en tv abierta y radio y hace apariciones estelares en Clarín, TN, Telenoche y hasta Soñando por Bailar.

Por eso, la pregunta no es solo «¿Por qué Jorge Lanata estuvo nueve años sin presencia en la tv abierta?» sino, sobre todo, «¿Por qué Lanata vuelve justo ahora a la tv abierta y de la mano del grupo Clarín?»

¿Por qué?

Lo que ahora aparece como diferencias sutiles o, en términos que usó en otra oportunidad, «estar del lado del más débil» fue, a fines de los ’90, la causa de su salida de Página/12, diario que fundó y que abandonó cuando Clarín lo terminó comprando. Eso no es un rumor o me lo contaron, nos lo dijo él a Jorge Bernárdez y a mí cuando preparábamos su biografía para el libro «La rebeldía pop».

Mientras dirigió Crítica, Lanata siguió denunciando las distintas políticas de Clarín, especialmente en relación con Papel Prensa. ¿Por qué, entonces, el cambio, dejar los canales de Turner y transferir su credibilidad a las propiedades del grupo de medios que criticó toda su vida? ¿Solo por dinero? No cierra.

«En este momento tenemos coincidencia de intereses», dice Lanata en la nota de Clarín, sin que el periodista le repregunte en qué consistirían esas coicidencias. Pero igual, un 1% del sic de Lanata citando antes hubiera sido impensable que apareciera en Clarín hace apenas un par de años. Clarín y sus medios tuvieron que cambiar, a la fuerza de la guerra con el gobierno y, en mucha menor medida, del embate de los medios oficialistas de mayor llegada, como 678.

¿Cuándo?

Es que las verdaderas consecuencias de esta guerra se empezaron a ver recién en el último trimestre de 2011 cuando las acciones del Grupo Clarín SA, de buen rendimiento, se derrumbaron. Las ventas de su buque insignia, el diario, vienen cayendo desde hace seis años. El 13, sin Tinelli, perdió ante Telefé su breve liderazgo. Y Cablevisión, el corazón de su facturación, sigue en batalla judicial. Es decir, peleas con el Gobierno, pueden soportarse, pero no me toquen el bolsillo.

Me queda la sensación de que el Grupo Clarín necesita más de Lanata que Lanata del Grupo Clarín.

¿Qué?

Estos antecedentes no pueden obviarse para un análisis completo de lo que se vio en el primer programa de «Periodismo Para Todos» (PPT). Pero falta un elemento más. ¿Qué es hoy un programa político para la tv abierta? No es un programa como los que se ven en cable seguro, no puede ocuparse solamente de la política, tiene que apelar al impacto y al show a costa de simplificar algunos datos, tiene que tener ritmo, no puede ser solemne o formal, debe ser visual. Pero por sobre todo, debe tener rating y facturación.

¿Cómo?

Cuando analizamos el primer mes de Crítica, partimos de su afiche promocional. Vale la pena recordarlo:

El diario de Lanata se presentaba como la síntesis del resto de los diarios. Tal vez abrumado por la responsabilidad y con poca confianza en el género de periodismo político en tv abierta que lo hizo famoso, decidió que su programa sea la síntesis de todos sus programas previos. Y, de paso, sumó algunos más.

PPT (una sigla ya de por sí reciclada) es un collage de: Dia D, La Luna, sus monólogos del Maipo, sus documentales, CQC, La Cornisa, 678, Tato Bores, Michael Moore y, con el estúpido sketch con el imitador de Boudou, del viejo Showmatch.

En una nota algo envidiosa, ya Majul se ve venir esta falta de confianza y detecta elementos de su factoría, como las entrevistas a estrellas del espectáculo o los temas sociales.

Lanata parece decir: «sé que la política es aburrida y difícil de entender, yo se las voy a simplificar los máximo posible, por favor, no me cambien de canal que yo les hago el zapping acá adentro, les doy todos los programas en uno para que pasen una amena noche de domingo».

Si no es por esta falta de confianza en el género, no se entiende cómo es posible que esperara media hora para una introducción al Boudugate (introducción más radiofónica que televisiva, un pecado impensable en Lanata) y ¡42 minutos! tardó antes de dar a conocer la interesante nota con Piluso Schneider, el supuesto titular de The Old Fund.

Es lícito el planteo de «voy a ser Tato Bores, pero con información». Página/12 era información con titulares divertidos. En PPT la información fue por un lado y el humor por el otro. Y si algo siempre supo Tato Bores es saber que los guionistas son fundamentales para hacer humor político. Acá el humor fue entre fallido y patético.

Tampoco fue feliz la entrevista con Pergolini, que buscó condensar a la fuerza en pocos minutos un clima que Lanata lograba generar en una hora de charla, tanto en La Luna como en La Hora 25.

¿Y que decir del espacio de archivo, donde se mostró a un Víctor Hugo crítico del gobierno? ¿Que Lanata se la pasó criticando a 678 para terminar haciendo lo mismo y peor? ¿O que también se lo puede mostrar a Lanata en segmentos de archivo criticando al grupo Clarín?

No. Aunque busque rodearse de recetas exitosas, el éxito de Lanata está en su propuesta de siempre, el periodismo político de show: las denuncias de corrupción. Es lo que sus seguidores esperan de él. Y el Boudugate le cae como anillo al dedo. Muchos dicen que «el denuncismo» está pasado de moda. El rating que tuvo Lanata en su primer programa lo desmiente. Pero encontrar un Watergate por semana tiene dos riesgos:

1) hay que encontrarlo y
2) que la gente se termine aburriendo y haga zapping con Francella que, al menos por ahora, sigue siendo más gracioso que Lanata.

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La carrera de Jorge Lanata resumida en dos fotos

Su carrera empieza acá:

Jorge Lanata con Eduardo Aliverti en «Sin Anestesia», en la Radio Belgrano de Daniel Divinsky

Y termina acá:

Jorge Lanata con el fan de Wanda Nara en «La cocina del show», en el Canal 13 del Grupo Clarín

gracias a @juanpmansilla

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Desprolijo minibalance 2011

Libro: “God No!”, de Penn Jillette
Serie: The Hour
Película sobrevalorada: El Estudiante
Película subvalorada: Operación regalo
Spotify Playlist: Originals that are less Famous than the Cover Versions
Frase del año: “Conmigo no, Barone”
Blog lamentablemente cerrado: The J-Walk Blog
Fenómeno periodístico: La decadencia de “Barcelona”
Disco nacional: Se puede, de Varias Artistas
Mejor idea de producción de la tv argentina: El cuarto giratorio de Showmatch
Mejor extensión de Firefox: Who stole my pictures?
Libro para periodistas: “Steve Jobs”, de Walter Isaacson
Sitio web: Epubgratis.me
Mejor hashtag: #NegradasdeMercadoLibre
Hashtag más exitoso: #LiberenOrsai
Hashtag menos exitoso: #Liberenaloslibros

Desprolijo minibalance 2010

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Frívolos sobran, lo que faltan son tapas de revistas

El día de las elecciones Pablo Marchetti le explicaba a un periodista de Perfil que estaba en el búnker del FAP, no por ser novio de Victoria Donda, sino porque estaba haciendo una cobertura periodística. Se desconoce adónde salió esa cobertura, ya que Barcelona, revista que dirige, no hace ese tipo de periodismo. La actitud puede entenderse en alguien más interesado en que se lo valore por sus ideas que por su vida privada.

La revista Mú es la versión impresa del portal La Vaca, un histórico medio alternativo fundado por Claudia Acuña, Judith Gociol, Diego Rosemberg y Patricia Rojas. Antes de la oleada antiperiodística post-678, en La Vaca se propuso y se practicó el buen periodismo con una agenda y un modo de producción diferente al de los medios tradicionales. En La Vaca Pablo Marchetti salió del closet político con una crónica sobre el fenómeno que rodeó la muerte de Néstor Kirchner. Y ahora vuelve a elegir ese medio para hacer público lo que le ocultaba un mes atrás al periodista de Perfil:

Una diputada cuyo slogan de campaña fue “vamos a portarnos mal” y un periodista que se burla de los clichés del periodismo posan juntos en una tapa al estilo de las revistas más mainstream. Una revista como Mú, que se destacó por hablar de las fábricas recuperadas, denunciar la minería a cielo abierto y proponer nuevas miradas sobre la profesión, presenta una nota de tapa con las peores mañas sensacionalistas: sexo, drogas, política, romance, intriga.

Claro, también hay otra lectura: la irónica, es todo una gran burla. Pero, a diferencia de Barcelona, Mú no se caracteriza por este tipo de tratamiento, ni la tapa da las suficientes señales para interpretarla así. Si querían hacer eso, les salió mal. Y la mejor prueba es la tapa de Libre de hoy:

la supuesta tapa transgresora desnudada: un simple gesto frívolo de una pareja conocida enamorada, que en nada se diferencia de cualquier ejemplar de la revista Caras. Tal vez este número llegue a más gente, pero en adelante para Mú será más difícil hablar del asesinato de Adams Ledezma o para Barcelona burlarse de los que ponen culos en tapa para vender.

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Octubre, mes peronista

No solo el 17 se conmemora otro Día de la Lealtad: al otro día es, por supuesto, San Perón (nacido un 8 de octubre). Y este 27 de octubre, con la peronista Cristina reelecta en octubre, se recuerda el primer aniversario de la muerte del peronista Néstor Kirchner.

La moda peronista de este octubre no excluye a la cultura. Mientras Evita figura con dos obras en los 200 libros fundamentales de la historia argentina –pese a que jamás escribió ninguno- y La Nación da cuenta de “una explosión de las letras K”, aparece un libro dedicado a las anécdotas de Juan Domingo Perón, “Las aventuras de Perón en la Tierra” de Jorge Bernárdez y Luciano di Vito.

El libro es imprescindible para entender el Lado B del General, esa cara de la que no se ocupan los libros de Historia, pero que completa la personalidad del líder público. En la era de Twitter, adonde todos parecen tener una anécdota con Néstor Kirchner, encontrar en pleno 2011 coetáneos de Perón es una rareza. Y este libro acumula decenas de testimonios que van desde la conveniencia de tirarse pedos justo en el momento de bajar la cadena del inodoro hasta un Perón con alegría infantil a la hora de verse en filmaciones realizadas por Pino Solanas.

Al hacerlo más humano, lejos de desmitificar al ícono, el trabajo termina siendo su panegírico. Son ínfimos los lugares en los que Perón aparece retratado negativamente. Mientras leía el libro, me topé con La «guerra sucia» que divide hoy al periodismo argentino, un texto de Carlos Ares a propósito de la pelea Magdalena-Victor Hugo. Allí se lee: “El general Perón, ya de regreso de su exilio político, ‘marcó’ a la periodista Ana Guzzetti en una conferencia de prensa: ‘Tómenle los datos’, se exaltó, cuando sólo tenía que responder a lo que le preguntaban sobre si sabía de la existencia de la Triple A, una banda parapolicial. Ana fue torturada y luego clausuraron El Mundo, diario para el que trabajaba”. No encontrarán esa clase de anécdotas allí. Es más, la única crítica a Perón y el peronismo surge de un capítulo dedicado al gorilismo más rancio, en la voz caricaturizada de uno de sus representantes.

El libro es recomendable, desde la gran tapa de Demián Aiello hasta el cierre, pasando por la figuritas justicialistas o las citas peronistas, con datos revelados por primera vez sobre la sombra política de este más de medio siglo de Historia Argentina. Y aunque se proclama como un libro sobre la vída privada, sirve para entender aquellos años y cómo, pese a ser tan distintos, Perón, Menem y Kirchner tienen un mismo ADN político, composición genética que jamás podrían compartir con un Binner, un Alfonsín o un Altamira. Porque, pese a lo que decía Perón, y sirve de cita al comienzo del libro, peronistas no somos todos.

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Los referentes

Si cada pueblo tiene los gobiernos que se merece, saber quiénes gobiernan una imaginaria República de los Periodistas puede iluminarnos sobre el periodismo que nos merecemos. La respuesta se puede encontrar en un reciente relevamiento de FOPEA, donde, entre otras cuestiones, se le preguntó a casi 1000 periodistas argentinos quiénes eran sus principales referentes. El resultado fue:

1- Jorge Lanata
2- Nelson Castro
3- Rodolfo Walsh
4- Víctor Hugo Morales
5- Ninguno
6- Magdalena Ruiz Guiñazú
7- Horacio Vertbisky
8- Alfredo Leuco
9- Joaquín Morales Solá
10- Ernesto Tenembaum
11- Eduardo Aliverti

Es decir, las personas que influyen a los periodistas argentinos son los diez de más arriba y, para una buena proporción, nadie. Llama la atención que muchos, demasiados, no tengan a nadie en quién mirarse, nadie que los inspire o les provoque admiración. Me encantaría saber el motivo.

Otro dato curioso es que de los diez elegidos, nueve son contemporáneos, pero la inclusión de Walsh da la pauta de que podía elegirse periodistas de todos los tiempos. Sin embargo casi todos votaron a profesionales que ejercen actualmente.

El tercer puesto para Rodolfo Walsh es también interesante. Walsh es un ícono reciente para los periodistas. Hace unos años ni figuraba en este tipo de encuestas. Por ejemplo, en este mismo blog pusimos un juego, batalla de periodistas, donde cerca de 10.000 personas seleccionaban, entre un par de periodistas, cuál preferían. En abril de 2006 la encabezaba:

1. Jorge Lanata
2. Jorge Guinzburg
3. Marcelo Zlotogwiazda
4. Ernesto Tenembaum
5. Santo Biasatti

y un año más tarde:

1. Roberto Pettinato
2. Rogelio Garcí­a Lupo
3. Gonzalo Bonadeo
4. Jorge Lanata
5. Fanny Mandelbaum

La lista actual muestra una polarización fuerte entre periodistas pro-gobierno (¿militantes?) y opositores (¿de la corpo?), un 100% masculino, porteño y del periodismo político, aunque sin predominio de la tv (hay gente de gráfica y de radio).

A mi los resultados me parecen adocenados, sobre todo porque los que votaban eran los mismos periodistas. Aunque con buen tino alguien dijo que hay que celebrar, porque hace unos años los referentes eran los movileros de CQC. Ya que criticaba a los elegidos, me pidieron en Twitter que seleccionara a mis referentes. Esta es la lista, sin un orden particular:

– Enrique Raab
– Geno Díaz
– Jorge Luis Borges
– Aquiles Fabregat
– Enrique Silberstein
– Aníbal Vinelli
– Julio Nudler
– Claudio Uriarte
– Jorge Guinzburg
– Carlos Abrevaya
– Hugo Guerrero Marthineitz

Y si valen extranjeros que trabajaron en Argentina (en el de FOPEA está el uruguayo Víctor Hugo Morales), Homero Alsina Thevenet.

Si tengo que elegir periodistas que vivan, seleccionaría:

– Rogelio García Lupo
– Carlos Ulanovsky
– Mario Mactas
– Jorge Lanata
– Miguel Brascó
– Ezequiel Fernández Moores
– Jorge Fernández Díaz
– Quintín
– Esteban Schmidt
– Sebastián Campanario

Sería bueno que cada periodista elaborara su lista de referentes, y que sirviera como disparador para salir del cliché del star system de la profesión. Tal vez con modelos mejores tengamos un periodismo mejor.

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Cuarto no poder

«La prensa no tiene ningún poder. Alardeamos de poder para que nos pongan avisos, para que nos crean importantes. Los periodistas vivimos una vida falsa: comemos en restoranes que no podemos pagar, estamos con mujeres que no podemos pagar, vamos a hoteles que no podemos pagar. Pero en realidad… no tenemos ningún poder» (Ignacio Zuleta)

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Periodismo de periodistas

Ahora parece lo más normal, pero hace no muchos años, que los medios de comunicación hablaran de sí mismos era una rareza en Argentina. La secciones «Nada se pierde» y «Miseria de la prensa del Proceso» de la revista Humor y el programa y la revista «Medios & Comunicación» son las pocas excepciones que recuerdo al retorno de la democracia. Ahora, el diario de mayor circulación responde desde sus tapas cada vez que se lo cuestiona y el canal estatal dedica su horario central a criticar el tratamiento de las noticias que hacen los medios opositores. Ya todos los diarios tienen una sección fija dedicada a los medios. El discurso sobre el análisis de la comunicación invadió muchas sobremesas como lo hizo en su tiempo el discurso psicoanalítico. Que el tema del día para Clarín haya sido hoy el escándalo de News of the World habla de ese velo descorrido en el que se convirtió el periodismo.

Pero este debate no se vive del mismo modo en otros países, donde el periodismo de periodistas no está bien visto, salvo en el espacio del ombudsman. Por eso, no deja de sorprender que los principales medios de comunicación de todo el mundo se estén ocupando con tanto detalle de la caída del imperio Murdoch. El episodio demuestra ser más que una mera violación deontológica y se entronca en las relaciones políticas del empresario australiano. Pero, igual, verlo en las portadas de los semanarios políticos más emblemáticos es un hito que vale la pena destacar.

Estas son algunas de las tapas de los newsmagazines de esta semana que abordaron el asunto:








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Cualquier boludo hace la tapa de un diario

La Nación comenzó hoy una interesante experiencia. Convocar a alguien para que elabore la tapa del diario según sus propios criterios. El primer convidado fue el candidato a jefe de gobierno para la ciudad de Buenos Aires Daniel Filmus. Esta fue la primera plana que armó (click en la imagen para ampliarla):

El ejercicio tiene sus antecedentes: Bono, Giorgio Armani, J. J. Abrams dirigieron por una vez medios como Liberation, Vogue o Wired. Es, más bien, algo similar a una sección que tenía el desaparecido Crítica de Jorge Lanata: en lugar del medio, la incursión se limita a la tapa y no a la definitiva, sino a una alternativa.

Visto desde una óptica más crítica, ceder la tapa atenta contra dos principios que La Nación defiende desde siempre. Que alguien, y no precisamente de la misma ideología que la del periódico pueda seleccionar y jerarquizar la agenda, desmiente la idea del periodismo objetivo e impoluto tan cara a diarios como este. Si hay dos tapas posibles, entonces la agenda infomativa no sería algo dado, sino que obedece a una lectura ideológica de la realidad.

El otro mito que se cae llamando a un político a elaborar una tapa es el del saber específico de la profesión. Si «cualquier boludo hace la tapa de un diario», para parafrasear a José Pablo Feinmann, entonces no hace falta capacitarse ni tener experiencia en medios. Twitteros, periodistas ciudadanos, políticos y mediáticos están a la par de los periodistas profesionales, argumento que desde los medios tradicionales siempre se busca refutar.

Por suerte, para los que hacen La Nación, la obra de Filmus desmiente los dos argumentos. El ideológico porque, si se revisa el diario de hoy, difiere poco en su interior del contenido que seleccionó Filmus, las notas son las mismas, apenas jerarquizadas o adjetivadas distinto. Una tapa verdaderamente transgresora en La Nación, hubiera incluido, por ejemplo que fraguaron un expediente de la Causa Papel Prensa para beneficiar a Clarín y La Nación.

Y el argumento del profesionalismo puede refutarse también: una tapa como la que hizo Filmus no solo es un embole atómico, sino que ignora noticias que un diario generalista no puede darse el lujo de omitir: lo de River no puede ir tan chico y hay una sobreabundancia de información política. Reglas ambas que un periodista profesional no hubiera dejado pasar.

Aplaudimos el gesto de animarse y esperemos que la próxima se jueguen y, la tapa armada por el invitado, sea la que quede en la página 1…