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Conclusión

Aquí termina el repaso por lo mejor del Boletín de Periodismo.com. Republiqué 25 de los 100 artículos principales y a continuación sumo otros dos. Como este es un blog personal, se omitieron los textos escritos por otros autores. Con una excepción: el texto de Pablo Marchetti, director de la revista Barcelona sobre «Qué es el periodismo». Al final de su texto cuento el por qué de la decisión:

«PERIODISMO ES MENTIR»

(por Pablo Marchetti) El periodismo es una grandísima mentira. Tal vez la más grande de todas. Seguro, la más certera y la más convincente. El periodismo es la mentira perfecta, fundamentalmente porque se autopromociona como la verdad, aún a sabiendas de que la verdad no existe.

Como la ficción, el objetivo excluyente del periodismo es atrapar la atención del lector/oyente/televidente/espectador. Y para semejante y tan difícil tarea, como sucede con la ficción, el periodismo intenta construir un buen relato. Ese relato se nutre de elementos de la realidad. Y si el relato está bien construído (si se trata de buen periodismo) sucede el milagro y todos terminan creyendo que ese relato es la verdad.

Pero, a diferencia de la ficción (el cine, el teatro la literatura; como decía Oscar Wilde: «Aguante la ficción, carajo»), el periodismo insiste en que ese relato es la verdad. A pesar de las célebres palabras de Roberto Arlt («el show debe continuar») cualquier espectador o lector sabe que el relato de una película, un libro o una obra de teatro termina en cuanto se encienden las luces de la sala o se termina la última palabra de la última página. Es cierto, existen muchas obras basadas en hechos reales; pero justamente, el hecho de que estén «basadas en» pone de manifiesto la existencia de la subjetividad del autor. La situación, en esos casos, queda perfectamente «blanqueada» desde el momento que se las encuadra en el rubro «ficción».

El periodismo, en cambio, pretende hacernos creer que por trabajar con la realidad como materia prima para construir su relato el resultado de esa construcción es siempre «la verdad». Esta superstición está tan difundida que cuando un relato periodístico no es bueno, uno de los argumentos más comunes para denostarlo es afirmar: «Eso no es verdad».
Pero la única verdad, decía Winston Churchill, es la realidad. Y la realidad es que nada es verdad: por más certeza que exista en algunas anécdotas o datos de algunos relatos, el relato periodístico es de por sí tan arbitrario como el haber elegido contar una anécdota determinada y no otra, tan divertida como esa. Cuando un trabajo periodístico posee muchos elementos de la realidad, no estamos ante la presencia de más verdad, sino de una mayor calidad de relato. Y lograr un buen relato, un relato entretenido, divertido, que atrape la atención de quien lo sigue, es la razón de ser del periodismo.

Como sucede con todo buen relato, el relato periodístico implica tener algo para decir pero también un buen modo para decirlo. Es qué y cómo. En el periodismo suele decirse que existen seis preguntas fundamentales. Pero el asunto es relativo: lo del cuándo, el dónde, el quién y el por qué forman parte de la lógica del periodismo, son sus herramientas con las que se construye la noticia, que es el relato más básico y elemental. Pero la esencia del periodismo es qué y cómo. Forma y contenido. Se puede hacer buen periodismo con buenos contenidos y mala forma, y viceversa: se pueden hacer grandes cosas simplemente relacionando de manera inteligente un par de datos que todo el mundo conoce.

Cuanto más efectivo sea un relato periodístico, será más sencillo acaparar la atención de la gente. De todos modos, existen muchos modos de lograr este objetivo (muchas formas de hacer periodismo) y también existe una amplia variedad de géneros. El público, como suele suceder con todo en esta vida, es de lo más variado y, afortunadamente para todos nosotros, existen gustos para todo el mundo. Como decía Descartes, «el público siempre tiene la razón».

Pero así y todo, el secreto está en construir el mejor relato posible con elementos de la realidad y tratar de que ese relato se confunda no con una verdad, sino con la verdad. Es la única manera de destacarse del resto. Porque el periodismo es también la necesidad de gritar más fuerte que el otro. O, como dijo Mariano Grondona, «El periodismo será revolucionario o no será».

Se publicó en el Boletín de Periodismo.com Nº 84 de marzo de 2005. Tuvo muchas repercusiones, la mayoría que no pueden contarse. Pero que generaron una respuesta mía en el siguiente Boletín:

«PERIODISMO ES NO MENTIR»

(por Diego Rottman) El email de un ahora ex suscriptor de este boletín: «Es una verdadera pena, pensé mientras avanzaba en la lectura del Boletín de este mes. (..) Un boletín respetado, el resumen diario de noticias tan útil, que estén de acuerdo con que les llamen mentirosos y no se les mueva un pelo. (..) ¿Es verdad que la verdad no existe? Porque si la verdad no existe, tampoco existe la mentira, que es la anti-verdad deliberada y, por lo tanto, tampoco existe el engaño, ni la corrupción, que está basada en el engaño. ¿Acaso Periodismo.com me quiere convencer de que la corrupción no existe? ¿O es que me quieren convencer de que la verdad no existe para venderme cualquier mentira sin penalidad? Es una pena, y sé que lo voy a lamentar. La pelotudez postmo se encuentra en cualquier lado, es fácil de conseguir porque los pensadores light abundan. Así que ¿para qué seguir recibiendo el boletín? No quiero volver a recibir ni su boletín, porque ya no lo respeto, ni el resumen diario».

Estos comentarios destemplados hacen referencia al artículo de Pablo Marchetti, «Periodismo es mentir» del boletín de marzo. Marchetti dirige Barcelona, una revista humorística que se nutre de la actualidad, pero inventa sus propias noticias para satirizar a los medios. El mecanismo es eficaz: Mirtha Legrand y Mario Pergolini dieron por verdaderas informaciones falsas de Barcelona.

La idea de la serie de artículos «¿Qué es el periodismo?» que estamos publicando este año en nuestro boletín quiere reflejar las distintas visiones que puede haber sobre el periodismo, coincidamos o no con ellas. Barcelona es un fenómeno interesante, la contracara del periodismo. O su exageración. No pienso discutir el silogismo del email. Podría refutar a Marchetti desde la paradoja de que, si según él el periodismo miente, y su artículo dice que el periodismo miente, su artículo miente (por lo tanto el periodismo dice la verdad). Pero prefiero disentir desde otro lugar.

Si hay algo que hermana al periodismo sensacionalista con el respetable, a los noticieros televisivos con los diarios, al nuevo periodismo con el tradicional, a la crónica de un estudiante con la columna del periodista consagrado es que no mienten. En el periodismo no está permitido mentir. Y esto lo diferencia del arte y la política.

Cuando en su razonamiento Marchetti habla de las mentiras del periodismo («se promociona como la verdad», «construye un buen relato», «busca atrapar la atención del receptor») en realidad está criticando las estrategias de enunciación del periodismo, más que negar la existencia del tsunami del sudeste asiático o de Terri Schiavo. Pero, al contrario de los que sostiene Marchetti, el chiste está en que el periodismo puede promocionarse como la verdad, construir un buen relato, atrapar la atención del receptor y, a la vez, no mentir.

No mentir no necesariamente significa buscar el bien común, ni dar a conocer todas las voces sobre un tema ni divulgar todo lo que se sabe. Y, sobre todo, no mentir no necesariamente significa decir la verdad. Escribir en potencial no es mentir. Cerrar un artículo cuando aún faltan datos importantes no es mentir. Decir que alguien dijo algo, aunque no podamos verificar que ese algo sea verdad, no es mentir.

Al contrario de lo que dice Marchetti, lo UNICO prohibido en el periodismo es mentir. Y esto lo saben muy bien Jayson Blair, Stephen Glass y nuestros Nahuel Maciel y Jorge Zicolillo. Barcelona miente, pero nadie se informa con Barcelona. De hecho, quien no haya leído previamente los diarios, no entenderá el humor de Barcelona.

En el periodismo puede decirse la verdad, pero no es obligatorio. Alcanza con no mentir. El día que al pie de un artículo se lea «esta noticia es una operación del Gobierno, pero sirve a los negocios del diario» o al terminar una nota el conductor del noticiero anuncie «hay noticias más importantes que ésta, pero dan menos rating», el periodismo habrá empezado a decir la verdad.