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«¿Y cuándo se publica esta nota?»

Escrito en agosto de 2001 para el Boletín de Periodismo.com Nº 42

Los lectores ingenuos suponen que los únicos artículos que se escriben antes de que los hechos sucedan son los horóscopos, cuando en realidad la planificación es intrínseca al periodismo.

La mayor o menor antelación en la escritura de una nota dependerá de muchos factores, pero hay un género, considerado menor y usualmente esquivado, donde las noticias pueden escribirse varios meses y hasta años antes de que el acontecimiento se produzca: las necrológicas.

Biografía complaciente algunas veces, repaso aséptico de la obra del fallecido otras, la noticia de la muerte de un personaje de notoriedad es preproducida por la mayoría de los medios grandes. En muchos casos el obituario quedará archivado hasta que lo que está allí escrito se confirme en la práctica. Por supuesto que en varias líneas se leerá «XXXX», que oportunamente será cambiado por el dato de último momento.

Los profesionales del género acumulan anécdotas de famosos que se escandalizan por haber sido elegidos para semejante honor, pero también de otros que se enorgullecen y hasta llaman periódicamente al periodista responsable para mantenerlo al corriente de las últimas novedades de sus carreras.

Tom Bennett escribió para el Atlanta Journal-Constitution unos 400 obituarios por adelantado, cincuenta de los cuales contaron con la colaboración del futuro difunto. Segun él, hay un patrón común a todas las entrevistas «quieren que sus carreras sean entendidas, apreciadas, bien interpretadas. Y que nada quede afuera». Aunque otras celebridades, como Noël Coward reaccionen distinto. Cuando un periodista lo llamó para recabar «información para ser usada en caso de muerte», Coward respondió: «Ah, mi necrológica. No me interesa. Cuando se publique ya voy a estar muerto».

Si la situación es incómoda para los periodistas que deben responder al entrevistado desprevenido que les pregunta cuándo se publica la nota, peor aún es que alguien lea su propio obituario. Cuando esto le sucedió a Mark Twain, eligió desmentirlo con su acostumbrada ironía: «fue una verdad anticipada, un dato inevitable, pero prematuro». En 1970 el diario argentino Crónica anunció erróneamente el fallecimiento de Fabio Zerpa pero, lejos de rectificarse, al día siguiente publicó una entrevista con el aludido a la que tituló: «El hombre que volvió de la muerte».

En este sentido, el sitio web Dead People Server es una herramienta muy práctica para periodistas precavidos. Aunque muy localista, mantiene un listado de más de 2.000 celebridades, que incluye enlaces a citas, fotos, libros biográficos, obituarios publicados en los diarios y hasta el sitio web oficial del fallecido. Cada persona ostenta un cartelón rojo con su estado actual (vivo o muerto) y los datos biograficos elementales. Hay también una página especial dedicada a casos como los de Twain o Zerpa. Bob Hope, por ejemplo, murió para el Congreso Norteamericano el 5 de junio de 1998, cuando un funcionario se hizo eco apresuradamente de un cable que la agencia Associated Press había liberado por error del archivo de las necrológicas adelantadas. El borrador se evidenciaba en las primeras lineas donde podía leerse «LOS ANGELES (AP) — Bob Hope, the master of the one-liner and tireless morale-booster for servicemen from World War II to the Gulf War, xxxxxxxxxxxxxxxxxxxx. He was xx. (born May 29, 1903)». Por esos días alguien burlonamente lanzó «The Bob Hope Dead Pool», un sitio web donde la gente apostaba el día en que el actor pasaría a mejor vida.

La consolidación de Internet permite una mejor calidad de la información, con bases de referencia actualizadas y confiables y acceso inmediato a especialistas de todo el mundo, pero a la vez multiplica la cantidad y velocidad de los rumores y falsas noticias. En los últimos meses se difundieron a través de la Red las falsas muertes de Britney Spears, Lou Reed y Eminen entre otros.

Este repaso no estaría completo sin el recuerdo de las necrológicas de la casi muerta revista MAD: en lugar de reseñar la vida de personas ilustres, la publicación humorística amplió las fronteras de lo «necrologizable» con obituarios de personajes de TV (Steve Austin, «muerto por obsolescencia»), de costumbres («las canciones con melodía»), de personajes de merchandising (Ronald McDonald, «muerto de sobreexposición») y de personajes de historieta (Wally, «perdido y presumiblemente muerto»).

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Periodismo al azar

Escrito en junio de 2000 para el Boletín de Periodismo.com Nº 28

«Para ser periodista, agarrá una silla, sentate al lado del Obelisco y mirá qué le pasa a la gente». La frase pertence a Mario Bernaldo de Quirós y es citada en el libro «Crónicas Ejemplares», una recopilación de los artículos publicados por el periodista argentino Enrique Raab entre 1965 y 1975.

Una recorrida por los trabajos de Raab (uno de los cien periodistas desaparecidos durante el Proceso) lo muestra erudito y divertido, profundo y frívolo, narrador y obsesivo con los datos, siempre con un estilo impecable. Capaz de atrapar al lector tanto con un reportaje a Bertrand Russell como al describir una conversación de dos señoras en la rambla de Mar del Plata, Raab nos demuestra en cada artículo que no alcanza con sentarse en el Obelisco a mirar a la gente pasar para ser un buen periodista, que no basta con poner en una frutera una banana, una manzana y un racimo de uvas para transformarse en pintor de naturalezas muertas. Es en la mirada del pintor -y no en la frutera- donde está el cuadro.

Cualquiera puede atrapar al lector con la crónica de un asesinato, pero pocos pueden cautivarlo con «los tomadores de sol en el Botánico», como alguna vez lo demostró Roberto Arlt.

Un ejemplo de constancia en este sentido es el del periodista David Johnson, que hace 16 años hace honor a este concepto desde su columna semanal en el «Morning Tribune», un diario de Idaho. Cada viernes, desde el 6 de enero de 1984, publica su columna «Everyone Has A Story», que consiste en seleccionar de la guía telefónica local a una persona al azar y realizarle una entrevista. Ya lleva publicadas más de 800 y su espacio es un verdadero suceso que fue imitado por diarios locales de todo el país.

«Frecuentemente la gente me dice ‘mi vida no es interesante para publicar en un periódico’, pero yo no acepto un ‘no’ tan fácilmente», explica Johnson, «no pienso que la gente sea aburrida, si la historia no funciona, me culpo a mí mismo, soy yo quien no está haciendo bien las preguntas».

La técnica de las entrevistas al azar fue llevada mas lejos por la televisión nacional. El periodista Steve Hartman recurre a un mapa, un dardo y una guía para producir su segmento dentro del programa de CBS «The Early Show»: arroja el dardo al mapa, luego viaja al pueblo más cercano a la zona donde el dardo aterrizó y, como Johnson, marca un número al azar de la guía telefónica local. Usualmente debe hacer cuatro o cinco llamados hasta encontrar a alguien que acepte ser entrevistado. Hartman es un esclavo del azar, nunca cuestiona los resultados, aunque pueda pensar que el entrevistado no sirve, «empecé creyendo a medias en la idea, pero con casi cincuenta entrevistas realizadas puedo asegurar que la gente es más interesante y ‘noticiable’ de lo que siempre pensé», dice.

Entre los reporteados encontró a un niño de cinco años que suelta globos para que los reciba su abuela que está en el Paraíso, o una señora de 87 años que todavía sigue lavando la ropa de su hijo.

Jay Schadler es otro periodista de la misma corriente que, a través de su ciclo «Talelights», hace dedo en las rutas del país y entrevista a quienes lo levantan con sus vehículos.

«Es un nuevo género de noticias», arriesga Hartman, «es nuestra culpa como reporteros haber impuesto la idea de que se considere como noticia lo violento, lo loco o lo inusual. Hemos condicionado a la gente a pensar que ellos no son importantes, y creo que una de las cosas que más me gustan de mi segmento es que hacemos que la gente se sienta importante».

Hartman admite que Johnson fue su fuente de inspiración y, como él, cree que la guía telefónica está llena de historias sorprendentes que todavía no fueron contadas «y yo estoy corriendo lo mas rápido que puedo para contar la mayor cantidad posible».

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Si una errata permanece en una frase y ésta tiene sentido, se prueba que la frase no era una idea (Karl Kraus)

Escrito en julio de 1999 para el Boletín de Periodismo.com Nº 17

El periodismo, tan afecto a recordar aniversarios, sobre todo si se trata de números redondos, olvidó hablar de los 100 años de la aparición de «La Antorcha». Con la misma esperanza, pero también escepticismo de este fin de siglo, el 1 de abril de 1899 Karl Kraus publicó en Viena el primer número de «Die Fackel».

Hijo de un exitoso hombre de negocios, Kraus funda su periódico luego de rechazar la oferta de dirigir el suplemento literario del diario más importante de Viena. La idea era que «La Antorcha» apareciera tres veces por semana, pero su salida nunca fue regular. Desde su creación y hasta su cierre, escribió prácticamente solo los novecientos números de esta publicación que llegó a tirar 30.000 ejemplares a las dos semanas de su aparición.

Debido a su independencia económica aparecieron en «La Antorcha» unos pocos anunciantes, y eso sólo en los primeros números. Kraus detestaba la parcialidad de la prensa y aspiraba a la neutralidad informativa. Y aunque no lo logró (sus artículos tenían una fuerte carga de opinión) sus ataques a lectores, políticos, psicoanalistas y, sobre todo, periodistas están cargados de una ironía feroz, que en muchos casos conserva, un siglo más tarde, toda su vigencia. Es en esa contradicción donde está el verdadero valor de sus escritos.

Defensor del lenguaje y el arte, Kraus criticó desde adentro los vicios y clichés del periodismo masivo. Algunos de sus aforismos sirven como ejemplo:

«No tener una idea y poder expresarla: eso hace al periodista.»

«El periodista está estimulado por el plazo. Cuando tiene tiempo, escribe peor.»

«Los periodistas escriben porque no tienen nada que decir, y tienen algo que decir porque escriben.»

«El pintor tiene en común con el que lo es de brocha gorda que ambos se ensucian las manos. Y eso es precisamente lo que diferencia al escritor del periodista.»

«Los cuchillos dicen: ¡sin nosotros no habría jamón! Los periodistas dicen: ¡sin nosotros no habría cultura! Los gusanos dicen: ¡sin nosotros no habría cadáver!»

En plena guerra entiende que, ante tanto horror, las palabras ya no alcanzan y cierra su publicación. Dice: «no esperen de mí una palabra, tampoco podría decir nada nuevo. En la habitación donde estoy hay un ruido horrendo: carros de guerra, ediciones de la prensa voceada como batalla ganada: quienes nada tienen que decir ahora, porque de hecho tienen la palabra, continúan hablando. Quien tenga algo que decir, que dé un paso al frente y calle para siempre».

El «fiscal de Viena» como lo llamaban sus lectores, hizo «periodismo de periodistas» con maestría y pudo criticar al cuarto poder -el único poder que no tiene oposición- mientras lo ejerció.

A fines del siglo XX, la prensa no quiere fiscales y son pocos los intentos de radiografiarla. En este sentido, valga destacar el trabajo del periodista uruguayo Marcelo Jelen que en su interesante libro «Traficantes de realidad» dice: «suele decirse que las noticias son hechos, pero no lo son. Así como el pan es harina manipulada para que el público la coma, la noticia es información manipulada para que el público la consuma. Esa manipulación implica ocultamientos. Los periodistas, encubridores profesionales, deben ocultar. Día a día, buscan la mejor forma de resolver una ecuación diabólica: cómo lograr el máximo de difusión con el mínimo de ocultamiento, igual que los médicos matan tejido sano para curar un cáncer». Este ensayo, tamizado con jugosas anécdotas de la profesión, no tuvo una editorial que aceptara publicarlo (terminó autoeditandolo), medios que lo quisieran difundir (mandó ejemplares a los periodistas más importantes de Argentina sin recibir respuesta), ni lectores que lo conocieran para querer leerlo (vendió apenas 50 ejemplares).

Con mayor repercursión que el trabajo de Jelen, Edwin Sabillon, de 13 años, logró involuntariamente poner en ridículo a la prensa mundial que lo siguió ciegamente en su historia: dijo que su mamá había muerto en un huracán y que había ido a dedo de Honduras a Nueva York para ver a su papá, a quien no conocía. En realidad, Edwin vivía en Florida, su madre vive y su padre es el que murió de sida en Honduras. Todos olvidaron el viejo axioma del periodismo: «Si tu madre te dice que te ama, chequealo».

No hay ensayo más poderoso que este caso para desnudar la cadena informativa entre los distintos medios y los distintos países: la noticia se movió de los diarios a la radio e Internet y de allí a la TV. Al día siguiente ya había ganado espacios centrales en los medios de todo el planeta. Un estudio realizado sobre los diarios españoles concluyó que 49,7 por ciento de las fuentes citadas eran otros medios noticiosos. Ante tanto refrito, la cadena funciona sólo si la información de origen no está viciada. En este caso la cadena falló. Y Karl Kraus no estaba allí para reirse.

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El medio más poderoso no tiene prestigio

Escrito en abril de 1999 para el Boletín de Periodismo.com Nº 14

El terremoto en Los Angeles de 1994, el informe Starr, Matt Drudge revelando las intimidades de la pareja Clinton-Lewinsky son algunos de los picos de audiencia que consagraron a Internet a nivel mundial como el medio informativo de la inmediatez y la simultaneidad por excelencia.

Casi 12.000 publicaciones informativas exclusivamente de la web, más de 30 millones de paginas para visitar (desde las inútiles hasta las imprescindibles) y gran parte de las publicaciones de papel volcadas a la WWW total o parcialmente, convierten incuestionablemente a Internet en el medio con más información.

Posibilidad de poner una publicación gratuitamente en línea, sitios que ayudan a diseñar, redactar, instalar y hasta financiar un «webzine» hacen que la Red de redes sea el medio más democrático a la hora de difundir ideas o información.

Noticias a la carta en tiempo (periodicidad y duración), soporte (texto, audio, fotos y/o video), idioma y contenido consagran a Internet como el medio de comunicación más configurable.

Mas de 90 millones de usuarios de la web, mas de 160 millones de usuarios de Internet con un perfil mayoritariamente joven, de buen poder adquisitivo, buen nivel educativo y conocimientos tecnológicos, hace de Internet el medio masivo con la audiencia más calificada.

Inmediatez, pluralismo, diversidad, audiencia calificada y masiva a la vez… ¿el medio ideal? Al menos no todavía, al menos no para los anunciantes, al menos no para América latina. Y ¿paradójicamente? al menos no para los periodistas.

Que aparezca un medio de comunicación como Internet y que los periodistas le den la espalda como ambito laboral (aunque no como espacio de investigación) es un dato aparentemente incomprensible. Pero con fundamentos.

El periodista de PC Magazine, John C. Dvorak elaboró el nuevo orden jerárquico de la prensa, cuando se enteró de que un amigo suyo, columnista de un renombrado diario, rechazó la oferta de cambiar el lugar de publicación de sus columnas a un medio online. La oferta económica era muy buena, pero prefirió ganar menos y seguir en el diario, porque consideraba que en la web perdería credibilidad, poder y prestigio.

Asi surgió esta lista de los espacios más influyentes dentro de la prensa, de más poderoso a menos:

  • Novelistas «Best-sellers»
  • Principales conductores de los noticieros televisivos más importantes
  • Escritores de no ficción
  • Columnistas de revistas
  • Escritores en revistas
  • Columnistas de diarios
  • Conductores de talk-shows radiofónicos nacionales
  • Periodistas de diarios
  • Escritores en diarios
  • Periodistas de redes televisivas nacionales
  • Conductores de TV local
  • Conductores de talk-shows radiofónicos locales
  • Periodistas de redes televisivas locales
  • Periodistas freelance de TV
  • Periodistas de radios locales
  • Personalidades de la radio
  • Columnistas en la web
  • Periodistas en la web
  • Periodistas en medios sensacionalistas

Por supuesto que la lista, el orden y hasta las categorías son discutibles, pero no deja de llamar la atención el funesto lugar que ocupan los profesionales de la información de la web, sólo por encima de los periodistas de la prensa amarilla. Pero al menos Dvorak encuentra justificaciones para su orden jerárquico basándose en varios elementos: la percepción de cuál profesional es más influyente para el público en general; la dificultad con la que se puede conseguir un trabajo en las categorías superiores; la facilidad con la que se puede conseguir un trabajo en las categorias inferiores; la compensación; la percepción de cuál profesional es más influyente para los profesionales de los otros medios; la percepción de cuál profesional es más influyente para los profesionales de Relaciones Públicas; la dificultad para conseguir acreditaciones de prensa, etc.

Los escritores de la web son percibidos como de «bajo rango» por varias razones: cualquiera puede poner sus opiniones en la web, no hay barreras para entrar. Las ganancias no suelen ser demasiado tentadoras y, la mayoria de las veces, los periodistas de la web deben pagar de sus bolsillos el espacio. Y para afrontar esos costos, deben dedicarse a otros empleos (periodisticos o no) para mantenerse, descuidando así la calidad de los productos, muchas veces mínimamente editados, mal diseñados y sin actualizaciones periódicas.

A esto habría que agregar que hasta el momento no existe una carrera organizada específicamente para los periodistas de la web (no sólo porque no hay oferta, tampoco hay demanda), que hay demasiada información-chatarra dando vuelta en Internet y que en América latina son pocos los medios impresos que generan contenido original para Internet.

También hay que reconocer que todo medio nuevo necesita de tiempo y «goles» para ganar prestigio y que los pioneros ocuparán un lugar de privilegio en su desarrollo futuro.

No hay que olvidarse de que Internet es un medio en permanente desarrollo, mientras que el resto de los medios de comunicación (con la discutible excepción de la televisión) ya terminaron su fase evolutiva (un diario que habla ya no es un diario, una radio con imagen ya no es una radio). Le quedan a Internet (o como se llame entonces) varios años de evolución para hacerse mas amigable y conquistar así a nuevos públicos y a periodistas que elijan a este medio de comunicación ideal como el lugar soñado para desarrollarse profesionalmente.

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¿Para qué sirven los críticos?

Ayer cuatro periodistas de espectáculos debatieron con Luis Majul sobre el valor de la crítica de programas de tv. Ya que estamos desempolvando viejos textos, es oportuno recordar uno que escribí para el Boletín de Periodismo.com Nº 13, de marzo de 1999.

0) La crítica cinematográfica está en el centro por varios motivos: la muerte de Gene Siskel, uno de los críticos norteamericanos mas conocidos; una nueva entrega de los Oscar, esta vez con un candidato por Argentina, y las múltiples polemicas alrededor de «La vida es bella», de Begnini son una buena excusa para hablar de un género que está demandando revisiones.

1) Jay Sherman era un crítico de cine. Tenía un programa que siempre estaba a punto de ser levantado, donde demostraba invariablemente su amor por el cine «con pretensiones» y su odio hacia todo lo que oliera a mainstream. La serie de dibujos animados «The Critic», realizada por Gracie Films, tuvo que ser levantada: para el público tenía demasiadas pretensiones y siempre prefirió al otro producto de los mismos realizadores «Los Simpsons» que, sin llegar a ser industrial, era más digerible para los telespectadores de todas las edades.

2) En los manuales clásicos de periodismo se explica la importancia de distinguir entre información y opinión. ¿Qué es una crítica de cine? No es información: hay juicios de valor y calificaciones y descalificaciones de quien firma. Pero tampoco es opinión: los diarios se cuidan bien de marcar los artículos de opinión con el rótulo «opinión». En los artículos de opinión, el diario no necesariamente tiene que coincidir con el autor. En las críticas de cine el diario parece apoyar el veredicto del crítico.

3) Se supone que un crítico nos dice si vale la pena ver una película y por qué. Pero, como con el programa de Jay Sherman, el público parece guiarse más por su instinto que por los dictados de tal o cual crítico: es claro que casi nunca existe una relación directa entre críticas y taquilla.

4) ¿Quién y por qué es crítico de cine? ¿Es crítico el que vio mucho cine? ¿El que filmó mucho cine? ¿El que sabe ver «más allá» de las películas? ¿El que entiende mejor las expectativas del lector del medio en el que escribe?

5) Si la crítica de cine es «prevención» (nos anticipa una película), ¿debemos seguir al crítico Sergio Wolf, que dijo que Titanic es «un clásico del futuro» o al crítico Quintín para quien Titanic es «correcta, entretenida y profundamente vacía»?

6) ¿A quién escuchar antes de ver una pelicula? ¿A aquel con cuyas criticas coincidí más veces después de salir del cine? ¿Al más persuasivo? ¿Al que analiza cada rubro técnico en detalle? ¿Al que evalúa la obra como un todo? ¿Al que busca valores más allá de la película? ¿Al que se centra sólo en el argumento?

7) ¿En que se diferencia un crítico de un amigo nuestro que vio la película? Es cierto que nuestro amigo no leyó el press-book, pero el crítico no nos conoce y nuestro amigo sí. Posiblemente un crítico esté harto de ver películas en las que el policia negro conoce al policia blanco y luego de odiarse durante la mitad de la película, se vuelven compinches inseparables en la otra mitad. Pero a lo mejor nuestro amigo y nosotros no vimos tantas películas de ese tipo. O a lo mejor vimos un millón y queremos ver otro millón más. El crítico le puso un 3 (dijo que era «previsible») y nuestro amigo un 9.

8) El modelo de crítica previsora que aparece en los diarios el dia del estreno de un film está quedando obsoleto. Distinto es el caso de las revistas de cine, donde las películas se analizan desde otra perspectiva y sirven más como punto de partida para un debate de ideas para después de la proyección, que como consejo prescriptivo para el espectador medio.

9) ¿Cuáles son las alternativas? Para el espectador, sugiero el modelo de Movie Critic (N. de la R.: Movie Critic no existe más, aunque hay varios sitios similares). Se trata de un sitio gratuito en el que el usuario va calificando una serie de películas. Una vez que se calificó una buena cantidad, basándose en esas elecciones (como nuestro amigo) emite recomendaciones probables para cine y video. Ofrece además la opción de «recomendaciones para dos» (combina las preferencias cinematográficas de, por ejemplo, un matrimonio). Hay que destacar que cuantas más películas se califiquen, más aproximadas serán las recomendaciones.

Para los diarios, copiar el modelo del excelente sitio de venta de videos Reel. La «crítica» se basa en tres elementos: una breve sinopsis argumental de no más de 20 palabras, una comparación con otras películas similares («si le gustó ‘La Historia Oficial’, seguramente le interesará ‘Missing'») y la «anatomía» de la película, compuesta de puntajes en catorce variables fijas, entre las que se encuentran «humor», «hollywood style», «sexo» o «profundidad dramática» (ver anatomía de «La Historia Oficial» aquí).

10) Espero ansioso el abucheo o la consagración de los críticos a estas propuestas.

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Peor que un refrito

Frecuentemente toleramos resignados que Infobofe levante de Noticias Locas y refrite la noticia, jamás cite la fuente y en algunos casos, en un alarde de perversión, cite como fuente a otro sitio que también nos refritó.

Pero este domingo su home page estaba encabezada por una noticia que habíamos publicado el día anterior (a decir verdad, era una nota sin actualidad que teníamos de parrilla y usamos porque el dibujante estaba de vacaciones):

estatuloca.gif
estatuas.gif

Dice el título de Noticias Locas:

Las estatuas más extravagantes del mundo

Dice el título de Infobofe:

Las estatuas más raras del mundo

Acá reemplazaron extravagantes por raras. Es que la palabra extravagante puede sonar rara al lector promedio de Infobofe.

Dice el copete de Noticias Locas:

Una página de internet muestra un ranking con fotografías de las estatuas más ridículas y asombrosas halladas en ciudades de todo el mundo.

Dice el copete de Infobofe:

Una página de internet muestra las fotografías de las estatuas más ridículas y asombrosas halladas en ciudades de todo el planeta. Un arte que mezcla lo grotesco con creaciones típicamente posmodernas. Vea la galería de imagenes.

Acá ya hay un poco más de laburo del redactor. Sacó un ranking con, reemplazó mundo por planeta, ¡y redactó una frase propia!: un arte que mezcla lo grotesco con creaciones típicamente posmodernas (?). Con respecto a Vea la galería de imagenes, en lugar de enviar al lector al sitio que se dedicó a hacer la recopilación, Infobofe se adueña por partida doble del trabajo ajeno e incorpora en su propia web todas las fotos del sitio reseñado.

El primer párrafo no está tan calcado. Sobre todo porque ellos escribieron estravagantes en lugar de extravagantes (¡les dije que era una palabra rara!). Y porque ambos nombramos al sitio Strange Statues Around the World, pero nosotros lo linkeamos y ellos deciden expresamente quitar el link.

El segundo párrafo de Noticias Locas comienza diciendo:

Algunos ejemplos de las estatuas son el robot «Mazinger Z», ubicado en la estación de trenes de Atocha, en la capital española;

El segundo párrafo de la nota de Infobofe comienza diciendo:

Algunos ejemplos de las estatuas son el robot «Mazinger Z», ubicado en la estación de trenes de Atocha, en la capital española;

Hay que reconocer que el resto de los ejemplos de «estatuas estravagantes» es diferente entre un sitio y otro…

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Un nuevo medio de información

Lo que sigue parece escrito en la prehistoria, pero lo redacté hace poco más de ocho años para el Boletín de Periodismo.com número 3, de mayo de 1998. Con el escándalo Clinton-Lewinsky todavía fresco, detallo el movimiento informativo que se generó a partir de la web.

Ante la ausencia de un relevamiento serio, es interesante y hasta divertido cotejar la cantidad de usuarios argentinos de Internet según los distintos medios locales. Para los artículos, la cifra oscila en un rango que va de los 60.000 hasta los 250.000. Prácticamente ninguno de esos textos cita una fuente para ese número, por lo que no sería alocado pensar en que el instrumento de medición fuera el conocido «ojómetro».

Y aunque fuera de un cuarto de millón de navegantes, la cantidad sigue siendo pobre. Internet Argentina está en construcción y a nadie se le ocurriría equiparar la penetración de la gráfica, la radio o la TV con la de este medio de comunicación que, al menos en nuestro país, sigue en pañales. Hay que pensar que estamos hablando de poco más de dos puntos de rating para la televisión: sólo un programa de ATC resistiría esa audiencia.

En Estados Unidos, en cambio, Michael Kinsley, editor de la revista electrónica «Slate» dice sin sonrojarse que el escándalo Clinton-Lewinsky fue «a la Internet lo que el asesinato de Kennedy fue a los noticieros televisivos».

Aunque la afirmación puede ser excesiva, con 62 millones de personas on-line (Intelliqest) la Internet (y no sólo la World Wide Web) ha comenzado a influir en la agenda informativa norteamericana. En un reciente informe de la «Yahoo Internet Life» los principales libretistas de los shows nocturnos estadounidenses (Letterman, Leno, etc.) reconocen que acuden a las noticias de la web para estar al tanto no solamente de lo último, sino de los extraño y lo original.

Las primeras tres semanas del «Monicagate» se disparó la audiencia (medida en visitantes) de los principales sitios web. Así, el servidor del «Drudge Report», la página sensacionalista que lanzó el rumor, colapsó, mientras que FOX Online y MSNBC duplicaron su tráfico. Lo curioso es que la red no se limitó a ser eco y análisis del resto de los medios, sino que originó la noticia y fue protagonista principal durante varios días.

Como consecuencia de la divulgación del escándalo en el «Drudge Report» (17/1), al día siguiente aparece un mensaje sobre el tema en el grupo de discusión alt.current-events.clinton.whitewater. El miércoles 21 «ABC News», «The Washington Post» y «Associated Press» difunden la noticia. Simultáneamente, se reserva el nombre de dominio monicalewinsky.com.

Y aquí el papel de Internet podría haber terminado. Pero no. Cronistas de diarios, revistas y tv acuden a la página del «Lewis & Clark College» para contactar -via e-mail- a los compañeros de clase de Mónica. La página es levantada.

El 22 aparece una falsa página de Mónica Lewinsky en la web, que es levantada, no sin antes ser reportada por «The Detroit News» como una página verdadera.

A partir del lunes 26 de enero varios medios «de papel» comienzan a usar a sus sitios web como testeo. Así, en su sitio «The Dallas Morning News» informa que un agente del servicio secreto testificará diciendo que vio a Clinton y a Lewinsky en un acto sexual en la Casa Blanca. La historia es rectificada y nunca publicada en la version de papel. El 29 Time informa que el presidente Clinton admite un encuentro sexual con Jennifer Flowers. Esta exclusiva no aparece en la edición impresa de la revista.

Finalmente, el 4 de febrero «The Wall Street Journal» relata que hay testigos que vieron a Clinton y a Lewinsky en la oficina que está al lado de la Oficina Oval. La historia no aparece en la edicion impresa, sin embargo es reproducida por muchos diarios regionales.

El «Mónicagate» es un símbolo (no importa si el primero o el mayor) de que en Estados Unidos los «mass-media» miran a Internet y comienzan a respetarla como un medio de información más, tratando de aprovechar sus virtudes (inmediatez, economía, red, ensayo y error) y marcar sus excesos (noticias falsas o poco verificables). Y aunque en Argentina los sitios web de los diarios prácticamente no generan contenido propio, es un buen momento para comenzar un debate sobre el futuro informativo del periodismo digital.

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Lo que aprendí: Epílogo

Con este texto, en el que recopilo frases/enseñanzas sobre el periodismo de distintos autores, termina la serie «Lo que aprendí» del Boletín de Periodismo.com. Fue publicado en diciembre de 2002.

Hay una cosa en la cual se nota la diferencia entre el periodista novato y el que no lo es, en una guerra. El novato llega a una guerra y no pregunta a nadie, para que no piensen que es novato. ¡Y así todo el mundo sabe que es novato! Mientras, el veterano llega y busca a los amigos, a ver, oye, cuéntame, cuál calle es peligrosa, ese camarero tiene información, aquel trafica, aquella chica vale cien dólares, aquella botella de whisky vale 200… Tú trabajas y te mueves. Es normal preguntar. Uno aprende preguntando. (Arturo Pérez-Reverte)

Una frase que ha hecho mucho daño a algunos periodistas es esa de García Márquez de que el magnetófono mata la entrevista. ¡Carajo! Y Graham Bell mató la comunicación humana y los aviones aniquilaron los viajes en burro y el agua entubada acabó con la hermosa tradición de acarrear bidones. Me parece una irresponsabilidad absoluta hacerle una entrevista de 40 minutos a alguien sin mirarlo a los ojos, anotando lo que alcanzo a escribir. Ahora, si vas a hacer una crónica, vete con tu libreta. Pero si alguien va a jugarse contigo su prestigio, su nombre, su libertad, su futuro, registra sus palabras de la manera más fiel. Es lo menos que puedes hacer. (Ciro Gómez Leyva)

No creo que sea recomendable el amarillismo en el periodismo. Digo, simplemente, que es casi inevitable. El periodismo es áspero y en esa virtud es muy difícil mantenerse sin un resbalón. (Julio Scherer García)

El buen periodista es como el escritor. Si lo hace bien, puede conmover al público. Pero no tiene que proponérselo. (Robert Cox)

Cada vez son menos los diarios que siguen dando noticias obedeciendo el mandato de responder en las primeras líneas a las seis preguntas clásicas o, en inglés, las cinco W: qué, quién, dónde, cuándo, cómo y por qué. Aunque en todas las viejas reglas hay una cierta sabiduría, no hay nada mejor que la libertad con que ahora podemos desobedecerlas. La única dictadura técnica de las últimas décadas es la que imponen los diagramadores, y éstos, cuando son buenos periodistas, entienden muy bien que una historia contada con inteligencia tiene derecho a ocupar todo el espacio que necesita, por mucho que sea: no más, pero tampoco menos. (Tomás Eloy Martínez)

El criterio que manda es el formato del diario, su diagramación, su espectáculo y su propuesta de lo que constituye un día: la seudonoticia de un día cualquiera se infla para que luzca importante; la noticia importante se comprime y achata para que acate el formato del diario. El periodismo comprime el rasgo dinámico de los acontecimientos, del mismo modo que la música funcional apaga los extremos para compatibilizar a Mozart, Louis Armstrong y Prince. (Claudio Uriarte)

La investigación periodística, debido a su virtud reveladora, tiene un poder de choque sobre la sociedad superior al del periodismo ideológico y produce un interés más permanente. Saber quiénes detentan el poder, cómo lo tienen y qué hacen con él es algo que seduce a todo el mundo. (Rogelio García Lupo)

Quien tiene el poder de conceder la impunidad, tiene el poder de banalizar la información, por terrible que sea, si el mayor poder al alcance de los informadores es el estremecimiento de la ética. (Carlos Monsivais)

El sistema hoy en vigor nos muestra constantemente que todo incremento de información supone una amputación de la libertad. La forma moderna de la censura consiste en añadir y acumular información. La forma moderna y democrática que adopta la censura no se basa en la supresión de información, sino en el exceso de ésta. (Ignacio Ramonet)

El periodismo se debate hoy entre cinco caminos, emergidos de la metáfora canina: a) perros falderos: asumir una actitud de subordinación, dependencia, lambisconería y tibia o nula crítica con el afán de ganarse el beneplácito del dueño del poder y, por ende, paladear la chuleta publicitaria; b) perros cirqueros: privilegiar los criterios del entretenimiento o las maromas de la espectacularización desmesurada para sorprender y así elevar ratings y tirajes, aun a costa del riesgo de la trivialización; c) perros de ataque: irse al pescuezo de los actores públicos a la menor provocación, erigiéndose como incuestionables fiscales a ultranza; d) perros de vigilancia: desarrollar una acuciosa tarea de supervisión del entramado sociopolítico a fin de custodiar o hacer valer, públicamente, el respeto de libertades y derechos ciudadanos; y e) perros lazarillos: hacer ver y aportar luz a quienes necesitan orientación en su andar cotidiano para elevar su nivel de vida. (Omar Raúl Martínez)

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Lo que aprendí: Gabriel García Márquez

A diferencia de los testimonios anteriores, realizados mediante entrevista directa, en este caso recopilé frases de artículos y entrevistas a García Márquez en las que habla sobre el periodismo. También hay fragmentos de «Vivir para contarla», su autobiografía. Fue publicado en el Boletín de Periodismo.com Nº 57, de noviembre de 2002.

En «El Universal» publiqué mis primeros trabajos periodísticos. Clemente Manuel Zabala era el jefe de redacción. Le expliqué que quería trabajar allí, y que había publicado tres cuentos. Y resultó que él los había leído. Me dijo: «Siéntate y escribe una noticia». Después la leyó y lo tachó todo, y fue escribiéndola él entre las líneas tachadas. En la segunda noticia volvió a repetir la misma operación. Las dos se publicaron sin firma, y yo pasé días estudiando por qué cambió cada cosa por otra, y cómo las escribió él. Después ya me fue tachando menos frases, hasta que un día ya no tachó más, y se supone que desde aquel momento yo ya era periodista

Las escuelas de periodismo son importantes para saber lo que es el periodismo, pero no para saber periodismo.

Es un consuelo suponer que muchas de las transgresiones éticas y otras tantas que envilecen y avergüenzan al periodismo de hoy, no son siempre producto de la inmoralidad, sino que ocurren por falta de dominio profesional.

El mal periodista piensa que su fuente es su vida misma -sobre todo si es oficial- y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente.

La mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor.

La investigación no es una especialidad del oficio, sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición.

«Crónica» tuvo para mi la importancia lateral de obligarme a improvisar cuentos de emergencia para llenar espacios imprevistos en la angustia del cierre. Me sentaba a la máquina mientras linotipistas y armadores hacían lo suyo e inventaba de la nada un relato del tamaño de un hueco. Así escribí «De cómo Natanael hace una visita», que me resolvió un problema de urgencia al amanecer, y «Ojos de perro azul» cinco semanas después.

El periodismo es un género literario mayor de edad, como la poesía, el teatro, y tantos otros.

Una buena nota es como una salchicha. Tienes que anudarla al final para después poner todo adentro y que no se te caiga nada. Será una buena nota si sabes adónde vas antes de sentarte a escribir.

Siempre hay alguien que sabe cómo sucedió todo realmente. Hasta el autor del crimen compra el diario para ver cómo salió la información.

Desde que era un niño y aún no sabía leer esperaba el diario de los domingos, por las tiras cómicas. Hoy, los periódicos ya no me parecen tan atractivos. Probablemente, nosotros hemos cambiado mucho y los periódicos no tanto.

Los diarios ganarán la batalla el día en que dejen de competir con la radio y la televisión. No hay como el detalle para hacer la diferencia. La TV tendrá las mejores imágenes, pero tu tendrás los olores y los sentimientos de lo que ocurrió.

Que el periodista esté esclavizado a la realidad no significa que tenga que escribir un texto parco y despojado de sensaciones.

El objetivo es mantener la atención del lector. Cuando uno siente que corre el riesgo de aburrirse hay que dar un corte, para lo que a veces es muy útil el intertítulo. Es lo que llamo el cambio de nalgas, como cuando vemos cine.

El peor mal que puede sorprender a un diario: que no me llegue y ya no me importe.

Para mí, la computadora es una máquina de escribir mucho más simple, práctica y útil. Yo empecé con la pluma aquella de palo de madera y luego pasé por la estilográfica, la vieja máquina de escribir mecánica, la eléctrica y ahora la computadora, que no escribe las novelas por mí, sino que me permite trabajar mucho más rápido, y más descansado. Si a mí me hubieran dado la computadora hace veinte años, tendría dos veces más libros escritos.

Alguien tendría que enseñarle a los colegas jóvenes que el cassete no es un sustituto de la memoria. La grabadora oye, pero no escucha, repite pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón, y su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas de su interlocutor.

Hay que cubrir más lo que hacen que lo que dicen.

Tenía y sigo teniendo un prejuicio tal vez injusto contra las entrevistas, entendidas como una sesión de preguntas y respuestas donde ambas partes hacen esfuerzos por mantener una conversación reveladora. Hoy es incontable el número de entrevistas de que he sido víctima. La inmensa mayoría de las que no he podido evitar deberán considerarse como parte importante de mis obras de ficción, porque son sólo eso: fantasías sobre mi vida.

Otra cosa que me preocupa de las entrevistas es su mala reputación de mujer fácil. Cualquiera cree que puede hacer una entrevista, y por lo mismo el género se ha convertido en un matadero público donde mandan a los primerizos con cuatro preguntas y una grabadora para que sean periodistas por obra y gracia de sus tompiates. El entrevistado tratará siempre de aprovechar la oportunidad de decir lo que quiere y -lo peor de todo- bajo la responsabilidad del entrevistador.

Nunca hay que descuidar la cara del entrevistado, que puede decir mucho más que su voz, y a veces todo lo contrario.

En una ocasión una reportera española me abordó en un hotel, quería una entrevista. Le dije que no, pero que nos acompañara durante el día a Mercedes y a mí: fuimos de compras, comimos juntos, y cuando regresamos al hotel tomó su grabadora y me dijo ¿ahora sí me da la entrevista? ¡Con todo el material que tenía!

El tiempo y el mismo oficio han demostrado que el sistema nervioso del periodismo circula en realidad en sentido contrario. Doy fe: a los diecinueve años -siendo el peor estudiante de Derecho- empecé mi carrera como redactor de notas editoriales y fui subiendo poco a poco y con mucho trabajo por las escaleras de las diferentes secciones, hasta el máximo nivel de reportero raso.

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Lo que aprendí: Javier Darío Restrepo

Si accedes a ser director de un noticiero, nunca vas a dirigir el noticiero. Compromisos de toda clase cercan a un director; desde los compromisos con la gerencia, hasta los que plantean todos los poderosos de turno que se creen con derecho a ser acatados.

En la rutina del periodista todos los días son nuevos, ninguno se parece al otro.

El buen periodista siempre se está haciendo preguntas y no le cree a nadie.

Las nuevas generaciones de periodistas han cambiado de intereses. Los veo más universales y con una predisposición a la tolerancia. Esta es la enseñanza que he encontrado en ellos. Y caigamos en el lugar común: son más frescos.

La distancia que separa a los libros de estilo de la práctica cotidiana es la misma que separa a la utopía de la realidad. Son una utopía necesaria.

Características de alguien que aspire a ombudsman de un medio: independencia, independencia y más independencia.

Gracias a las sugerencias de los lectores del diario en el que soy ombudsman, gradualmente se le ha dado prioridad a la presunción de inocencia sobre el impulso de acusar y de hacer de los procesos judiciales, material para titulares de sensación. También se le está reconociendo a los acusados el derecho a expresar su punto de vista el día mismo en que se presenta la acusación.

Como ombudsman me autocriticaría no haber acercado más al lector a través de Consejos de Lectores. No lo hice en «El Tiempo», intento hacerlo en «El Colombiano».

La repercusión de mi trabajo la veo en pequeñas cosas: la orientación que se le da a una u otra noticia, alguna posición editorial, los tonos de las cartas que se reciben, algunas de especial agudeza crítica que antes no existía, expresiones de inconformidad razonada que no se solían dar a conocer, cosas así. No hay un medidor, como los termómetros, para saber si la temperatura sube o baja.

Me ha resultado de gran utilidad para la profesión el libro de Porfirio Barroso Asenjo: «Códigos deontológicos de los medios de comunicación». Recopila códigos de ética periodística de todo el mundo y me ha permitido conocer los valores éticos en que coinciden periodistas de todas las naciones. Libro imprescindible: el Diccionario de la Real Academia Española. Cuando no lo necesito, me creo la necesidad de consultarlo.

Me especialicé en la ética periodística por una coyuntura: me hicieron parte de una comisión encargada de presentar un proyecto de código de ética para el Círculo de Periodistas de Bogotá. Hasta ese momento tenía un conocimiento teórico de lo ético y solía dictar conferencias eruditas e incomprensibles, aún para mí. Desde entonces tuve mi cable a tierra que, con los años y el contacto con periodistas de todo el continente, ha echado raíces. Pienso que a los colegas les ha sucedido lo mismo que a mí: el interés por lo ético ha crecido a medida que ha dejado de ser una teoría y se ha convertido en una utopía personal.

Un periódico crea un marco propicio para un ejercicio ético de la profesión si es una buena empresa.

El periodismo ha sido pésimo como poder. Cuando asume ese papel, abandona el que le es sustancial: el de servir. Además incurre en la vulgaridad de los poderosos.

Cuando leo un diario me ilusiona sentir la tibieza de la historia recién horneada.

Como corresponsal de guerra aprendí a mirarle la cara a la guerra y a detestarla. Ante el dilema de qué debe hacer un periodista si hieren a alguien cerca suyo, si ayudarlo o cubrir la noticia, sostengo que hay que ayudarlo. No hay noticia tan valiosa que valga el sacrificio de una vida humana.

No he encontrado el momento de retirarme del periodismo. Y en unas semanas cumpliré setenta años (N. de la R.: la entrevista es de setiembre de 2002).

Si hay algo de lo que estoy seguro en esta profesión es de que nunca aburre.

(Entrevista: Diego Rottman para el Boletín de Periodismo.com Nº 55, de setiembre de 2002)