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Bulimia cultural

Obelisco de pan dulce, de Marta Minujin
Obelisco de pan dulce, de Marta Minujín

Nos pasó a todos a la vez. Una sensación que se fue transformando en percepción. El fin de semana lo confirmé con una charla con el músico Sami Abadi. Y ahora leo esto. Estamos enfermos de bulimia cultural y no hay cura a la vista.

Nunca leí tanto como ahora. Nunca vi tantas horas de películas y tv. Escuché más música que cualquier otro año de mi vida. Y mucho de lo que leí, vi y escuché en este último tiempo tiene más calidad que mis consumos culturales anteriores.

Es que tenemos a nuestra disposición toda la historia y la geografía de la cultura. La filmografía completa de Hitchcock en un zip de Rapidshare. El nuevo disco de una oscura banda australiana disponible en su blog.

Es demasiado fácil de obtener, diverso y barato como para resistirse. Y ése es el gran problema. ¿Los síntomas? Estar escuchando un buen disco y desear que termine para empezar a escuchar otro. Que resulte cada vez más difícil recordar dónde leímos algo (¿online? ¿en un libro? ¿en el diario? ¿en una revista?). Grabar programas de tv y no tener tiempo para verlos. Tener la «desgracia» de encontrar una radio online perfecta y apagarla con la sensación de que nos estamos perdiendo lo que va a venir. Si el tiempo es oro, su cotización sube sin parar.

Todo es chino. El arte efímero de Marta Minujin hecho norma. Antes releíamos libros, escuchábamos un disco decenas de veces. Ahora bajamos un MP3, lo escuchamos y lo borramos o lo sepultamos en el disco rígido en busca de más. Salvo por los libros con un valor afectivo en nuestras vidas, ¿para qué seguimos teniendo bibliotecas?

Estamos en una nueva etapa de reproductibilidad técnica y no hay un Benjamin para explicarla. O posiblemente haya tantos Benjamin que todavía no nos enteramos de su existencia…