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El mediopelo digital

(Segunda entrega del «Manual de zonceras digitales», publicada en el boletín 128 de Periodismo.com de marzo de 2009)

El listado de las zonceras que caracterizan al medio digital debería empezar por las personas. Sí, detrás de todos esos diarios digitales y portales hay seres humanos. Salvo en Google News, que se jacta de seleccionar y publicar artículos periodísticos «automáticamente mediante un programa informático». Hablamos de los llamados «periodistas digitales». Pero esta sería la primera zoncera.

Porque ¿qué es un periodista digital? En teoría podríamos decir que todo periodista es digital, en la medida en que usa buscadores, envía y recibe emails y consulta medios online de todo el mundo para su tarea cotidiana. Pero también podríamos afirmar que ningún periodista es digital, ya que no hace otra cosa que utilizar sus competencias como periodista (a secas) en medios digitales. Trabajar en un medio virtual (cargar noticias en un gestor de contenidos) no convierte a alguien en periodista digital. El soporte no define las competencias de un periodista (periodista radial, periodista televisivo), a lo sumo puede hacerlo su especialización (periodista científico, periodista político).

Si quisiéramos limitarnos a retratar a los trabajadores de los medios digitales podríamos caer en el estereotipo, No todos ellos son iguales. Pero que compartan su vocación, sean más o menos de la misma edad y realicen rutinas similares autoriza a caer en algunas generalizaciones, aunque siempre habrá excepciones.

Los mal llamados periodistas digitales niegan el pasado, se obsesionan con el presente y endiosan el futuro.

Para ellos no hay Historia. Lo que es anterior a sus vidas ya pasó, no es novedoso ni noticiable (salvo para los aniversarios redondos), por lo que no entienden por qué habría de importarles. También les produce indiferencia la historia del periodismo. Suponen que trabajar en medios digitales los coloca en un lugar diferente (¿superior?). Desprecian a los referentes de generaciones anteriores, incapaces de usar un Blackberry. Pero tampoco las experiencias pasadas de medios digitales parecen afectarlos. Eligen volver a fundar todo el tiempo sus rutinas y las de los destinatarios de sus mensajes, pese a que en la mayoría de los casos son reformulaciones de algo que ya se probó.

Este presente revolucionario y crispado se vive en los permanentes rediseños de los sitios, en la relevancia que se le da a la sección de último momento y en la sobresaturación de contenidos. Ellos pasan una decena de horas diarias frente a sus monitores, pero el visitante promedio se ve abrumado por esta compulsión a la exuberancia noticiosa.

Cada nueva moda es adoptada por el mediopelo digital con entusiasmo tilingo y pretenden que sus lectores sean de la partida y aprendan a bajar plugins, dediquen tiempo a disfrutar sus producciones especiales en Flash, renueven sus monitores para ver en más definición o reciban alertas en el teléfono celular. «¡Les estamos ofreciendo el futuro hoy y ustedes, lectores ingratos, nos dan la espalda! Así no se puede ser gurú», se lamentarán. Por suerte hay premios y Congresos de Periodimo Digital. Algo es algo.

Diego Rottman