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El condenado en el patíbulo

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Nunca estaremos seguros de que al criminal lo estamos condenando por su delito: un cuchillo sangrante con sus huellas no será prueba suficiente para persuadirnos de que él fue el asesino.

Pero ¿cómo no fascinarse ante la evidencia de dos textos casi iguales, ignoto o enterrado el original, consagrada la copia?

El plagiario está acorralado. Él ya no tiene coartada, ese es un recurso para infractores más sofisticados. La crítica, el público lo miran con el placer morboso del árbol a medio caer, pero deseando a la vez que todo sea un malentendido.

Y el plagiario habla. Y ahí, más que la absolución o la condena, se ve al verdadero autor. Su explicación hablará más de él que, tal vez, las páginas que eligió replicar.

Puestos a justificar lo que no tiene justificación, hay tres categorías de plagiarios:

1) Los burócratas: los precupa no perder a sus lectores y su casa de veraneo. No fue un plagio, fue un «error involuntario». De otro. Vuelven a plagiar, en este caso, la «explicación estándar frente a un plagio».

Un error absolutamente involuntario permitió que los textos de la profesora Mónica Cavallé fueran incluidos en Shimriti sin la correspondiente y merecida mención a su fuente. (Jorge Bucay)

Se trata simplemente de la omisión de tres citas que una vez advertidas fueron entregadas oportunamente a la editorial para su inmediata corrección, lo que lamentablemente no ocurrió por motivos ajenos a mi persona. (Felipe Pigna)

Mi esposa Blyte, historiadora del arte, se encarga de hacer muchas de las investigaciones para mis aventuras. (Dan Brown)

2) Los caballeros: reconocen total o parcialmente el plagio y aclaran el motivo de la inclusión. Encomiable, pero sin vuelo. Apenas salvaron su honor.

Usé hechos reales que describe Lucilla Andrews. Hasta donde sé, mi manera de expresarlos es diferente de la de ella. Sólo usé su relato de ciertas cosas, por cierto sobre el entrenamiento de las enfermeras. (Ian McEwan)

3) Los artistas: la explicación del plagio es, en sí, una manifestación artística. Si es verdad o no lo que argumentan es lo de menos.

Desde la primera entrevista con LA NACION hablé de la reescritura como un principio constructivo de la novela, que por algo se llama Bolivia Construcciones. Hubo ya trabajos académicos que identificaron y elogiaron ese procedimiento, que lo hizo gente de manera mucho mejor, como Juan Rodolfo Wilcock en sus primeras crónicas y en sus últimas novelas italianas. Con sólo introducir una única modificación un mismo texto cuenta otra historia. Nunca quise perjudicar a Carmen Laforet. Por el contrario, quise que Nada, la novela de ella, tuviera más lectores y no menos. Nada es una novela clásica que se enseña a los chicos en el secundario. Quise que Nada se reconociera en Bolivia Construcciones. Es decir, se quiso mostrar a Nada , no se la quiso ocultar, lo cual hubiera sido muy fácil. Se quiso señalar a esta otra novela, no ocultarla, se la quiso homenajear, no cancelarla. Esto de la reescritura de Nada se hace en música con el sampleo, o en artes plásticas, como lo que hizo Warhol con La última cena. (Sergio Di Nucci)

Y mi explicación favorita, un ejemplo de ficción, tomado de «Historias de familia»:

Psicólogo: ¿Sabes por qué estás aquí, Walt?

Walt: No realmente.

Psicólogo: Dijiste que escribiste la canción que tocaste en el concurso… ¿Por qué?

Walt: No lo sé.

Psicólogo: ¿Tenías razones para hacerelo?

Walt: Sentí que pude haberla escrito.

Psicólogo: Está bien, pero no fue así. Fue escrita por Roger Waters, de Pink Floyd, creo que sabes eso.

Walt: Pero pude haberlo hecho yo. Así que el hecho de que ya estuviera escrita es un tecnicismo.

Psicólogo: Entiendo.

[audio:http://www.simplenet.com.ar/mp/mpaniversario/30.mp3]