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La temperatura subió al 18º «A»

Si usted vive en el piso bajo de un edificio, pero toma ascensor, no necesitará demasiadas frases sobre el clima para intercambiar con su ocasional compañero de viaje. Pero si usted y el otro pasajero viven en lo alto de una de esas modernas torres, no le alcanzará con un «¡qué húmedo que está!», un «hay anunciada tormenta» o el clásico «¡tiempo loco!» acompañado de una media sonrisa. Es necesario ampliar el bagaje de frases meteorológicas, para hablar más tiempo con el vecino sobre el clima, el «tema blanco» por excelencia (¿a quién se le ocurriría conversar con un compañero de consorcio sobre religión, política, drogas o sexo?).

Fernando Confesore y Mauricio Saldívar deben tener mucho levante entre esas cuatro paredes móviles hablando de isobaras y hectopascales, pero el resto de los mortales necesitamos intercambiar información menos técnica. Para eso se inventó el calentamiento global y no para otra cosa: para que además de hablar del clima del día, aquellos dueños de penthouses o las vecinas que van a colgar la ropa a la terraza tengan de qué charlar.

En una confabulación internacional, cuya pata local encabezarían AIERH y OTIS, los medios difunden noticias a diario para alimentar la convivencia ascensoril. Las últimas: «El calentamiento global aumenta la transmisión de enfermedades a nivel mundial» y «Por el cambio climático, hasta los esquimales compran acondicionadores de aire» (que, de paso, vuelve obsoleta la frase «venderle heladeras a los esquimales»).

Pero si tampoco alcanzara con el diario del día, un tal John Brignell recopila y actualiza un listado con todas las consecuencias que generará el calentamiento global según los medios. Hasta ahora no figura allí «desperfectos en ascensores» aunque seguramente si se derriten los hielos polares este medio vertical de locomoción termine perdiendo la función original para la que fue pensado.

A propósito, ¿alguien sabe por qué se llama ascensor si también sirve para descender?