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Rebelde con pico de oro – El Malpensante.com

Una introducción a Christopher Hitchens
Martin Amis

¿Qué significa ser un rebelde? En el prólogo del libro The Quotable Hitchens, el autor de La viuda embarazada construye una definición a partir de los rasgos más polémicos e irreverentes de su gran amigo Christopher Hitchens.

“La elocuencia espontánea me parece un milagro”, confesó Vladimir Nabokov en 1962. En el prólogo de Opiniones contundentes (1973) retoma esta idea de forma más personal: “Nunca le he dado a mi audiencia un trozo de información que no haya preparado anteriormente con una máquina de escribir… mi tosecilla y mis risas vacilantes en el teléfono hacen que las personas que llaman de larga distancia dejen de hablar en su inglés materno para hacerlo en un francés patético”.

”En las fiestas, si intento entretener a las personas con una buena historia, debo retroceder cada dos frases para agregar o borrar cosas… nadie debería pedirme que me someta a una entrevista… lo intentaron al menos dos veces en el pasado, una de ellas con grabadora incluida; cuando devolvimos la cinta y terminé de reírme supe que nunca más en mi vida repetiría una actuación semejante”.

Nosotros simpatizamos con él. Y la mayoría de las personas que pertenecen a la especie literaria desearían incluirse en algún lugar de la escala de Nabokov: “Pienso como un genio, escribo como un autor distinguido y hablo como un niño”.

El señor Hitchens no es así. Puede que precisamente él invierta el paradigma de Nabokov: piensa como un niño (sus juicios son mucho más instintivos y morales-viscerales de lo que parecen, y están animados por el escrúpulo infantil de lo que se siente justo y verdadero), escribe como un autor distinguido y habla como un genio.

Gracias a esto Christopher es uno de los retóricos más intimidantes que el mundo ha visto. Lenin solía presumir diciendo que su objetivo en el debate no era la contradicción y la posterior refutación, sino la destrucción de su interlocutor. Ésta no es la política de Christopher, pero sí lo que hace en la práctica. Con su gran cantidad de referencias y precedentes geohistóricos, es casi como si fuera Google. Pero Google, con sus diez millones de resultados en 0.7 segundos, no es más que un idiot savant; el motor de búsqueda de Christopher está mucho mejor afinado. No importa cuál sea el tema, yo lo apoyaría en un debate contra Cicerón o Demóstenes.

El hábito de decir las palabras apropiadas en el momento preciso tiende a ser relegado a la categoría de réplica impertinente. Pero el desaire, la respuesta rápida, cuando es precisa, da un falso sentido de finalización. Se dice algo, tan rápido como un relámpago, y ése parece el final de las cosas. Me he dado cuenta de que las respuestas más memorables de Christopher se quedan en el aire, resuenan y eventualmente se combinan como los movimientos en una partida de ajedrez. Una noche, hace cerca de cuarenta años, le dije: “Sé que desprecias todos los deportes, ¿pero qué tal una partida de ajedrez?”. Con una mezcla de perplejidad y diversión, me acompañó en los 64 cuadros. Dos cosas salieron a la luz. Primero, no se mostró combativo en absoluto, no ofreció ninguna resistencia (porque se trataba de un juego y en eso la honestidad es lo único que realmente importa). Y segundo, mostró una tierna indiferencia ante el sentido común. Esto lleva a una reflexión paradójica.

En Estados Unidos y el Reino Unido hay excelentes comentaristas que usan el sentido común mucho más de lo que Christopher lo haya utilizado jamás (en Londres tenemos un columnista con un título de caballero muy merecido, en el que siempre pienso con admiración como sir Sentido Común). Pero es difícil amar el sentido común y lo más representativo de Christopher es que es amado. Lo que amamos es la inestabilidad fértil, la agitación de lo inesperado, y Christopher siempre viene del otro lado de la cancha. Él no es un orador plano. No es, repito, un hombre plano.

De eso dan fe las docenas de frases inolvidables que ha soltado espontáneamente a lo largo de años. He aquí tres de ellas:

1. Estaba en televisión por segunda o tercera vez en su vida (si excluimos el programa de concurso University Challenge), es decir, a mediados de los años setenta, cuando Christopher tenía unos 25 años. En esa época éramos amigos cercanos (y colegas en el New Statesman), pero recuerdo haber pensado que nadie que se viera tan bien en matiné tenía derecho a ser tan excepcionalmente elocuente en pantalla. En un momento de la conversación, Christopher salió con uno de sus lirismos políticos, una ornamentada pero inteligible definición de (creo) soberanía nacional. Su anfitrión –también un matón con las palabras– se detuvo, frunció el ceño y dijo con escepticismo y sinceridad impotente: “No entiendo una palabra de lo que está diciendo”. “No me sorprende en lo más mínimo”, dijo Christopher, y cambió de tema.

2. Todos los escritores que lo conocen quedan fascinados, no solo como amigos sino como novelistas. La réplica que estoy a punto de citar (cada una de sus palabras) me parece tan epifánicamente devastadora que la puse en una novela –sí, yo puse a Christopher en una novela–. Mutatis mutandis, Christopher “es” Nicholas Shackleton en La viuda embarazada.

Era 1981. Estábamos en un pequeño restaurante italiano en el oeste de Londres, donde pronto nos acompañarían nuestras futuras primeras esposas. Dos hombres elegantes vestidos con trajes de talle bajo esperaban un grupo grande de personas y se quejaban interminablemente con el personal para que reorganizaran las mesas, tanto que era imposible para nosotros ignorarlos. Era una época en la que había mucha conciencia de las clases sociales (porque el sistema de clases estaba muriendo); Christopher y yo éramos cándidos bohemios de clase media baja, y los dos jóvenes eran miembros vulgares de la baja nobleza (tenían el aire de aquellos que esperan con estoicismo épico la muerte de sus parientes mayores). Al fin, uno de ellos se acercó a nuestra mesa y hundió suavemente su cadera en el sillón, mientras hacía un puchero bajo las finas hebras de su flequillo. La forma de agacharse, el flequillo y el puchero claramente habían funcionado muchas veces para convencer a otros de hacer su voluntad. Después de una pausa coqueta dijo: “Nos van a odiar por esto”, a lo que Christopher respondió: “Ya los odiamos”.

3. Por último, nos trasladamos a 1999. Para ese momento Christopher y yo habíamos conseguido nuevas mujeres y ganado tres niños más (para un total de ocho). Era media tarde en Long Island, y teníamos un plan que con seguridad nos proporcionaría placer: buscábamos la película más violenta posible. Al final nos acercamos a un multiplex en Southampton (tristemente reducidos a Wesley Snipes). Yo dije: “Nadie ha reconocido a Hitch por lo menos en diez minutos”.

¿Diez? Veinte minutos. Veinticinco minutos. Y a medida que se prolongaba la situación más me molestaba. No dejaba de pensar: “¿Qué les pasa? ¿Qué pueden sentir, qué pueden saber si no pueden reconocer a Hitch?”.

Frente a las puertas del teatro había un viejo norteamericano vestido de colores dulces y extrañamente apoyado en un hidrante. Con sus manos temblorosas levantadas en un gesto italiano, le dijo débilmente: “¿Usted nos ama o nos odia?”. El viejo no se refería a la humanidad o a Occidente, se refería a Norteamérica y los norteamericanos. Christopher dijo: “¿Disculpe?”. “¿Nos ama o nos odia?”. Mientras Christopher empujaba la puerta para entrar al vestíbulo dijo sin calidez y sin frialdad, con absoluta equidad: “Depende de cómo se comporten”.

Christopher se aburre con el epíteto de contradictor que lo ha seguido por un cuarto de siglo. Es un autocontradictor: no solo busca la posición más difícil, sino la posición más difícil para Christopher Hitchens. Casi nadie está de acuerdo con él acerca de Irak (sin embargo casi nadie muestra mucho interés en debatirlo). Recordemos también su apoyo a Ralph Nader, su connivencia con la impugnación de cargos contra el odiado Bill Clinton (quien en su nuevo libro, The Quotable Hitchens, ocupa más espacio que ningún otro personaje) y su apoyo a Bush-Cheney en 2004. A menudo, Christopher sufre por sus aislamientos, lo cual es ampliamente conocido y contribuye fuertemente a su magnetismo. Mientras observamos las contorsiones de un Houdini que se encadena a sí mismo, el propio Christopher es el drama. ¿Podría ser ésta la cruz de su carisma? ¿Que Christopher está encerrado en una discusión con él mismo? Sin embargo, la palabra “contradictor” comienza a sonar gastada y si debe haber un epíteto sugiero una precisión: Christopher es un rebelde por naturaleza, con lo que quiero decir que no tiene un respeto automático por nada ni por nadie.

El rebelde es un tipo de ser humano muy extraño. En toda mi vida he conocido solamente a otros dos (mi padre, más o menos hasta sus 45 años, y mi amigo Will Self). Así se detecta a un rebelde: no hacen reverencia o siquiera un gesto de cortesía a sus supuestos superiores (eso no hay necesidad de decirlo); tampoco hacen reverencia o siquiera un gesto de cortesía a los que se puede demostrar que son inferiores a ellos. Si es necesario, Christopher será despiadado con el príncipe, el presidente, el pontífice; y, si es necesario, será despiadado con el taxista, el dueño de un bar (“¿No cambia monedas para usar el teléfono? Está bien, voy a reportarlo con el Consejo de Consumidores”) y con el mesero (“Veo que la propina está incluida, pero usted está diciendo que es opcional. ¿Cuál de las dos es? Escuche, ¿si usted es tan inteligente por qué le sirve a esta gente en semejante pocilga?”). Los modales de Christopher en el día a día son impecables (y completamente democráticos); por supuesto que lo son, porque él sabe que en los modales comienza la moral, pero cada caso es tratado por separado. Tal es la forma de actuar del rebelde. Es una posición vigorizante e incluso seductora y hace que el señor Promedio o incluso el señor Por Encima del Promedio parezcan seres involucionados. La mayoría de nosotros reinamos sobre un caos de vestigios de piedad y prejuicios, inhibiciones casi subliminales, tabúes e instintos de manada, algunos antiguos y otros dinámicamente contemporáneos (como el relativismo moral y la xenofilia apasionada que, al menos en Europa, excluye siempre a los israelíes). Para hablar o escribir sin temor y sin favorecer a nadie (para no escuchar presiones internas), este tipo de voz es invaluable. Por otra parte, como bien sabe el rebelde, la insubordinación compulsiva lo expone a uno al maltrato con heridas autoinfligidas.

Tomemos como ejemplo sus ensayos sobre literatura. En la última década escribió tres reseñas escandalosamente hostiles sobre Ravelstein de Saul Bellow (2000), Terrorista de John Updike (2006) y Sale el espectro de Philip Roth (2007). Cuando las leí me vi una vez más farfullando el consejo de maestra de escuela que le había dado en persona más de una vez: “No les respondas a tus mayores”. El punto es que en estos casos el respeto es obligatorio, porque se ha ganado tras muchos libros y muchos años. ¿Alguien cree que Saul Bellow, quien tenía entonces 85 años, necesitaba que Christopher le recordara en varias ocasiones que los poderes bellowianos estaban desvaneciéndose? (De hecho, si uno lee Ravelstein con respeto, llega a la conclusión de que se trata de un exquisito canto de cisne, lleno de integridad, belleza y dignidad). Si eres un escritor, todos los escritores que te han dado alegrías –como las que le habían dado a Christopher Las aventuras de Augie March y El legado de Humboldt de Bellow, Golpe de estado de Updike y El mal de Portnoy de Roth– están entre tus padres putativos, y los ataques de Christopher fueron fríos y nada filiales. Aquí el irrespeto se vuelve el vicio que con tanta insistencia ejercitó Shakespeare: el de la ingratitud. Y todos los novelistas saben, gracias al rey Lear (que pensaba en sus hijas), cuánto más aguda que los dientes de una serpiente es la ingratitud de un lector.

El arte es libertad. Y en el arte, como en la vida, no hay libertad sin ley. El principio literario fundamental es el decoro, que significa realmente lo opuesto a su definición de diccionario: “Comportamiento que mantiene el buen gusto y la corrección” (es decir, sumisión a un consenso de ovejas). En literatura, decoro significa la concurrencia de estilo y contenido –junto a un tercer elemento que solo puedo expresar vagamente como darle a la obra el peso justo–. No importa cuál es el estilo, ni cuál es el contenido, pero los dos deben coincidir. Si el ensayo es algo así como un arte literario, y lo es, entonces se rige por la misma ley.

He aquí dos citas indecorosas de The Quotable Hitchens: “Ronald Reagan le está haciendo al país lo que ya no puede hacerle a su esposa”. Y sobre el empresario político George Galloway: “La naturaleza cruel, que hubiera podido hacer un perfecto trasero de su cara, ha arruinado el efecto al tomar un ano y tacharlo con colmillos mal pintados”. El crítico D. W. Harding escribió un famoso estudio sobre Jane Austen llamado “Odio regulado”. Aceptamos que el odio es un estimulante, pero no debe volverse un vicio.

La dificultad se ve en su forma más cruda en la desconcertante debilidad de Christopher por los juegos de palabras. Esto no importa tanto cuando el contexto es poco trascendente (simplemente lleva al lector a una pausa), pero un juego de palabras puede estar fuera de lugar en un planteamiento serio. Henry Fowler, el gran vigilante del uso y la gramática de la lengua inglesa, atacó la “suposición de que los juegos de palabras son por sí mismos deleznables… los juegos de palabras son buenos, malos o indiferentes”. En realidad, Fowler estaba equivocado. Christopher acepta en otra parte que “los juegos de palabras son la más baja de las habilidades que se pueden tener con el lenguaje”, pero la verdad es que son el resultado de una ineptitud: irrespetan al lenguaje y lo único que logran hacer es que las palabras se vean estúpidas.

El Christopher verdaderamente citable está lejos de los juegos de palabras. Lo que recordamos de su discurso son las ocurrencias lacónicas; lo que nos emociona de su prosa es su magistral extensión (la antología ideal tendría varios miles de páginas e incluiría capítulos completos de sus memorias recientes, Hitch-22). Los extractos que siguen no son chistes ni burlas, son momentos de cristalización de la lucidez que llevan al lector a preguntarse una y otra vez: ¿si esto es tan obvio, y lo es, por qué teníamos que esperar a que Christopher nos lo mostrara?

“Existe, en los medios norteamericanos, una profunda creencia en que las verdades a medias son mejores que la ausencia absoluta de verdad”.

“Una razón para ser antirracista es el hecho de que ‘raza’ es una construcción sin validez científica. El ADN puede decirte quién eres, pero no qué eres”.

“Una lección melancólica del paso de los años es darse cuenta de que no se pueden hacer ‘viejos amigos’ ”.
Sobre el matrimonio homosexual: “Ésta es una discusión sobre la socialización de la homosexualidad, no sobre la homosexualización de la sociedad; demuestra la propagación del conservatismo, y no del radicalismo entre los homosexuales”.

Sobre Philip Larkin: “La terca persistencia del chovinismo en nuestra vida y nuestras cartas debería ser materia de un estudio crítico y no la ocasión para escandalizarse”.

“Estados Unidos, tu internacionalismo puede y debería ser tu patriotismo”.

“Éste ha sido siempre el absurdo central de la ‘moral’, contrario a lo que pasa con la ‘censura política’: si la cosa tiene, en efecto, una tendencia a depravarse y corromperse, ¿por qué los más depravados y corruptos deben ser los censores que mantienen un ojo vigilante sobre ella?”.

Y uno podría seguir. La máxima de Christopher: “Lo que puede afirmarse sin evidencia, puede desecharse sin evidencia”, ya hace parte del lenguaje y predigo que ocurrirá lo mismo con la siguiente: “Quien niega el Holocausto lo afirma”. ¡Qué justo, qué definitivo! Como las mejores cosas de Hitchens, tiene la fuerza simultánea de una prueba y una ley.

“¿No hay nada sagrado?”, pregunta. “Por supuesto que no”. Y ningún occidental, como señaló Ronald Dworkin, “tiene derecho a no ofenderse”. Aceptamos los errores de Christopher, sus imprudencias, porque son inseparables de su coraje, y la verdadera valentía, axiomáticamente, no da lugar a la discreción.
Como todos saben, Christopher ha dado recientemente el paso del mundo de los sanos al de los enfermos. Se podría decir que lo ha hecho sin el menor estremecimiento y ha escrito acerca del proceso con honestidad y elocuencia incomparables y con el más grande decoro. Sus muchos amigos e innumerables admiradores han llegado a temer el tono de “obituario en vida” de estos textos, pero si la historia tiene que terminar demasiado pronto, entonces su coda incluirá un triunfo.

El demonio personal de Christopher es Dios o, mejor, la religión organizada o el deseo humano de “rendir culto y obedecer”. Él entiende a profundidad que el deseo de adorar y todo lo demás es una reacción directa a lo inmanejable que es la idea de la muerte.

“La religión”, escribió Larkin, “ese vasto brocado musical comido por polillas / creado para pretender que nunca morimos”. Y hay otros indicios imparciales de que la mente secular ha prevalecido. “La vida es una gran sorpresa”, observa Nabokov, “yo no veo por qué la muerte no puede ser mejor”. También por parte de Bellow, en palabras de Arthur Sammler: “¿Es Dios solo el cotilleo de los vivos? Vemos los pájaros que van veloces por la superficie del agua y alguno se sumergirá en ella para no volver a la superficie y no ser visto nunca más… Pero no tenemos pruebas de que no haya profundidad bajo la superficie. Ni siquiera podemos decir que nuestro conocimiento de la muerte es poco profundo. No hay conocimiento”.

Esas ideas todavía nos persiguen, pero ya no tienen el poder de diluir la tinta negra del olvido.

Mi querido Hitch: se ha hablado mucho entre los creyentes de tu inminente adopción de lo sagrado y lo sobrenatural. Esto es una locura, por supuesto. Pero sigo esperando convertirte, a fuerza de fanatismo, a mi propia creencia: el agnosticismo.

En tu influyente libro Dios no es bueno, marcas una distancia muy corta entre lo agnóstico y lo ateo; lo que nos divide a ti y a mí (para volver a citar a Nabokov) es un surco que cualquier rana podría saltar. En otro lugar, escribes que “la medida de una educación es que adquieres alguna noción de las dimensiones de tu ignorancia”, y eso es todo lo que “agnosticismo” significa realmente: un reconocimiento de la ignorancia. Me parece que ese cambio mínimo (que sé que no harás) estaría en consonancia con tu carácter, con tu aceptación de las inconsistencias y las contradicciones, con tu romanticismo intelectual y con tu amor por la vida, que he llegado a considerar mayor que el mío.

El ateísmo es una postura digna de un adjetivo que ninguna persona soñaría con aplicarte: cuaresmal. El agnosticismo, sugiero, es una respuesta ligeramente más lógica y decorosa a nuestra situación –a la indescifrable grandeza de eso que ahora llaman (con vacilación) el multiverso–. La ciencia de la cosmología es un constructo asombroso, a pesar de que todavía es incompleto y aproximado, y que en los últimos treinta años ha cosechado poco más que unas cuantas humillaciones. Entonces, cuando escucho a un hombre declararse ateo, me imagino a una termita emprendedora que, mientras continua en sus tareas, se declara individualista. No puede ser del todo frívolo o ingenuo hablar de una “inteligencia superior”, el cosmos es en sí mismo una inteligencia superior en el simple sentido de que no lo entendemos ni podemos entenderlo.

En fin, no sabemos qué va a pasar contigo ni con todas las demás personas que habitan este plantea. Tu existencia corpórea, oh Hitch, se deriva de elementos liberados por supernovas, por estrellas en explosión. El fuego estelar fue tu útero y el fuego estelar será tu tumba: un camino justo para alguien que siempre ha ardido tan intensamente. La estrella progenitora, ese Útero-H en estado estacionario que llamamos el Sol, pasará de enana amarilla a gigante roja y se hinchará hasta consumir lo que queda de nosotros en unos seis billones de años.

El Malpensante.com || Rebelde con pico de oro.

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How the Media Failed in Its Coverage of the Boston Bombings

It’s been a tiring week for anyone in the media — and a sobering one for anyone in the media with a conscience. The coverage of the Boston Marathon saga, from the bombing on Monday to the capture of suspected bomber Dzhokhar Tsarnaev on Friday, brought out some of the very worst features of news in the digital age. Here are the ways the media fail when they cover a big, breaking story — and a simple reason why.

1. The Media Get a Lot of Things Wrong

There was CNN, desperate to be first in announcing an arrest, then clumsily backtracking. The AP did the same, as did the Boston GlobeThe New York Post stubbornly kept exaggerating the death toll, long after confirmation to the contrary, and repeatedly identified the wrong guys as suspects. In social-media land, a vigilante army witch-hunted the wrong people on Reddit and Twitter. Then there are the more right-wing outlets, with their increasingly rabid conspiracy theories that the real perpetrator is a Saudi or that the whole thing was a «false flag» attack, i.e., aput-up job by the U.S. government.

And that’s just the big stuff. Anyone following along was subjected to a constant trickle of small errors and unverified information — and, in the best case, to endless repetition of the same paltry clutch of facts, padded out with vacuous blathering.

2. The Media Lose All Sense of Proportion

It’s not just that the English-speaking media devoted vastly more attention to a bombing that killed three in Boston than to, say, the bombings that killed 50 people in Iraq that same day. That’s fine; media cover things their audiences have a connection to. Nothing new there.

But American audiences also care, presumably, about ordinary gun crime, and domestic violence, and obesity, and car accidents, and opportunistic infections in hospitals, and toxic waste, and fossil-fuel pollution, and any of the countless other things that are thousands of times more likely to kill them in any given year than a terrorist attack. But the media don’t cover these with nearly the same intensity.

3. The Media Show Things They Really Shouldn’t

«Grown-up media don’t show people with torn-off limbs,» tweeted Marcus Schwarze, an editor at the Rhein-Zeitung in Koblenz, Germany, after a grisly photo from the bombing made the rounds on several news sites. He followed up, «We should show nothing that my 10-year-old can’t sleep after. Describing it ‘graphic’ or ‘NSFW’ drives me nuts.» I don’t fully agree with Schwarze; I think reasonable people can debate which graphic pictures count as a public service and which as prurience, or whether a warning label makes them okay to publish. But many media outlets that once posed as prim guardians of their readers’ sensibilities now seem to treat those as the readers’ problem.

4. The Media Aren’t Very Good at Two of Their Most Important Jobs

Job one: Answering the question «What’s happening now?»

Getting the answer to this, unless you’re a news junkie who’s been following along obsessively, can be surprisingly difficult. Sure, many outlets (such as Quartz) don’t try to cover events minute-by-minute but instead choose specific angles. But even on the big news sites this week, it could be hard to figure out what was going on.

This is a problem of design. Most sites deliver breaking news either in the form of an article, periodically rewritten — which gives you some background, but becomes useless when news is moving fast — or a live blog, which is easy to keep current, but a lousy way of informing someone who hasn’t been keeping close tabs. And good live-blogs were few.

Twitter was by far the best place to hear things first. All new information, both true and false, appeared there at once. Even if you didn’t have a television, you could follow the action on several different TV stations almost in real-time, through people reporting in on Twitter. But again, for anyone not already immersed in the news, it was close to useless.

Even the meta-news outlets, Google and Bing, which have made huge efforts to adapt their search engines for real-time news, were a let-down when it mattered most. I searched them a few minutes after Dzhokhar Tsarnaev was pulled out of his hiding place in a boat and arrested:

Job two: Answering the question: «Is such-and-such true?»

As soon as a false rumor hits the internet, figuring out whether it’s been debunked can take a good deal of digging, even if reliable news outlets didn’t repeat it. This, like the «what’s happening now?» problem, is one of design. News organizations are designed to tell stories. They’re not designed to organize facts. You won’t find a list of disproved claims about the Boston bombers anywhere. And if you search for a claim — such as, say, the widely-reported allegation that they robbed a 7-11 convenience store before clashing with police — it may take you a while to find outthat it isn’t true.

The Root Cause: The Battle for Attention

After Boston, some people — media people, naturally — have voiced the hope that either the media will become more responsible, or their audiences will become more discerning. But I think that hope ignores the basic equation of the media business.

The media make their money based on how much attention people pay them. Thanks to the Internet, the number of people who can potentially give each outlet their attention has exploded; the number of things vying for each person’s attention has mushroomed; and the amount of money each sliver of attention is worth has plummeted. So all media are now competing in the same giant arena, for ever-smaller crumbs.

And when a big story fills the arena with spectators, the contest for attention becomes a frenzy, because we all know that the spectators’ attention span for any one story is short, but the reward for winning it at that moment is huge. And so we fight tooth-and-nail to grab it before it ebbs away.

The only way this can change is if the competition for attention shrinks. And shrink it probably will. We are arguably living in an abnormal epoch, one in which there are simply too many media. Lots of old-media outlets that once served distinct audiences but now compete for the same audience online have not yet died out. Meanwhile, lots of new outlets have been born that have not yet failed.

Some media will die out. What we don’t know is how long it will take. And we also don’t know what the ones that survive will look like. Will they devote the same disproportional effort to a few big stories in their scramble to get a slightly bigger slice of the attention pie? Or, with less competition, will they find a way to make a living in more specialized niches? How much good the media can do in society will depend on the answer.

An aside: I’d be remiss if I didn’t mention Quartz’s position in all this. As a global business publication with a small staff, we realized quickly that there was no point in competing with others on real-time updates, so we focused on finding original angles of our own. We were careful not to report as fact things that didn’t come from reliable sources. When we could, we corrected errors  that others had made. We didn’t publish the goriest pictures. We did some things that I’m proud of. But on the charge of disproportionate coverage: guilty. At the end of the day, we’re in the same attention business as everyone else.

How the Media Failed in Its Coverage of the Boston Bombings.

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21 WTF Newspaper Headlines – BuzzFeed

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Source: techeblog.com

21 WTF Newspaper Headlines.

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Three lists about BuzzFeed’s serious journalism | Poynter.

A little more than a year ago, BuzzFeed made the leap into the realm of serious journalism. It hired some known journalists and a lot more hungry young writers, expanded its verticals, and announced a plan to create serious content to go alongside the site’s trademark clever lists.

Now, with BuzzFeed creating a home for its long reads, building a business vertical and trying to figure out how to expand into breaking and international news, it’s a good time to assess.

BuzzFeed Editor-in-Chief Ben Smith interviews U.S. Sen. Marco Rubio in February (Screengrab from BuzzFeed video)

BuzzFeed Editor-in-Chief Ben Smith told me in a phone interview that he’s mostly pleased. “I’m psyched about the amount that we’ve been able to punch through,” Smith said. “We are advancing stories. I think that’s what we want to do.”

He emailed me a list of what he considers BuzzFeed’s greatest hits, including Rosie Gray’s story on the GI Bill not working, McKay Coppins’ coverage of Mitt Romney’s Mormon faith and Reyhan Harmanci’s profile of an anonymous Google contractor who had to look at porn and violence all day.

  • On hiring: Smith says he looks for people who are fearless, have raw talent and aggression and take themselves “seriously in a good way.” Also, he doesn’t hire big names for the sake of their star power. “I hired Michael Hastings because he’s a workaholic, not for his name or his good looks.”
  • Current size of the staff: 225 people with roughly 80 working for Smith on the editorial side, making it larger than most mid-size newspapers.
  • The 2012 presidential election was BuzzFeed’s year. “Presidential elections are unique. Every cycle there is a news organization that breaks through. That was our cycle.”
  • You may not be in the target audience. “Most of our stories are written for someone who cares about the Twitter front page. Not all of them, but many of them.”
  • Good stories succeed wherever they are, but entertainment stories rule: “Good stories get a lot of readers. That’s true across journalism and history. But more people care about entertainment. A greatBeyonce story will get more attention than anything else.”

I interviewed two staffers who work for Smith, reporter Rosie Gray and political editor McKay Coppins. They described a creative, exciting environment where they have a lot of freedom to select their own stories and ignore the competition, two workplace benefits that would make lots of other journalists jealous.

  • They’re still a little sensitive about their serious efforts not being seen as a novelty. “A year ago we started doing serious journalism,” Gray, who is 23, told me. “We have to combat the idea that we are just about fun lists.”
  • Three days is a long time to spend on a story. Gray and I first talked about her piece on foreign governments using NGOs to disperse propagandawithin in the United States. “It took like two days to report. I spent Monday, Tuesday and Wednesday focused on it. We published it on Thursday. That’s a long time. I don’t usually take that long.”
  • They get it that their target audience is not Mom and Dad. Coppins, who is 26, told me: “It’s clear that we are having some success in producing serious, in-depth journalism in a way that is digestible for people who spend all day on the internet.”
  • Why BuzzFeed is like a Parisian café. Quoting BuzzFeed founder Jonah Peretti, Coppins explained the site’s philosophy this way: “You have people sitting at a table reading philosophical text, a religious text, or a newspaper and sometimes they stop to pet a dog that walks by.” On the day we talked, the Top 5 stories on the site illustrated that outlook.
    1. A story about how “The Bible”‘s Satan character looked like President Obama.
    2. A piece about how folks discussed gay marriage at CPAC.
    3. 13 ways Republicans Can Win The Internet.”
    4. A classic: “23 Kitties Of Congress.”
    5. And rounding out that list was a scoop about Democratic activists who sneaked into CPAC hoping to catch attendees jeering Ashley Judd.

Yet BuzzFeed isn’t quite the major player it wants to be. The site has yet to prompt a major investigation, resignation, firing or any of the other measures of watchdog impact. Some of that’s because it just hasn’t been in the game long enough. Eventually that will happen. BuzzFeed will have the equivalent of Deadspin’s Manti Te’o moment. Here are three things I’m looking for in the evolution of BuzzFeed during its second year of grownup journalism.

  • Stronger editing. With with the exception of BuzzReads, the long pieces especially need more structure and precision. Some stories run 6,000, even 7,000, or 10,000 words. That’s New Yorker length. If you want to write that long, you have to make it that good. So pieces like this one on a staffer’s sleep disorder, which Smith named one of the highlights of 2012, need to be rethought. It’s not a bad piece. But a rigorous editing process ensures that the story has a tight-enough architecture to move it along and keep the reader engaged. BuzzFeed’s long reads have to be even better than that, because they might compete with a banner teasing absurd items of clothingor a story predicting which character will die next on “The Walking Dead.”
  • Mentoring and growing expert journalists. The benchmark of a journalism staff is not how great they are today but how much each individual can continue to grow. Some of this comes through the editing process described above. Writers get better by writing a lot, which BuzzFeed writers do, and by working with transformational editors. Writers also grow through developing expertise, critical thinking skills, and doing increasingly sophisticated analysis that works. Writers also have to be allowed to occasionally fail, or start working on pieces that never make it through the publication process.
  • Getting the attention of people who make things happen. When Anne Hull and Dana Priest wrote their Washington Post series on thefailures at Walter Reed Medical Center, people in Congress introduced legislation to shake things up even before their constituents started writing. Even though some of the issues BuzzFeed takes on have that potential, the stories aren’t delivered with the authority and heft and that compels people in charge to respond. BuzzFeed Brews has the potential to become a placeserious politicians go to have serious and cool conversations.

BuzzFeed’s journalism model is a bit like ESPN’s, an organization I’m familiar with. They both produce a large volume of highly entertaining information, sprinkled with some regular journalism and some high-end stuff. BuzzReads reminds me of ESPN’s 30 for 30 film documentary series, not least because both are produced mostly by outsiders. BuzzFeed should occassionally free its writers to do that level of work.

I was asking Smith to describe the difference in traffic between the serious journalism and the silly stuff. That’s an artificial distinction, he told me. There’s a way to make a serious or poignant statement that people want to share. In an email exchange after our phone conversation, he pointed out that a political piece will reach hundreds of thousands, while animals reach millions, but perhaps the greatest hit ever on BuzzFeed was an aggregation of the most powerful photos of 2011. “Do you think it’s unserious?” he asked.

And that may be the point. It’s emotionally powerful. It took a skilled editor to assemble it. But it doesn’t change anything. The sheer size and growth of BuzzFeed gives it the opportunity to be a major player in American journalism for years to come. To fully step into that role, BuzzFeed will need to harness its existing genius of poignant aggregation, and apply it to the creation of new information. BuzzFeed has the potential to invent a new form of journalism.

Steve Kandell, who edits BuzzFeed’s longreads, disagreed with my assessment that there is too much distance between BuzzFeed staffers and what he is producing with the help of outside writers. He pointed to BuzzFeed’s work last week covering the Supreme Court’s consideration of the Defense of Marriage Act.

“From where I’m sitting, there’s a lot of editing, a lot of mentoring, and I just watched our entire DC bureau work on nothing but the DOMA case all last week, which seems pretty deep to me, as an observer,” he wrote in an email.

Later this year when the Supreme Court announces its rulings in the gay marriage cases will be a good test for BuzzFeed. Can it create and aggregate in a way that furthers understanding, advances the conversation and influences those in power?

BuzzFeed doesn’t really need to make great journalism to be successful. But journalism sure could use the boost a fully formed BuzzFeed would give it.

Three lists about BuzzFeed’s serious journalism | Poynter..

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Claroscuros de García Ferré

IMG_2269+-+copiaMurió García Ferré. Acá, un obituario realista resumido en algunos tuits:

 

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‘Help a Reporter’ Twitter Is Not Being Messed With, Says Man Behind Funny Tweets – Village Voice

Over at The Awl today, Choire Sicha wondered: who’s messing with the Twitter ofhelpareporter.com, a service that helps reporters find sources for stories they’re working on? @helpareporter was tweeting unlikely things like the following:

HARO 1.png

Some light digging revealed that the tweets were from David Moye, Weird News reporter for the Huffington Post. Moye, whose HuffPo bio says that he «plays AC/DC on the ukulele and does psychic readings for B-grade celebrities,» isn’t trying to use HARO in jest, but because his stories are simply so weird he needs extra help finding people to comment on them.

«I do weird news and that means I need experts who can comment on things,» Moye told us. «Sometimes the story is so weird you want to have somebody corroborate it.»

Moye is «inclined to use Twitter» to find sources for stories like «Rinku Devi, Indian Woman With Two Wombs, Gives Birth To Twins (PHOTOS)» and «Carnivorous Nepenthes Plant Gobbles Blue Tit In Somerset, England» (not as explicit as it sounds). So, mystery solved! No one is pranking Help a Reporter. There’s just a lot of weird news out there.

By the way, if you’re wondering how to define «weird news»: «A good weird news story raises your eyebrow or makes your jaw drop,» Moye said. «It makes your heart drop, or your stomach turn, or, you know, parts that are lower affects the heart, the gut, and parts lower.» (Moye asked if we could clarify this quote: «there’s a certain rhythm in the way I say it.»)

HARO 2.jpg

‘Help a Reporter’ Twitter Is Not Being Messed With, Says Man Behind Funny Tweets -Village Voice.

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Huffington Post seeks people who have had sex with aliens (15 have responded) – JimRimenesko.com

Romenesko reader Mike Poller spotted this on HARO (Help a Reporter Out):

Summary: Sex with aliens

Name: David Moye The Huffington Post

images-1Category: General

Email: query-2×59@helpareporter.net

Media Outlet: The Huffington Post

Deadline: 7:00 PM EST – 22 March

Query:

HuffPost journalist is doing a story about the concept of sex with aliens. Would like to speak with people who’ve had sex with aliens, UFO experts, biological experts who can discuss the potential problems of mating with a foreign species, psychological experts who have studied the phenomenon.

Requirements:

Looking for people familiar with the phenomenon of sex with aliens, considering all points of view skeptics and believers.

How many people responded?

Fifteen so far, says David Moye, a writer for Huffington Post’s Weird News section. “Two or three of them were for people pimping novels.”

He adds: “I have developed a reputation as the guy who does the best (or worst) HARO queries ever. The Awl and the Village Voice even did a story about me two years ago because they thought I was joking.”

Huffington Post seeks people who have had sex with aliens (15 have responded) JIMROMENESKO.COM.

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Jacobo Timerman: “No esperen del periodismo más de lo que la sociedad argentina es. Menos sí” – El Puercoespín

Esta es, hasta donde sé, la última entrevista a Jacobo Timerman.

Es septiembre de 1999. Dos meses más tarde, estará muerto. Tiene 76 años y el corazón le falla. Ha vuelto a vivir a Buenos Aires por pedido de sus hijos luego de varios años de un exilio autoimpuesto en Punta del Este. Está viejo, enfermo, dolorido. Las veinteañeras que le dan conversación en una mesa de La Biela, el bar de la Recoleta al que llama “mi Partenón”, son Sofía Amado Cattáneo, María Elizalde, María Saravia y Angeles Ugarte, estudiantes de periodismo de la Universidad Austral. Están allí por encargo e intermediación de Fernando Ruiz, su profesor, que escribe una historia del diario La Opinión. Saben que deben admirarlo, pero no entienden por qué: la información que han recibido sobre él es abstracta, no tienen un contexto con el que conectarla.

Escuché esta conversación poco después de que tuviera lugar. Sofía Amado Cattáneo era pasante en el diario La Nación, donde yo cubría política nacional, y cuando se enteró de que hacía dos años que trabajaba en una biografía de Timerman me ofreció los dos micro-cassetes que la habían registrado. Yo tenía 30 años entonces y una tendencia a formar juicios terminantes. Al escuchar las cintas por primera vez, me pareció que ellas no sabían qué preguntar, que no estaban a la altura de su entrevistado. Pero en mi juicio él salía peor parado: que se sintiera tan obviamente halagado por la atención de cuatro chicas que ni sabían quién era me pareció triste y patético. En la biografía incluí algunas citas tomadas de esta entrevista, con el crédito a sus autoras, pero no me pareció importante decir más nada sobre ella.

Trece años más tarde, he vuelto a escuchar las cintas. Mi biografía tuvo suerte y, a una década de su publicación, acaba de ser relanzada en edición corregida y aumentada, lo que me llevó a recuperar de la baulera las pesadas cajas de materiales, entrevistas, apuntes, fotografías, disqueteszip disks que ya no tenía en qué soporte leer, y, entre otras cientas de cintas que conservan las voces de hombres vivos y muertos, éstas.

Las chicas, me parece ahora, no hicieron peor trabajo del que hubiera hecho yo a su edad. Más aún, hicieron un buen trabajo. Lograron el objetivo primordial de toda entrevista: hacer que el entrevistado… hable. Lo hicieron sentir cómodo (y, cuando hizo falta, incómodo) y locuaz. Sus preguntas, escuchadas (o leídas) ahora, nos regresan a las preocupaciones del periodismo argentino de los 90, una época que ahora luce dorada para los periodistas y los medios, en que la figura del periodista de investigación ocupaba la cumbre.

También la voz característica de Timerman (“eses potentes, ves violentas, erres tormentosas”) resuena ahora con otra intensidad. Lo que antes me pareció patético me resulta ahora comovedor. Descubro su tono paternal, que antes pasé por alto, y su genuino interés por entender por qué estas cuatro chicas de clase alta –al menos, así las veía él– querían ser periodistas. La charla termina con una nota de nostalgia por la juventud que ahora se me hace bella y honesta.

Sus amargas, demoledoras sentencias sobre el periodismo me parecieron entonces las típicas sentencias impostadamente cínicas de un viejo editor. Así hablaban los periodistas veteranos: siempre terminaban diciéndote que no fueras periodista. Yo no les creía una palabra; o, si les creía, pensaba que habían fracasado donde otros (yo) no fracasarían. Porque yo pensaba entonces que no había nada mejor que ser periodista.

Ahora, comprendo en las sentencias de Timerman la amarga conclusión realista a la que inevitablemente se llega luego de varias décadas de practicar el periodismo –en la Argentina, pero también en otros lados. Una conclusión anudada indefectiblemente a una pasión por el oficio que Timerman, sobre el final de su vida, conservaba.

Leída en el nuevo contexto en que los argentinos debatimos la relación entre la prensa y el poder, la entrevista es, además de todo, increíblemente actual.

Graciela Mochkofsky, 10 de marzo de 2013

PD: al final de este post, en el trailer de dos minutos con que editorial Planeta presenta la nueva edición de la biografía, pueden escuchar la voz de Timerman en tres breves extractos de esta entrevista.

***

-¿Cómo ve usted que cambió el periodismo en la Argentina con la llegada de la democracia en el 83? ¿Cuáles fueron los principales cambios que hubo?

-Posiblemente yo sea un poco iconoclasta. No soy académico ni sigo pautas académicas de análisis, sino observaciones de vivencias que he tenido. Hay una falacia muy importante que sostiene que la libertad de prensa es la base de la democracia. Digo que es una falacia porque no se conoce un sólo caso de que la prensa luchó por la democracia con un gobierno no democrático. Es decir, nunca enfrentó al poder político que no fuera democrático; poder político comunista, facista, autoritario como fue acá la dictadura o Pinochet. Eso es muy importante delimitarlo para entender qué cambios se producen. Los cambios que se han producido en el periodismo argentino a partir del año 83, que se instala la democracia, son mucho menores a los cambios que se han producido en la sociedad argentina. Porque en ese momento la sociedad argentina se abre espontáneamente. El triunfo político de Alfonsín leyendo como mayor instrumento de convicción colectiva el preámbulo de la Constitución, indica hasta qué punto el país quería escuchar palabras que no eran programas políticos. No eran proyectos políticos, no eran promesas políticas. Era simplemente un estado de ánimo de querer cambiar. De querer volver a una cierta serenidad espiritual, naturalidad. Eso se dio en muchas de las costumbres. Es cierto que hay un gran debate sobre cuáles son los cambios que se han producido en este siglo. Y según coinciden muchos, por lo menos en mi opinión, el cambio mayor es la incorporación en los últimos cuarenta años de la mujer a la actividad, es decir, a la realidad, que es lo mismo. La realidad es eso: la actividad. Esa incorporación modificó muchas otras cosas, además. La vida familiar. El rol de cada uno en una familia. En la vida de comunidad, en la vida social, y en el enfoque de ciertas cosas. ¿Por qué? Porque aquel que se libera va mucho más lejos que aquel que fue dominante.

Hubo una vez una campaña de publicidad de las compañías de alquiler de autos. La primera se llamaba Hertz. Hertz Rent-a-Car. Apareció una segunda: Avis Rent-a-Car. Y una mujer que dirigía una agencia de publicidad en Estados Unidos fue la que la colocó. Porque lo sintió y porque lo entendió: “Porque somos los segundos, nos esforzamos más”, que era su vivencia. Fue un fenómeno espectacular. Esos son los grandes cambios.

Ahora, cuando se produce un cambio político como el que pasa de la dictadura a la democracia, el primer lugar en que se produce es el alivio de la gente. Porque ustedes son muy jóvenes y no saben lo que es vivir en una dictadura. No sólo (para) aquellos que son perseguidos o que están presos o que son golpeados. No. El agobio permanente. Vivís con condiciones. Ciertas cosas no hablás, con cierta gente no hablás, ciertos proyectos no los hacés, no te atrevés a ciertas cosas. Ese agobio fue el gran cambio que se produjo. ¿Cómo se produce eso en la prensa, en el periodismo, como dicen ustedes? Por empezar yo no conozco los motivos por los cuales ustedes están en el periodismo. Pero los diarios, los medios de comunicación, se ocupan constantemente de enfatizar qué importante y qué grande es el rol de las comunicaciones. Hasta ahora nunca quedó demostrado que fuera un rol positivo. Sí quedó demostrado muchas veces que fue un rol negativo, pero positivo nunca, nadie lo pudo demostrar. Porque para demostrarlo tendría que haber un periodismo (para abarcar medios de comunicación) dispuesto a ser siempre el mismo. Órganos, voceros de la democracia, la convivencia y la Justicia. Si en algún momento no lo son, bueno… es como cualquier negocio. Un negocio que ponga acá y diga: “Sólo para blancos, no entran negros”. Porque si no entran todas las ideas y si no entran todas las necesidades, si no expresa todo eso, es un órgano racista. Al ser racista, de cualquier tipo, es eso; no se puede decir que es otra cosa. Es simplemente eso. Entonces la experiencia que ustedes pueden hacer, muy interesante, es tomar un diario del 82 y al lado poner un diario –el mismo, NaciónClarín…– del 87. Lean los dos diarios y ahí se van a dar cuenta de los cambios que se produjeron. Que son cambios que la sociedad anhelaba y propuso y se arriesgó, a veces, a hacer.

-¿Y para usted la mejor manera de ser vocero de la democracia, para un periodista, es haciendo periodismo de interpretación?

-Eso es una pregunta que no quiere decir nada. ¿Por qué? Porque vos primero establecés que puede haber una voluntad del periodista. Eso no es cierto. El periodista puede hacer esto, sí, y el dueño del diario lo deja. De modo que allí ya entramos en algo que no podemos definir. Yo quiero ser periodista de interpretación. El dueño dice: “Bueno, páseme su artículo de interpretación y yo le voy a decir si se publica”.

Por eso, nunca nos podemos evadir de la realidad y la realidad es eso. Los diarios, a partir de la llegada de la democracia, empezaron muy lentamente, pero muy lentamente, a modificar ciertas informaciones, a incorporar ciertas informaciones y a incorporar cierta gente. Si ustedes pueden reconstruir el ambiente que había en el país cuando llega la democracia en los cafés, en las reuniones, en los conciertos, en el teatro. Había un especie de estallido primaveral. Todos se comunicaban, todos se hablaban, todos conversaban, todos se consideraban amigos, todo el mundo estaba abierto. Se convirtió en lo que dicen los americanos Open Society: de pronto era una sociedad abierta. Miren, no había venganzas, y eso que miles de personas sufrieron mucho. No hubo venganzas de ningún tipo. Esa enorme convivencia que el público creó, en el estilo de vida que había en ese momento, en los espectáculos teatrales, en las calles, en todos lados…

En los diarios fue muy lento el proceso. En los medios de comunicación, quiero decir. Muy, muy lento porque estaba la misma gente que había estado siempre durante la dictadura. Las modificaciones que establecieron eran porque el mercado había cambiado. Cualquier periodista hubiera dicho: “Si yo escribo un artículo en defensa de la guerra de las Malvinas el mercado no me lo va a aceptar. Si el mercado no me lo acepta no vendo ejemplares”. Entonces el periodismo, como cualquier artículo que se vende masivamente, tiene que responder al mercado. No es quetiene que responder. Es lo que ocurre en la realidad. Por supuesto, uno encuentra en el mundo, de pronto, ejemplos de periodismo independiente. Durante la terrible guerra de Francia contra Argelia hubo un diario en París, Le Monde, que defendía la posición de Argelia. Les pusieron bombas, secuestraron periodistas… pero hay ejemplos, muuuy pequeños de cosas de esa naturaleza. Pero siempre son los cambios de la sociedad los que imponen, como mercado, cambios en los medios de comunicación.

-Nos contaban que con la generación del 80 cambiaron totalmente los diarios. La Prensa y La Nación apoyaron mucho este cambio de generación. Y después con el desarrollismo empezó Clarín. Pero primero siempre se transforma la sociedad, y después recién aparecen los diarios.

-Así es. Siempre. Es inevitable. Y al periodismo le lleva mucho tiempo eso. Porque después de todo estamos a dieciséis años de democracia. Hagan una experiencia. La lista de temas y nombres que no aparecen todavía en los diarios. A pesar de que muchos aparecen, de a poco. Tomás Eloy Martínez, exiliado, opuesto a la dictadura, volvió al país y después de tres o cuatro o cinco años empezó a escribir en La Nación. ¿Por qué? Porque el que mandaba en La Nación, Claudio Escribano, hace veinte años que es el mismo. De modo que, ¿qué cambios hubo? Se abrieron un poco más… todavía hay temas a los que no les dan el lugar que la sociedad les da.

(…) Entonces, ¿qué significan los cambios del periodismo desde la democracia? Probablemente la mitad de lo que ya cambió la sociedad. Y probablemente mucho menos de la mitad de lo que la sociedad estaría dispuesta a hacer si se planteara. Al no plantearse, la sociedad como comunidad no sale así, espontáneamente, sobre ciertos temas. Puede salir sobre algunos temas que son excitaciones de la sociedad. Por ejemplo cuando una nueva generación de universitarios en Estados Unidos salió a luchar contra la guerra de Vietnam. Fue una nueva generación, pero había un excitante, como todos los días, en la televisión, la terrible guerra de Vietnam. Y al final, ¿quién modificó la política de Estados Unidos sobre Vietnam? La gente. Nada más que la gente. (…) Cuando el ejército de Estados Unidos …venían las manifestaciones estudiantiles, estaban así con los fusiles en primera fila para contenerlos, y se acercaban las chicas con una flor y le ponían la flor en el fusil. ¿Quién lo propuso eso? ¿Los diarios? No. Y de esos ejemplos se pueden dar muchísimos.

(…) Todos los días los medios de comunicación tocan el tema económico. Todos los días. Páginas. Pero lo tocan de un modo tal que la opinión pública, la sociedad, no sabe de qué se trata. Cuando hablan de la deuda externa no saben de qué se trata. Hasta ahí uno llega. Yo el otro día critiqué a un periodista, me lo encontré acá, que es mi Partenón privado, mi Grecia privada… (N. del E: se refiere al café La Biela) porque escriben y escriben y escriben sobre (Luis) Patti: el candidato a gobernador que puede tener tanta influencia o no tanta influencia, que va a arreglar con Menem o no va arreglar con Menem… ¿Eso es informar sobre política? ¿No sería mejor si un periodista describe en una página cómo sería un día en la vida de un pueblo de la provincia de Buenos Aires si Patti fuera gobernador? Empezar diciendo: “El sargento Giménez mató a un preso al que odiaba. Inmediatamente se dijo que fue en autodefensa. El gobernador Patti avaló…”. Porque va a avalar.Eso es información. Pero mientras se siga como un chismerío político lo de Patti no nos damos cuenta, o no le permiten a la sociedad, darse cuenta que la sociedad odia a Patti. No lo pueden descubrir. Porque lo ligan siempre al tema de la seguridad y eso no tiene nada que ver con Patti. Patti es un criminal. Está bien, un criminal. Pero a eso hay que ligarlo, a la perspectiva de criminalidad que puede llegar a haber.

Entonces ¿cuáles son los cambios que ha producido la democracia? Aparecieron nuevos periodistas, nuevos temas, pero siempre detrás de la sociedad. Nunca atreviéndose a estar adelantados. Les doy un ejemplo de hoy. Hacer una proclama diciendo: “Tenemos que hacer en el país esto y esto y esto…” o editorializar, es un atentado al conocimiento. Hoy tenemos un ejemplo. Lo cito, me duele mucho pero lo cito porque es hoy. Anteayer la comunidad judía celebró su más sagrado día del año. Yo no soy religioso pero tiene un gran significado cultural: el día del perdón. Porque es muy compleja la interpretación de por qué tiene que haber un día del perdón. No es que uno perdone culpas o se haga perdonar culpas, es toda una concepción, pero no importa, es sagrado. Todos los años en el cementerio de la Tablada profanan tumbas. Anteayer 70, 50 o 40. La Nación sacó hoy un editorial protestando. Ahora, supongamos que La Nación hubiera puesto a sus periodistas a investigar, porque hay muchos elementos de investigación. Yo también he investigado. Ahí viene tu pregunta: “interpretar o investigar”. Todo eso se mezcla. Interpretás que fue un atentado a la sociedad e investigás qué es lo que ocurrió. Cinco periodistas de La Nacióncolocados por tres días en ese barrio, recorriendo casa por casa, las comisarías, inmediatamente te dicen lo que pasó. Quiénes fueron, cómo se llaman, fue Pepe, fue el Banana, todos los conocen, todos los policías los conocen. Pero no, hicieron un editorial. ¿Qué es un editorial? Un editorial es aquello que nadie lee. Nadie lo lee. En el diario La Opinión, que yo tenía, no había editoriales.

-Bueno, era todo una gran editorial.

-Era todo información. Información e interpretación. Se mezclan, es lo mismo. Si vos tenés una actituda ante la sociedad, sos periodista, investigás qué es lo que ocurre en ese terreno. Si vos estás contra la tortura investigás, porque la sociedad quiere saber. Toda sociedad está contra la tortura, no existe una sociedad criminal. Puede haber fenómenos aislados como Alemania. Pero Alemania tiene 200 años de militarismo y de una teología de la sangre y el destino del pueblo alemán, pero es un caso.

-Si tuviera que comparar La Opinión con alguna publicación actual ¿con cuál la compararía?

-No comment.

-¿Con ninguna?

-No, no, no dije con ninguna. Dije no comment.

(…)

-El periodismo de interpretación anterior o el que se hace hoy: ¿para usted cuál era el más fehaciente? ¿Cuál se jugaba más? ¿Cómo estaban involucrados los poderes? ¿Qué cambios ve? Sin nombres, sin nada. A grandes rasgos.

-A ver si logro expresarme. ¿Qué es lo que vos llamás interpretación en los dos casos que citaste: (las revistas) Trespuntos y Veintitrés? ¿Qué es lo que tiene de interpretación?

-Investigación, como denuncia. Un periodismo de denuncia, de sacar temas que no sacan los diarios convencionales. En estas dos publicaciones veo que salen noticias que en realidad no son noticias, como que crean la noticia. Investigan más allá del titular que diga “El aborto”. Van y le preguntan a alguien qué es lo que opina, profundizan más. No tienen tantas noticias, pero sí una con veinte páginas. Investigan a fondo un tema. ¿Cómo era antes y cómo lo ve ahora?

-¿Qué querés decir “antes”?

-Cuando usted tenía La Opinión o Primera Plana.

-(…) Los medios de comunicación son unas de las cosas que más desaparecen. Miles de diarios han cerrado. Cualquier cantidad. Tomá La Prensa. ¿Sabés cuánto tiraba todos los días? Un millón de ejemplares. Era todopoderoso. Al extremo de que como no quería mandar corresponsal propio a la Primera Guerra Mundial financió la creación de la United Press. No tenía limites. Por supuesto, una de las familias, la señora, cuando viajaba a Europa en el barco llevaba la vaca para tener leche fresca. No tenía límites, y desapareció. El diario más poderoso de los Estados Unidos, el Herald Tribune, The New York Herald Tribune, desapareció. Son fenómenos muy difíciles de medir. ¿Qué es el antes y qué es el ahora? Pero vayamos a estos dos ejemplos que vos diste, estas dos revistas. Me las mandan, a veces las leo, miro, ojeo. No encontré nunca una interpretación. Y no pueden dar una interpretación porque no hacen la investigación adecuada. El hecho de que un periodista se siente a la máquina y consulte a cinco personas sobre un tema, cinco personas que tengan opiniones diferentes, eso no es interpretación. Y volvemos al tema que vos citaste, el aborto, que le preguntaron a este, a este y a este. No veo ninguna interpretación, veo nada más que un grabador.

-¿Cree que hoy hay una falta de interpretación? ¿O cree que hay medios que sí interpretan?

–(…) Yo no puedo ser tan tajante como vos en lo de “interpretación”. Porque no hay interpretación sin información. Cuando a un periodista le encargan un tema e informa, esa es la mejor forma de interpretar. Puedo contar una anécdota que contábamos en las redacciones: trabajar poco y charlar mucho. Cada época tenía su estilo. En el diario Crítica lo que se hacía era jugar al poker, con capitalistas del juego, en fin, toda la mafia. Pero había un ejemplo que se daba, muy interesante. El jefe de redacción está parado, tercer piso del diario, está mirando por la ventana. Mira, mira y ve un choque de dos coches abajo. Dice: “González, hubo un choque. Andá a fijarte abajo qué pasó”. Vuelve González a los cinco minutos y dice: “Chocó un coche tal con otro coche tal, interviene la policía tal de la comisaría tal. No hubo heridos, no pasó nada, no levantaron acta porque no ocurrió nada”. Entonces el jefe agarra a otro periodista: “Pepe, hubo un choque, andá a ver qué pasó”. Pepe llega a las tres horas. El jefe le dice: “¡Media hora antes del cierre!”. “Jefe, tengo la noticia de tapa”. “¿Qué pasó”. “Me fui abajo, empecé a mirar. Un tipo manejaba un coche y una mujer manejaba el otro. El coche que manejaba la mujer tenía chapa diplomática, el del tipo no. Pero me di cuenta que se conocían, por unas miradas. Inmediatamente llegó un patrullero y dijo ‘No pasó nada, no tiene importancia’. Todos se iban. Yo caché un taxi y lo seguí al tipo, porque la chapa diplomática de la mujer la anoté y entonces podía averiguar quién era. Seguí al tipo. Fue a la embajada rusa, entró, estacionó adentro. Después averigüé por un amigo que tengo en la municipalidad, la chapa de la mujer: la esposa del embajador británico… ¿Se da cuenta qué historia que tenemos?”

¿Qué es interpretación? No interpretó nada. Investigó. Y de la investigación tiene que salir la interpretación. Entonces ¿qué es lo más importante que puede tener un periodista? No la fabula hollywoodense del periodista. Todo eso es mentira. Cultura. Lectura.

(…) Yo hice el diario inspirado en Le Monde. Cuando apareció mi diario, enLe Monde lo llamaban Le Monde subdevelopé: Le Monde subdesarrollado. Pero es porque quise hacerlo, pero la sociedad argentina no quiso. Tenía mucha influencia, porque decía cosas. Pero al lado de los 500 mil ejemplares de Clarín, 30 mil de La Opinión como tirada… Nada. ¿Qué era lo que tenía La Opinión? Decía cosas.

-¿Por qué su diario se llamaba La Opinión si usted dice que el tema, tomemos entre comillas interpretar, de investigar, informar, y no opinar?

-Nunca dije “no opinar”. No es lo mismo que opine un periodista trucho a que opine yo. Hay que ver quiénes eran los que escribían. Pero no es por eso. Sino porque buscando, a través de una oficina de patentes y marcas, un nombre, fue el único que encontré, nada más, ja, ja. Y que pude comprar. Porque generalmente los nombres están registrados. Vi La Opinión y dije “puede ser”. Pero la letra imitaba a Le Monde, letra gótica. Mirá vos qué curioso: se llamaba “La Opinión, diario independiente de la mañana”. Cinco años después en Madrid salió un diario: “El País, diario independiente de la mañana”. Y salió también un 4 de mayo. Que es el día que salió el diario porque era el cumpleaños de mi hijo menor. Y un año después salió en Roma un medio similar: “La Reppublica, diario independiente de la mañana”. Así que la idea no era opinar, sino independizar. Esa era la verdadera idea.

(…) El otro día estuve con un profesor de Filosofía de la UBA que había sido periodista en La Opinión. Le pregunté cuántos alumnos seguían el curso de filosofía. Muchos. Le digo: ¿Qué hace que a alguien se le ocurra estudiar filosofía? Porque con los pronósticos de vida… por ahí nomás. ¿Qué es lo que le puede ocurrir? No tiene muchas probabilidades. Me dice: “Mirá, por vocación. Nada más que por vocación. Les gusta”. Ahora ¿qué hace que alguien estudie periodismo? Porque creo que hay como 20 mil alumnos de periodismo en la Argentina. Tienen la vocación.

Una vez la universidad de Tel Aviv, hace de esto como diez años, no tenía facultad de periodismo. Era una universidad muy poderosa, como las norteamericanas, privada también. No tenía periodismo y el presidente de la universidad quería saber si debía tenerlo o no. Conovó a unos diez periodistas, yo era uno de ellos, de Inglaterra, de Francia… Todos opinaron por su cuenta y yo dije que no, que no debía tener. ¿Por qué? Porque es una profesión que el joven que la elige lo hace muchas veces por razón de facilidad. Parece fácil. Y es más difícil que medicina, más difícil que abogacía. Parece fácil. ¿Entonces qué ocurre? Que mucha gente se aferra a un sueño. Si alguien estudia Medicina no sueña que va a ganar el Premio Nobel. Pero si alguien estudia periodismo cree que va a descubrir un día una noticia que va a transformar el mundo. Y no es cierto. Es mucha rutina y mucho aburrimiento.

Si ustedes toman un diario y marcan en rojo lo que les gustaría hacer, verán qué poco es, pero lo demás hay que hacerlo. Hay que llenar lo que se llama llenar el blanco, todo aquello que no es aviso. Entonces les dije: “Hagan esta cuenta. ¿Cuántos puestos nuevos se producen en Israel en un año? y ¿cuántos se van a recibir en la universidad?”. El 80 por ciento iba a terminar de taxista o empleado de banco. Por eso, creo, más que en universidades de periodismo, en escuelas, donde hay una sola exigencia: cultura. Y una sola realización diaria: cómo estudiar un diario. (Hay) una escuela en Estados Unidos que tiene esa escuela de periodismo. ¿Qué es lo que se hace? La literatura universal, la cultura universal, la información universal y todos los días se toma el diario del día, el New York Times y se analiza por qué cada cosa. ¿Por qué está este título grande y este chico? ¿Por qué está en esta página y no en la otra? Los alumnos, con los profesores, tienen que empezar a imaginar el por qué. ¿Por qué una cosa está acá y la otra está allá? Entonces van adivinando cuáles son los mecanismos internos del periodismo, que son miles que uno va descubriendo a través de una vida. Como aquel caso de La Prensa que publicó por error la muerte de una persona. El tipo no había muerto. Nunca más lo nombraron. “Para nosotros está muerto”.

(…) Pero siempre, siempre el periodismo es una respuesta posterior a los cambios que tiene la sociedad. Nunca antes. La base de la democracia es la democracia, no la libertad de prensa. Y en primer lugar, la justicia. Si existe justicia, somos todos iguales. Si no existe justicia, María Julia Alsogaray, Menem, pueden robar y modificar toda la economía argentina. Imagínense ¿alguien explicó, investigó por que pasamos de seis mil millones de dólares de deuda en diez años, a 150? Y ahí no hay mucho para interpretar. Hay que investiar. Y si uno investiga puede hacer la lista de quiénes son.

Como decía un peronista. Le digo: “Perdiste la interna, ni sos candidato a diputado”. “No importa, llegamos al poder. Yo me conformo si me nombran subinspector de cementerios, tengo para toda la vida”. Ese es nuestro país.

-¿Usted cree que hay una falta de compromiso del periodismo actual?

-No sé exactamente qué quiere decir eso. ¿Compromiso con qué?

-Con la sociedad.

-¿Con lo que la sociedad necesita? ¿Con el progreso de la sociedad? Eso sí. Una total falta de compromiso. Yo puedo tomar cualquier día, cualquier diario, y mostrártelo. Cómo evaden los temas, hablando de los temas; y sin embargo los evaden.

-¿Y esto a qué cree que se debe?

-Tengo una vieja teoría: si el ser humano desapareciera de la Tierra, todo iría bien. Se debe al ser humano, lo que somos. Mirá al mundo lo que es. Tomá… Africa. 200 mil muertos el año pasado por las guerras tribales y 2 millones por el SIDA. ¿Algún día se salvará Africa? ¿Cuál es el compromiso que tenemos con Africa? ¿No tenemos ninguno? ¿Tenemos alguno? Y así se pueden enumerar 800 cosas de lo que ocurre en Argentina. ¿Cuál es el compromiso?

Hay dos temas. Dos aspectos de la modificación societaria que son muy importantes. Uno, ya aceptado por todos, que es la incorporación de la mujer. Es como si la humanidad se hubiera duplicado. (…) A principios de siglo eran las grandes oleadas inmigratorias de Europa. Eso terminó. Lo que hay ahora son inmigrantes ilegales, mexicanos, dominicanos, haitianos… Se considera que la incorporación de la mujer es la segunda inmigración. Hoy el 47 por ciento de la mano de obra en Estados Unidos es femenina. Se duplicó la población. Quiero decir que se duplicó la creatividad, no el número. Hay todo un sector. Ese es uno de los aspectos. Las grandes revoluciones, la revolución socialista fracasó. La revolución nazi fracasó. Todas las revoluciones que hubo, la castrista, las revoluciones políticas fracasaron todas. Las revoluciones filosóficas, cómo se han ido modificando los conceptos filosóficos, fracasaron. El único cambio societario profundo, que es una revolución en la segunda mitad de este siglo, es la incorporación de la mujer. Y la nueva revolución que se va a imponer y que está comenzando a actuar es la solidaridad. La convivencia. La solidaridad. Y la prensa argentina todavía no ingresó en eso. Todavía un chisme, una tontería sobre cualquiera de los… desde Zulema Yoma a Susana Giménez, tiene mayor cobertura que este fenómeno que está apareciendo en la sociedad argentina, que es la solidaridad y la convivencia. Entonces, si vos le preguntás al jefe de redacción: ¿por qué eso?: “Porque Susana Giménez atrae más que la solidaridad de un grupo juvenil con una escuela en Jujuy”. Yo le preguntaría: ¿Seguro?. ¿Y si no fuera así?

-¿Usted cree que es así?

-Sí, yo creo que es así.

-Creo que falta una movilización por parte de los medios con respecto a eso, pero al mismo tiempo, si dice que la sociedad moviliza después a los medios, toda esa evolución social, entonces sí hay una evolución en el tema solidaridad en la sociedad.

-La sociedad los moviliza. Hay solidaridad en la Argentina desde hace tiempo, y recién ahora empieza, más o menos, a aparecer. Muy poquito. Pero lleva tiempo. El tema es si el periodismo puede proponer en vez de amoldarse. Y acá el periodismo no propone nada, pero se va amoldando. Esa es la diferencia. Cuando hubo intentos… bueno, los intentos dependieron de los avatares de la sociedad argentina. La Opinión fue un intento. Primera Plana fue intento. Mirá La Opinión. Yo estuve al frente del 71 al 77, seis años. El presidente Lanusse usó un método terrible para ahogar a La Opinión. Controlaba la mafia de la reventa. ¿Saben lo que es la reventa? La distribución. Entonces la reventa solicitaba cada día qué tiraje quería para vender. Si vos no le dabas decía: “Ah, entonces no trabajamos para usted”. Me pedían el doble de lo que vendían. Me devolvían los paquetes cerrados, porque era una sangría terrible. Fue el presidente Lanusse. Después de Lanusse vino Cámpora. Entonces los Verbitsky, Tomás Eloy Martínez, una serie de montoneros, tuvieron el sueño dorado: quedarse con el diario. Hicieron una huelga, ocuparon el diario. Cámpora no decía nada, el gobierno no decía nada y el diario estaba ocupado. Yo me presenté al juez. Le digo: “De acuerdo a las leyes, aunque hagan huelga no pueden ocupar el diario”. Era la ley en ese momento. Le digo: “Señor Juez, sáquelos”. Dice: “Noooo”. ¿Quién se quería meter con los montoneros en la época de Cámpora? Nadie. Le digo: “Mire, señor Juez, dentro de dos horas voy al diario a armar. Al primer huelguista que agarro le pego un tiro en la cabeza y digo que fue por orden suya”. Entonces fue y logró sacarlos. Eso era Cámpora. Después de Cámpora vino Perón, ya viejo, manejado por cualquiera. ¿Qué ocurría? Tuve varias conversaciones con él, y estaba, como él mismo dijo: “Soy un león herbívoro”. Ya se podía hablar con él. Había vivido 18 años en Europa, había leído algunas cosas. Mentíííía. Era divertido cómo mentía. Decía: “Porque mi correspondencia con Mao Tse Tung…”. Nunca en la vida. “Yo estuve con De Gaulle en mayo del 68 en París y le dije: ‘Mire, Charles, usted…’”. Yo, por curiosidad, le preguntaba a los periodistas franceses: “¿Puede haber habido esta entrevista sin que nadie se enterara?”. “Estás loco, De Gaulle estaba en el Olimpo, ni sabía quién era Perón”… Pero Perón no me tocaba. Estaba López Rega. Secuestraban a un periodista, lo mataban y me mandaban por correo el carnet de La Opinión. Tuve que sufrir eso. Tercera presidencia.

-¿A un solo periodista?

-No, a varios. Hay como 20 periodistas muertos de La Opinión… Después vino Isabel, que era decir López Rega. Y bueno, el diario se jugó contra López Rega. Pero se jugó a muerte. A muerte. Escondiendo periodistas. Y una vez ocurrió eso, que es todo un tema de debate ético. Vino un periodista, Heriberto Kahn y dice: “Tengo la versión de lo que ocurrió en la reunión de gabinete. Se agarraron a piñas Massera y López Rega”. “Bueno, escribilo”. “No, yo no lo firmo”. “Bueno, no lo firmes”. “De ningún modo. El tipo que me lo contó sabe que me lo contó a mí”. “Entonces hacé un informe para el director”. Cosa que es obligatoria, no se publica. Un informe para el director. Escribió el informe, yo lo publiqué con la firma de él  y lo escondimos en una lejana sinagoga. Lo buscaban para matarlo. Pero claro, hasta hoy en día no estoy seguro de si hice bien o si hice mal. Porque ¿tenía la opinión pública derecho a saberlo? Si yo decidía que no tenía derecho a saberlo, entonces tenía que cerrar el diario, para qué hacia un diario.

-¿Usted lo publicó con la firma de él sin su consentimiento?

-Sí. Sin su consentimiento. Con el consentimiento de la opinión pública. Porque el periodismo, si no es riesgo, entonces es… oficinista. Y lo escondimos, me preocupé de que no lo agarraran. Y no lo agarraron. Y después de López Rega y de Isabel, vino la junta militar. Todos sabemos lo que ocurrió, además de todos los periodistas que mataron. Así se hizo La Opinión. ¿Qué quiere decir eso? Que se hizo contra el país. Contra el poder del país, contra el poder político. No contra la sociedad. Y bueno… fracasó.

-¿Lo ve como un fracaso?

-No, no. Quiero decir que no se pudo hacer, a eso me refiero. ¿Fracaso personal? No sé, me hubiera ido a las Bahamas a tomar el sol, que era mucho mejor; no hubiera sufrido ni yo ni mi familia… ¿De modo que qué es lo que se hace? Lo que hacen. Poco heroísmo en la Argentina. Pero en todo el mundo hay ejemplos de esa naturaleza bajo distintos aspectos. No sé si ustedes vieron la película “Los gritos del silencio”, sobre la guerra en Camboya. Fue como Vietnam. EEUU arrasó Camboya… Había un corresponsal de New York Times que se jugó para salvar la vida de un fotógrafo camboyano. Se la salvó. Los Gritos del Silencio es sobre ése episodio. Pero incluso en un diaro bastante-bastante positivo y democrático como el New York Times, este chico, Sydney Schanberg, no pudo seguir. Porque una vez, estando en Nueva York, me encontré con él y me contó la historia. Escribió un artículo en contra, investigativo, no una opinión, sobre la construcción de una represa que favorecía a alguien. El director le pidió que no se publique. El dijo: “Tiene que publicarse”. Y el director le dijo que no, que le ofrecía un acuerdo, pagarle una gran indemnización si se iba. Yo le dije: “Sydney, ¿te jugaste la vida en Camboya por una idea de la libertad de prensa y te arreglás por una indemnización?”. “Acabo de divorciarme, tengo dos hijos chicos y un ataque al corazón. Lo siento pero no puedo evitarlo”. De estas cosas está hecha la vida del periodista. De estas o de otras. Pero en todo caso, no esperen del periodismo más de lo que la sociedad argentina es. Menos sí, pero más no. No crean que van a dirigir, que van a decir cosas que nadie se atreve a decir. Eso lo deciden los jefes y la empresa.

-Como decía MacLuhan “están tan inmersos en su ambiente que les cuesta salir y mirar desde afuera todo”. (…)

-No lo creo. Todos saben lo que ocurre. Especialmente las capas superiores de los medios (…) Se fundó una sociedad que se llama Periodistas. Habrán oído hablar. Y me llama Joaquín Morales Solá y dice: “Queremos que seas uno de los fundadores”. Es una sociedad cerrada, muy importante, están todos los periodistas: los canallas, los ladrones, los mafiosos, los buenos, los malos. Todos los importantes. Todos. Menos (Bernardo) Neustad, porque eso ya hubiera sido demasiado. Nadie hubiera aceptado. Le digo: “Joaquín, yo vivo en Punta del Este, no tengo relación con nada, no me meto con nada, ¿qué voy a hacer?”. “Necesitamos tu nombre porque entonces tiene otro significado”. “Bueno, poneme, pero no cuentes conmigo. Si quieren hacer una declaración estoy de acuerdo. Háganla. Ni me consulten”. ¿Porque qué de malo van a decir? Siempre va a ser lo mismo. (…)

-Pero nos está diciendo que lo mejor que hubo fue la revolución femenina y ahora hay cuatro señoritas tomando algo con usted, ¿qué más quiere?

-Estoy de acuerdo, ja, ja. Simplemente les estoy diciendo lo que es el periodismo. No es de lo mejor, no esperen lo mejor, no esperen una gran vida. Es difícil, es dura, los sueldos son bajos. Cada vez van a ser más bajos, porque la economía argentina va a entrar el año que viene en una situación realmente muy complicada. El diario Clarín está perdiendo publicidad y venta a raudales y están estudiando cómo sacar un diario popular que se venda a 50 centavos. Para poder atraer público, que es un desastre… En la televisión, las radios: un desastre. Porque había crecido con la deuda externa. Todo ese dinero, esa plata dulce, bueno, ahora hay que pagarlo.

-Si usted mira de acá a diez años, al futuro, ¿es pesimista? ¿Lo ve mejor o peor? ¿Un futuro mejor o un futuro peor?

-No me atrevo a hacer un pronóstico. No. Nadie puede hacerlo

-Tampoco tiene que ser un pronóstico que esperamos que se cumpla, pero su intuición capta bastante bien al mundo.

-¿Diez años? ¿No podés bajarlo un poco?

-Bueno… cinco años. Después de las elecciones y punto.

-Después de las elecciones…

-Se va a vivir a Punta del Este.

-No, no puedo, desgraciadamente, los médicos no me dejan. Tengo un ultimatum de mis hijos…

-No le preguntamos, por ejemplo, con la tecnología. Las cámaras ocultas. ¿Qué opina?

-Confunden.

-¿Eso es investigar?

-No. Eso no es investigar. Eso es espiar. Confunden. El trabajo de periodista está bien definido, y eso es lo que hay que hacer. Todas esas cámaras ocultas, locuras, todo ese periodismo… Jorge Lanata es abominable. Porque excita al lector, lo manosea, lo marea, pero no aparece nada. Hace poco anunciaron: “Mañana en el programa Día D hemos descubierto el refugio de Monetta”. Es interesante. ¡Además Monetta, tanto anunciarlo como para que se vaya! Me llamó la atención.

-¿Y qué pasó?

-Recorrieron algunos lugares donde Monetta había vivido alguna vez.

-Eso es embaucar al espectador.

-Hay mucho de eso en los diarios, en todos lados, hay muchísimo. Todos los días, es permanente.

-Aparte Lanata tiene un tema con Moneta.

-Pero muy bien. No importa que esté obsesionado. Pero mintió. Esa es la base de todo. Mintió…

-¿Cuál sería para usted el mejor periodista que tiene la Argentina hoy en día?

-Vos.

-¿Por qué? ¿Porque soy joven, linda y estudio periodismo?

-Y estanciera.

-!¿Cómo sabe?!

-Porque había una vieja obra de teatro. “Joven, viuda y estanciera”. Un sainete… Además estás en esa universidad… Estanciera o heredera, ¿qué otra posibilidad tenés?

-Ay, no. Justamente estudio para no depender de eso cuando sea un poquito más grande que ahora. Para no querer ni el campo ni la plata. Para poder vivir yo, poder pagarme mis cosas yo.

-Cuando abomines del trabajo de periodista vas a decir: “Fue un error”.

-¡Ay, no!

-Era para hacerles un chiste, ja, ja, no me tomen en serio.

-¿Usted estudió alguna carrera universitaria?

-Yo no. Leía.

-¿Terminó la secundaria y leyó?

-Leer y leer y leer y leer.

(…)

-Pero no me contestó. Se rió, me hizo un chiste.

-Bueeeennnno.

-Pero para usted ¿quién sería, no sé si el mejor, pero el periodista que más se acerca a un modelo de periodista que usted piensa que sería….? Por ahí no hay, por ahí no tiene, pero por ahí sí.

-Lo tendría que pensar mucho.

-¿A quién le gusta leer? ¿Qué diarios abre y dice: qué bien, qué buena nota?…

-Dejémoslo…

(…)

-¿Y escritor preferido tiene?

-Muchos escritores. Pero ¿uno? ¿Esa es la pregunta siempre? “Si se va vivir a una isla desierta, ¿qué libro llevás?”

-Rayuela, de Cortázar. Por ahí porque leí muy poquito, entonces me llevaría ese. O Cien años de soledad, pero bueno, por ahora me llevaría eso. Los que leyeron mucho por ahí no pueden elegir una obra. Hay gente que por ahí le gusta… no sé, el Martín Fierro.

-Los Tres Mosqueteros… porque ganan los buenos.

-Pero somos cuatro acá.

-Y eran cuatro ellos.

-Bueno… mire que nosotras seguimos hablando.

-No tengo problemas. Pero no les deben quedar preguntas, me imagino. Tomamos otro café para entrar en calor. ¡Mozo!

-¿No se ofende si yo me fumo un cigarrillo?

-¿Cuáles? ¿Estos?

-No, para eso tengo que esperar a tener un par de años más todavía. Cuando tenga el campo ahí sí me voy a fumar un habano.

(…) -¿Y usted está escribiendo algo ahora?

-No.

-¿Está leyendo?

-…

-¿Compra alguna revista?

-Acá está. Esta. The Economist. (…) La mejor revista del mundo.

-¿Le interesa la economía?

-No, para nada. Pero esta tiene mucho de política, cultura, tiene de todo. Una de las cosas, muy difíciles, que hay que pelear mucho con los periodistas para explicarles, es que no trabajan para su gloria personal, por su vocación, sino para el lector. Tienen que pensar constantemente en el lector. The Economist, para integrar al lector, en lugar de decir Nuestro Corresponsal o El Corresponsal de The Economist, en el artículo dice Su Corresponal. Le dice al lector: su corresponsal. Porque realmente quiere que el lector se integre de algún modo, sienta una vivencia, sienta su existencia. En La Opinión yo había prohibido decir, por ejemplo, nuestro país, nuestra ciudad. Nada. En Argentina, en Buenos Aires. Siempre buscando que el lector no tuviera problemas en leer, en sentir exactamente dónde estaba, cómo estaba, por qué estaba, cómo se ubicaba. Eso es realmente muy importante.

-¿Qué piensa usted de la objetividad? ¿Existe? ¿No existe?

-Es rubia y de ojos celestes.. la pulpera de Santa Lucía. No, no, hay que ser objetivo. Tenemos todas las razones del mundo para saber que no son, que los diarios no son…

-Bueno, de hecho el título de su diario era La Opinión.

-¿Qué pensás de la honestidad de los abogados? Los honestos son honestos. Ahora ¿ustedes estudian periodismo o comunicación?

-Ciencias de la Información.

-Pero vos, por ejemplo, además de ser la mejor periodista de la Argentina…

-Y tener campos y…

-…¿qué es lo que vas a buscar cuando te recibas?

Es el gran dilema que yo tengo ahora. A mí me encanta lo que a usted no le gusta, todo el tema de cámaras ocultas. El año pasado hicimos un debate en la facultad y estuve investigando. Hablé con Telenoche, con un par de estudios de abogados. Y la verdad que me pareció algo interesante, algo que se tiene que explorar más, que por ahí no se está haciendo de una manera correcta. Pero me pareció super interesante, a mí me encantaría hacer eso. La otra vez conocí a una chica que hizo toda la investigación de la AMIA, del atentado. Y me gustaría hacer eso. Pero por otro lado también creo que el tema de comunicación empresarial es lo que tiene más auge hoy en día. Son como dos polos opuestos…. Hay muchos estudiantes de nuestra carrera que no tienen ningún tipo de interés en periodismo.

-Comunicación, empresas, relaciones públicas.

Claro. Yo me metí en esta carrera porque quiero ser periodista. No me interesaría estar en una empresa en el área de comunicación. Quizá lo haga, pero no es lo que me motiva estudiar esto. Yo no sé. Me metí en la carrera realmente por el tema de escritura. Yo estudié otra cosa antés, estuve trabajando de otra cosa y trabajando de eso me di cuenta de que yo no sabía nada, que era una inculta total, que tenía 20 años y que era ridículo salir así al mundo porque por más que uno lea por motu propio tenés que tener una guía o alguien que te vaya diciendo “tenés que leer…no sé”. Para mí lo que te da la carrera es cultura, después uno lo que vaya a hacer, no sé… Tiene mucho que ver con la iniciativa personal de cada uno. Hay gente que termina la carrera pero por ahí porque cumplió con lo que tenía que hacer. Pero si vos no tenés interés en ser culto vos… Es todo una cuestión de la voluntad de uno de querer saber o no. ¿Usted cómo cree que nosotros, como estudiantes, nos podemos insertar en lo que es esta vida de periodistas? Porque yo lo veo completamente imposible. Ad honorem uno puede hacer cualquier cosa y puede empezar barriendo pasillos.

Sí… las pasantías. Después de Mónica Lewinsky todos quieren tener pasantías.

-Gracias, yo paso.

-Noooo, todos los jefes quieren tener pasantes.

(…) ¿A usted le gusta ver televisión?

-Según qué.

-¿Ve los noticieros de la tarde y todo eso?

-No, no.

-¿El de Jorge Lanata lo ve?

-No. Vi ése porque decían “Descubrimos a Moneta” y la verdad que tuve curiosidad.

-¿Y qué piensa de Lanata? Muchos dicen que Lanata, sin ofenderlo porque tal vez no comparte, es como el Jacobo Timerman…

-Por favor, no me digas eso.

-No, no, no, no, ja, ja, ja, ja.

-No te olvides que soy cardíaco, tengo ciertos problemas.

(…) Yo, antes de entrar en la facultad, nunca había oído hablar de usted. Quizá un poco de desinformación, como no figura tanto en los medios de ahora. (…) Otra cosa: el periodismo del interior del país ¿tuvo peso alguna vez en este país? ¿Tiene peso o nunca lo va a tener? Yo soy del interior, por ejemplo.

-¿De dónde?

-De Bariloche

-Eso no es el interior…

-Bueno, disculpe.

-¡Eso no es serio: una cancha de esquí!

-¡Qué malo! Soy de El Hoyo, Chubut. Fui al colegio, un colegio inglés porque en El Hoyo había un colegio rural donde si aprendías uno más uno era mucho. Y te daba tres, por supuesto. Entonces fui a un colegio en Bariloche, un colegio inglés, pero sé lo que es el interior. A cincuenta kilómetros de Bariloche es el interior.

-Sí, bueno… El periodismo del interior tiene influencia en su lugar geográfico. Vale decir: La Voz del Interior, para la elección de gobernador de Córdoba, juega un rol. La Opinión de Trenque Lauquen tiene influ encia en la elección del intendente. Pero ya las comunicaciones, con la televisión, las radios, han suplido mucho la importancia de ese periodismo del interior, que juega cada vez un rol menor. El diaro más antiguo de la Argentina, La Capital, de Rosario, está en quiebra. La Capital se fundó porque querían que Rosario fuera la capital de la Argentina… Los Principios, de Córdoba, cerró… y todos andan mal. Fueron comprados. La Voz del Interior por una sociedad hecha por La Nación y ClarínLos Andes, de Mendoza, también… Todo está dentro del marco económico que estamos viviendo. Todo. De modo que las opiniones sobre la profesión dependen mucho de dónde va a ocurrir, qué va a ocurrir, quién lo va a hacer…

(…)

-No logro visualizar… ¿cómo ven ustedes al periodismo? ¿Qué es lo que ven? ¿Qué ven? Como vida, como profesión.

-Yo me sorprendí cuando usted dijo que es una cosa monótona. Yo lo veo como algo totalmente dinámico, que cambia todo el tiempo.

–Pero depende el periodismo que hagas. Si estás en la sección Economía, o en Countries de La Nación… Es distinto estar en esa sección que en Enfoques o en Cultura o Espectáculos. Es distinto el tipo de periodismo que hagas, qué se yo, policiales. Después de una semana ya está. Ir a la comisaría… Creo que es eso. Yo no sé en qué sección… Yo lo que quería en realidad, me gusta mucho el cine y me gustaría estar en la sección espectáculos.

-Vos sabés que cuando yo hice Primera Plana, en la prehistoria, hace tanto… yo tenía 38 años. Era joven. Ya había trabajado en diarios. El tema difícil era política. Yo había sido ya cronista parlamentario de La Nación, cronista de Casa de Gobierno de La Razón, cronista político deClarín, hasta tenía mi propia columna política, corresponsal de Clarín en Estados Unidos. Pero en el campo de los periodistas políticos todo era amistad con los políticos. Es decir, lo que los americanos llaman to belong. Pertenecer, formar parte de. No quedar aislado, formar parte de la patota. Y decir lo que el político quería que se dijera. No había una investigación, una creatividad. Mirá vos. Yo era tan independiente que cuando La Razón, en el año 58, cuando asumió Frondizi, me designó cronista en la Casa de Gobierno. Hay una sala de periodistas y están todos ahí. Al segundo día no me dejaron entrar y con Disandro, que estuvo 50 años ahí de periodista, nos agarramos a piñas. ¿Por qué? Yo nunca compartí información. Cuando un colega me decía: “¿Sabés algo de esto?” “Ni idea”. Porque me debía a mi diario, y a mí mismo, a mi orgullo profesional. Entonces claro, dos o tres veces que les macanee, “No, no sé nada”, y después La Razón salía con todo y los jefes a ellos los puteaban… Estaba a las piñas con todo el mundo. No había forma de que me aceptaran, por nada del mundo.

Entonces cuando hice Primera Plana dije: “¿Cómo puedo inventar o imaginar quién va a ser el cronista político?” Yo tenía una columna política en Clarín y nadie me dirigía la palabra en el diario, mis colegas no hablaban delante mío. He sido el más grande hijo de puta que hubo en la profesión. Entonces en Primera Plana digo: ¿y ahora qué hago?… ¿Sabés qué se me ocurrió? Buscar gente culta. Si un tipo es culto … además la política argentina no es la de Washington (…) ¿Qué es la política argentina? Lo que había: los ministrachos, como yo los llamaba. (…) ¿Y dónde está la gente culta en un diario? –porque los de la sección cultura, cuando opinan sobre un libro, leen la solapa. Eran solaperos…–: en cine. El tipo que es cronista de cine es culto. Porque se interesa en un arte, rápido, dinámico, diversificado. Ve muchas cosas, lee muchas cosas. ¿Sabés a quién tomé para la sección política de Primera Plana? Dos cronistas de cine: Tomás Eloy Martínez y Ramiro de Casasbellas, de La Nación. Digo ¿por qué no van a entender la política, qué es eso? Como decían los profesionales: este no conoce a ningún ministro. ¿Qué carajo importa? El ministro lo tiene que conocer a él. Así que lo del cine es muy lindo.

-¿Usted fue cronista de cine?

-No. Ojalá yo hubiera sido cronista de cine y no de política.

-Lo que nos recomiendan en realidad a nosotras es…

-Leer.

-Que leamos. ¿A usted le gusta el cine? ¿Qué le gusta?

-Yo al cine puedo ir dos o tres veces por día. Ahora no puedo caminar mucho, pero, si no, me pasaría la vida en el cine. Es un mundo maravilloso. La cantidad de películas, de información, comunicación, todo lo que tenés. Es fabuloso. La única vez  que casi voy preso fue por una crónica de cine, que no escribí yo, en Primera Plana. Creo que fue en el 63… poco después que ustedes nacieran.

-¡Noooooooo! En el 77 nací yo.

–Y yo en el 80.

-Ah, perdón.

-¿Cuántos años pensó que teníamos?

-¿12, 13?

-Bueno, no le erró por mucho.

(…)

-Llena más como persona ir a ver una película de cine que leer un diario. (…) Salís de ver una película en otro estado. Remueve cosas adentro, te hace pensar de verdad. Tiene, además de la capacidad de informar, todo ese componente artístico y de creer que estás viendo algo real que lo hace tanto más creíble. Y no deja por eso de interpretar…

(…)

-Hollywood hizo una película sobre mí ¿no la vieron?

-No, ja, ja. ¿Está buena? Ja, ja,ja.

-¡Es tan mala! ¡Tan mala que da ganas de llorar!

-¿No será otra treta, no? ¿Cómo se llama?

-Se llama…. Prisionero. Porque mi primer libro… sobre ese libro se hizo: Preso sin nombre, celda sin número. Mi primer libro. Sobre eso se hizo la película.

-¿Quién es el actor?

-A mí me interpreta Roy Scheider, el de Tiburón.

-No lo puedo creer. Igualísimo.

-Vos sabés que alguien me dijo: “Pero vos no te parecés nada a Roy Scheider”. “No, él se parece a mí, que es peor todavía”.

-¿Y lo consultaron?

-Me pagaron. Como a mí esas cosas no me importan. ¿Quiere intervenir en el guión? Jamás en la vida, jamás. Meterse con Hollywood, Dios mío.

(…)

-¿Se la mandaron para que la apruebe?

-¡Pero cómo! Se vendía. La primera noche la pasó la NBC en EEUU. La vieron 30 millones de personas. Yo no podía entrar a un restaurante. Tenía que firmar autógrafos, un despelote…

-¿No se siente halagado? Usted se ríe de eso, pero ¿no es un halago para usted, después de tantos años de profesión, de vivirla y de lucharla, no se siente reconocido? ¿Qué se siente eso? ¿Usted se ríe nada más?

-….

-Es un halago.

-… Es posible.

-¿A usted le hace bien eso? ¿Se siente bien cuando ve eso o preferiría que no sucediera? Lo de los libros o las películas…

-No sé. Me resbala un poco… La gran pasión de mi vida, que realmente sentí la grandeza de la vida, fue mi esposa. Como ella me decía: Mon ami, mon amante. Fuimos muy amigos. 41 años. Esa fue la cosa más arrolladora y completa que tuve en mi vida. Sentarnos los dos a charlar dos o tres horas…

-¿Era una mujer culta?

-Muy culta. Lectora. Pero… Era una fiesta. Realmente una fiesta. Y luego no les puedo describir a ustedes, porque hay sensaciones, emociones, experiencias casi intransferibles en la descripción, lo que es estar sentado en la dirección de un diario como La Opinión, peleando solo contra una dictadura… Eso es intransferible. En el techo de La Opinión estaban las bolsas de arena para tirotearse con la policía. Los periodistas que desaparecían y yo tenía que ir a ver a los padres y decirles: desapareció. La cantidad de veces que los padres dijeron: eso pasó porque usted lo mandó a hacer tal nota. No lo crea, él estaba feliz de poder hacer este periodismo. Las amenazas permanentes. Un día amenaza de bomba. Entonces ordeno evacuar el edificio pero yo me quedo con mi hijo. Sentados los dos. Porque algún ejemplo de que uno enfrentaba había que dar. Entonces me dijo: “Papi, estamos muy solos”. Le digo: “No; tenemos a nuestros lectores con nosotros”. Ese instante cubre todo lo que me queda de emoción, de ideas. Haber podido vivir ese instante. Como decía Goethe: “Oh, instante, detente, eres tan hermoso”.

(…)

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La Concha de tu Madre Posterous

Gracias a la batalla del gobierno contra los medios opositores, ya casi nadie se atreve a decir el otrora lugar común «¿cómo no va a ser verdad si salió en el diario?». La gimnasia de leer entre líneas y sospechar de cualquier contenido terminó engendrando el lugar común opuesto, «Clarín [siempre] miente» y sus derivados.

Del mismo tenor con el que el lector ingenuo rendía pleitesía a una prensa impoluta, el navegante promedio sigue opinando que «en Internet está todo». De nada servirá que muchas veces se tope con resultados engañosos, inexactos o directamente no halle respuestas a las palabras que ingresa en el cuadro de búsqueda de Google: prima la lógica del horóscopo, se recuerdan los hallazgos.

Buscar artículos de diarios no ya previos a la llegada de la web (un imposible), sino del fin del siglo pasado y el comienzo de este se hace dificultoso la mayoría de las veces. Y si los medios digitales mainstream tienen archivos deficientes, ¿qué podemos pedir de los viejos blogs o de las páginas personales?

Twitter, ese gran índice y reservorio de contenido, usa un buscador que no está a la altura del tamaño de la información que contiene. Si no puede encontrarse, no existe. Facebook y buena parte de las apps compartimentan y privatizan lo que sus usuarios generan.

Los dominios se vencen, los hostings se dejan de pagar, los sitios se hackean o se quedan sin dinero… y solo existe Archive.org para guardar (malamente) a estos sitios fantasma.

La primera gran defraudación fue el cierre de Geocities, principal refugio durante muchos años de las primeras páginas amateur de la web. Ahí se destruyó impunemente la Biblioteca de Alejandría de la infancia digital. Ahora, el 30 de abril, volverá a amputarse una parte importante de la web cuando Posterous, comprada por Twitter, cierre y borre todo su contenido.

Posterous servía a los que lo usábamos como un método sencillo para archivar y buscar páginas y, de paso, hacerlas públicas. Algo similar a lo que ofrece Tumblr, pero más orientado al texto que a la imagen. Pero si sus usuarios lo empleaban como agregador de contenido, ¿no queda la fuente original? No siempre. Fueron varios los textos que desaparecieron del lugar del que fueron creados y agradecí tener esa especie de backup en Posterous. Por ejemplo, un brillante y conmovedor retrato de Martin Amis sobre Christopher Hitchens publicado hace ¡menos de dos años! en The Guardian, desapareció de la fuente original y pude capturarlo a tiempo en mi Posteorus.

Para hacer todo más difícil todavía, Porterous permite backupear los blogs, pero no hay buenos filtros para migrarlos a otras plataformas: a Tumblr se lo puede hacer usando un servicio llamado JustMigrate que funciona muy bien, pero que es pago más allá de los 100 posts. A WordPress.com se lo puede importar, pero todos los acentos aparecerán reemplazados por signos de pregunta. ¿Qué tan irresponsable es cerrar un sitio y despreocuparse de métodos para garantizar que ese contenido siga vivo en otro lado?

En mi caso, después de varios experimentos terminé mudando mis blogs así:

– Malas Palabras – posts urgentes: donde archivo textos afines a este blog, pero que no son de mi autoría, fueron mudados acá. Por ejemplo, los posts anteriores a este, son de otros autores, no míos.

– Archivos de cibercultura: donde archivo textos donde la cultura se cruza con la tecnología, pasaron a formar parte de Weblog.com.ar, pero también se puede seguir accediendo con la URL http://www.cibercultura.com.ar.

– Archibook: donde archivo libros y revistas interesantes para descargar, ahora se accede desde http://archibookblog.wordpress.com o desde http://www.archibook.com.ar

La Pared: donde archivo artículos de política ahora está en http://laparedblog.wordpress.com/

– Covers y covers: donde archivo tapas de revistas y covers musicales estaba afuera de Posterous, asi que sigue en el mismo lugar http://coversycovers.tumblr.com/

Todas las direcciones están, aparte, en la barra lateral de este blog.

 

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Las cinco grandes barbaridades del copia y pega en el periodismo digital – 233grados.com

Copy-paste

Son muchas las facilidades para el plagio que han llegado de la mano de la digitalización de los contenidos. El famoso Ctrl+C Ctrl+V o las licencias Creative Commons han fomentado la copia de artículos en la red, una tendencia que afecta de lleno al periodismo digital. A continuación, os presentamos una lista con algunas de las ‘barbaridades’ que se han cometido. También ponemos algunos ejemplos sin que ello signifique que los casos reportados sean los únicos que se han producido.

1. Copiar todo el texto sin citar

Ejemplo: El 17de febrero de 2010, Elmundo.es reprodujo íntegramente, sin citar ni enlazar a la fuente original, el texto de un artículo que el periodista Ramón Salaverrría había publicado un día antes en su blog. El diario modificó después el artículo y pidió disculpas a Salaverría.

2. Hacer un resumen o copiar varios párrafos del texto sin citar fuente

Ejemplo: Ocurrió el pasado mes de enero, cuando El País copió varios párrafos de un artículo del periodista de La Vanguardia Albert Lladó.

3. Copiar el texto poniendo la fuente pero sin enlace

Este caso es muy frecuente, debido tal vez a la teoría de que cuando se enlaza a otro sitio se pierde algo del ‘pagerank’ propio, teoría que rechazanalgunos expertos SEO.

4. Copiar todo un texto y firmarlo con nombres y apellidos que no son del autor original

Ejemplo: Este caso lo hemos vivido la semana pasada, cuando el corresponsal de El Mundo en Asia, David Jiménez, denunció que Deia había copiado un artículo suyo y se lo había firmado al humorista gráfico Forges.

5. Copiar texto, fotos y videos y no citar fuente ni poner enlaces

Algunas licencias Creative Commons permiten la reproducción exacta de los artículos de un sitio web, siempre y cuando se cite y se enlace a la fuente original. Esto ha provocado que aparezcan muchos sitios que únicamente se dedican a la recopilación de artículos de otras webs y que en algunos casos no cumplen con el requisito de citar y enlazar.

Las cinco grandes barbaridades del copia y pega en el periodismo digital – 233grados.com.