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El que acelera mucho, termina chocando

Hay temas que aparecen en la prensa diaria que garantizan su rebote en la blogósfera. Por ejemplo, cuando los diarios hablan sobre un tema de Internet (sobre todo blogs, piratería, Apple, bajada de música), está cantado que los bloguers recogerán el guante para tratar el asunto. Y es bienvenido, tanto cuando aportan opiniones que no se ven en los medios mainstream, como cuando clarifican o amplían a estos medios.

El problema es cuando no se tiene demasiado para decir. Entonces el post se limita a linkear al artículo original y aportar algún comentario que lo complemente. Hacer esto es bastante trucho (a menos que sea un blog especializado que recopila enlaces sobre un tema), pero más trucho es ser el segundo, tercero o vigésimo en hacerlo. Por eso, cada vez hay menos distancia entre que se publica un artículo en los diarios y los posts apresurados de bloguers que quieren ser los primeros en enlazarlo.

Clarín publicó el viernes una noticia sobre la vandalización de Wikipedia en la entrada sobre «La Noche de los lápices». El muy buen blog español «Mala Prensa» insinuó que Clarín podría haber inventado la noticia, basándose en que la IP que había alterado el artículo era de Prima, empresa del grupo.

El post lo recicló Eduardo Arcos (exitoso en esto de copiar y pegar lo que aparece en blogs ajenos) y muchos otros blogcitos.

Lo que los blogs extranjeros no sabían (y sí deberían saber los bloguers argentinos que se hicieron eco) es que Prima no provee acceso a Internet solamente a los periodistas de Clarín, sino también a una buena parte de los usuarios argentinos. La coincidencia fue una casualidad. Y la velocidad para publicar el tema hizo que no fuera verificado como se debe. Tanto Mala Prensa como Arcos corrigieron la información al final de sus posts, pero no todos llegan al final del post (sobre todo los que los consultan a través de un lector RSS).

Los blogs que pretendan erigirse como una fuente creíble, deberían cuidar este tipo de desprolijidades. «La mejor noticia no es siempre la que se da primero sino muchas veces la que se da mejor», dice García Márquez.

La captura de pantalla de la entrada vandalizada que muestra la nota de Clarín es esta:

wikipedia.jpg

Allí se muestra la misma dirección IP que se ve si se accede a la entrada de Wikipedia de la que habla la denuncia: 24.232.220.225. Un simple chequeo con una herramienta como DNSStuff revela que la IP ni siquiera pertenece a Prima, sino a Cablevisión. Por lo tanto, la correción del error también es un error.

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El proceso de búsqueda de información a partir del 11-S

A raíz del quinto aniversario de los atentados a las Torres Gemelas, Google difundió estadísticas sobre sus búsquedas aquel 11 de septiembre de 2001.

El modo en que la gente buscó información puede servir como modelo para otros acontecimientos informativos globales.

La palabra «cnn» encabezó las búsquedas inmediatamente después del antentado, «world trade center» unas horas más tarde y, al final del día, «nostradamus» y «osama bin laden» lideraron las palabras más introducidas en el buscador.

«¿Dónde encuentro la información?», «¿Qué pasó?» y «¿Cómo/Por qué pasó?» podría ser la secuencia de preguntas que conceptualiza esas búsquedas. Pero, además, estas demandas informativas que van variando con el correr de las horas se corresponden con el rol que está asumiendo cada soporte: la web para encontrar la información, la tv para mostrar la información más caliente (no es casual que se buscara el sitio de un canal y no el de un diario) y, finalmente, la prensa gráfica para analizar y explicar lo sucedido.

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Google News Archive: una primera evaluación

Esta semana, en mi curso de Investigación en Internet y en este blog, se planteó lo dificultoso que es encontrar información histórica de la Internet Dinámica (material periodístico viejo) y de la Internet Invisible (aquella que no indizan los buscadores).

Justo Google acaba de lanzar un nuevo servicio, Google News Archive, que es un buscador de noticias de 200 años para acá. A diferencia del buscador estándar de noticias, que está disponible en 36 versiones independientes, Google News Archive centraliza las fuentes en otros idiomas (se puede acotar el idioma en la búsqueda avanzada), pero en los resultados por defecto mostrará siempre enlaces a medios escritos en inglés, con preferencia de los norteamericanos.

Otras características útiles de la búsqueda avanzada son la posibilidad de acotar las fechas y definir la o las fuentes a buscar. También se puede depurar por precio (y gratis), ya que el buscador redirige a la fuente original, que puede ser paga o gratuita.

Los resultados de las búsquedas pueden mostrarse en la forma clásica del buscador, o en una línea del tiempo, conveniente para búsquedas con muchos resultados que desean focalizarse en un período determinado:

gnas.gif

Un ejemplo: el primer resultado para la búsqueda de «Jorge Luis Borges» que encontré es una nota de la revista Time de 1946 a la que se puede acceder gratuitamente. Y los resultados en español son de 1976. Lo que demuestra lo obvio: los medios de habla inglesa digitalizaron mejor sus archivos que los de habla hispana.

No queda claro si la cantidad de medios indexados es similar a la de Google News, pero acotando los resultados al español, se pueden ver muchas coincidencias de noticias más o menos recientes que desaparecieron del índice original (Google News archiva algo más de un mes) y que ahora aparecen aquí.

Aunque curiosamente por tratarse de Google no se etiquetó a este servicio como beta, en blogs y foros están detectando varias fallas y ajustes. De todas maneras el servicio es bueno (sobre todo la búsqueda avanzada) y merece sumarse a las herramientas de referencia que todo periodista debe tener entre sus favoritos.

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Clarín, ¿y el archivo?

Algunos medios online tienen archivo y otros no. De los que tienen archivo, algunos cobran para su acceso y otros lo ofrecen gratis. De los que cobran para su accceso, algunos muestran un pequeño fragmento previo pago y otros se limitan al título. Pero lo de Clarín.com es único: el archivo es gratuito, pero no hay manera de acceder al contenido online, ni gratis ni pagando.

Cuando editaba los textos del Boletín de Periodismo.com para republicar, buscaba links relevantes para complementar algunos artículos. Por ejemplo, éste está centrado en un artículo de The New York Times publicado por Clarín en 2001. No fue fácil localizarlo, pero cuando lo encontré, apareció esto:

archiclarin.gif

¿Alguien puede explicar cuál es la utilidad de un archivo como este?

Así que, ahora que otros nabos vuelven a protestar por el Premio Don Segundo Sombra, tampoco voy a poder chequear en esta nota de Clarín si era el el Concejo Deliberante de Coronda o el de San Antonio de Areco el promotor del proyecto que nos declaró por unanimidad «personas non gratas» por haber creado el galardón a lo peor de la tv argentina…

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Sentidos

Escrito en octubre de 2001 para el Boletín de Periodismo.com Nº 44

Uno de los mayores malentendidos de la cultura visual es la frase «una imagen vale más que mil palabras». La muletilla dio lugar a debates, a tesis y a clichés de conductores sin imaginación.

Si se rastrea su origen, se verá que se trata de un falso debate. En realidad la traducción adecuada de este proverbio chino debería ser «el significado de una imagen puede expresar diez mil palabras», que no superpone lo gráfico a lo textual, sino que los hace convivir en armonía.

El nacimiento de la confusión es por demás bizarro. Un publicista norteamericano lo introdujo en el mundo occidental en un aviso de polvo para hornear Royal. Allí, el dibujo de un «sabio chino» sentenciaba que una imagen vale más que mil palabras y exhibía con orgullo un bizcochuelo de incuestionable altura. Desde entonces, la puerta estuvo abierta para refutadores y apologistas.

Aunque todavía no hay una imagen excluyente que represente el atentado a las Torres Gemelas, millones de ojos se intoxicaron contemplando la escena. Antes de buscar un sentido, los espectadores, sentidos, pierden el sentido. Los sentidos se saturan y a la vez piden más.

Sentido común. Un avión estrellándose contra un edificio=accidente extraordinario. Dos aviones estrellándose contra dos edificios=atentado.

Sentido vectorial. Dos cuerpos en movimiento horizontal atraviesan dos cuerpos estáticos. Los cuerpos estáticos se transforman en cuerpos en movimiento vertical descendente.

Sentido del olfato. Falló en muchos periodistas apresurados por ganarle a la cadena competidora o ingenuos al reproducir la información «del cuartel». Hubo terroristas que no eran tales o que habían muerto un año antes. Hubo coches bomba que aparecían y desaparecían y, fundamentalmente, mucha información con doble sentido.

Sentido del humor. Los únicos periodistas que no pudieron ejercer su profesión fueron los humoristas. ¿Quién pone la cara para bromear con algo así? Mientras Clarín levantaba la contratapa con las tiras cómicas y Página/12 anunciaba en su tapa «Hoy no hay chiste», las cadenas de correo electrónico se mofaban del atentado desde el anonimato. En este caso, el sentido del tacto es, a la vez, el sentido del gusto.

Sentido del oído. La ventana televisiva por la que todo pasa está cerrada. No hay gritos de auxilio o de dolor, sirenas o llantos. La asepsia selectiva de la CNN nos obtura la capacidad de escuchar lo que está pasando.

Sentido de la vista. Pocos repararon en un grupo de espectadores que no pudo sufrir del mismo modo que el resto del mundo: los ciegos. «Carentes de una descripción de los atentados, muchos ciudadanos de Estados Unidos y del mundo entero se ven impedidos de comprender exactamente lo que ocurrio y cómo ocurrió. Por consiguiente, su posibilidad de ‘digerir’ el horror y compartir la experiencia con el resto de la población se ve muy reducida porque lo visual predominó en esa experiencia para la mayoría», reflexiona Kynn Bartlett, principal técnico de Idyll Mountain Internet que da cursos sobre diseño de sitios web accesibles para todos. Algunos sitios web han sentido el problema y desarrollaron páginas sobre los atentados accesibles a los no videntes. A cada instancia del episodio equivale una descripción con palabras de lo que se ve. Sin embargo decir «neoyorquinos, uno con corbata, el otro con remera negra y pantalones oscuros, corren aterrorizados por las oleadas de humo de los escombros detrás de ellos» nunca va a equivaler a ver esas caras y ese humo.

En ese sentido, una imagen vale más que mil palabras.

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La pantalla es el tablero

Escrito en abril de 2001 para el Boletín de Periodismo.com Nº 38

Jennifer Ringley debe estar cada día más aburrida: su entretenimiento y su vía de ingresos desde 1996 era saberse mirada a través de las webcams ubicadas en cada rincón de su casa. La idea, que tuvo su momento de gloria, no para de perder espectadores. Hace cinco años la propuesta era vanguardista y la web era el medio ideal para experimentar con este nuevo tipo de narración que no es ficción, pero que tampoco es estrictamente documental. Ahora cada país tiene varios «reality shows» y por el momento es más cómodo mirar frente al televisor que frente al monitor y poder comentarlo al día siguiente con los compañeros de oficina.

Y mientras la Jennicam y sus émulas languidecen, la web busca formas alternativas de entretener. En los últimos meses apareció una nueva generación de reality shows que seguramente liderarán el rating de la tv dentro de un par de años. Ya no alcanza con poner cámaras y dejar que la acción suceda: ahora el espectador también quiere ser protagonista.

Un antecedente puede encontrarse en los trabajos del productor, actor, escritor y director William Castle que buscaba en el efectismo un mayor involucramiento: sus estrategias de promoción apelaban a romper la frontera entre la pantalla y la gente. Así, Castle podia estacionar una ambulancia en la puerta del cine donde se proyectaba alguna de sus películas de terror, o incluía un seguro de vida con la venta de las localidades y hasta llegó a colocar un mecanismo vibratorio en las butacas, que se activaba durante la proyección de The Tingler.

Entre las nuevas experiencias mediáticas hay que contar a «Reality Run», que se realizó el año pasado en Berlín, ahora se está jugando en Buenos Aires (N. de la R.: el texto es de abril de 2001) y se viene la versión San Francisco. En este juego hay dos fugitivos que los participantes tienen que capturar (con una recompensa de 10.000 dólares) siguiendo las pistas que se dan a través de la web. La TV ya está jugando con estas ideas: el programa «Fugitivos» y «Runner», un envío producido para ABC por Ben Affleck y Matt Damon, son los primeros ejemplos.

Menos narrativo y televisivo, pero igualmente lúdico y con eje en la combinación mundo virtual/mundo real, es un nuevo deporte llamado Geocaching. Si Reality Run es la versión adulta de las escondidas, el Geocaching es equivalente a la Búsqueda del Tesoro. Gracias a que la precisión de los receptores de GPS (Sistema de Posicionamiento Global) fue mejorada desde el 1 de mayo de 2000 y al creciente descenso del precio de estos aparatos, el Geocaching pudo popularizarse. El punto de partida es el sitio web oficial de los geocachers. Allí se elige el tesoro (o «cache») a rastrear utilizando el lector de GPS. La búsqueda no es más que una excusa para hacer turismo de aventura con un objetivo concreto, ya que los tesoros generalmente no son demasiado tentadores: apenas CDs, DVDs o pilas para el GPS. El proceso culmina al volver a la computadora y narrar en el sitio web las peripecias que se debieron pasar hasta llegar a la meta final.

Pero el grado máximo de involucramiento está por comenzar en los Estados Unidos con un juego llamado Majestic. Los jugadores pagan 10 dólares para formar parte de esta aventura que promete despertar más de una polémica. Los participantes están en el centro de una conspiración mundial y deben ir resolviendo los misterios que van apareciendo. La acción no transcurre en un tablero, sino que «asalta» a los participantes por todos los canales de comunicación posibles (e-mail, mensajería instantánea, teléfono, celular, beeper, web y fax). De este modo, un jugador puede atender en el teléfono de su casa un llamado a las 3 de la mañana de uno de los personajes aportando una pista imprescindible. O recibir en su oficina una serie de faxes con planos de edificios donde «los malos» podrían colocar una bomba. El lema es «usted no juega Majestic; Majestic lo juega a usted». La idea de los organizadores es tratar de borrar al máximo las fronteras entre la realidad y la ficción.

El proceso parece irreversible: la pantalla se rompe. El espectador decidió pasar al otro lado cuando vio que los que estaban para entretenerlo lo aburrían cada día más.

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Cds, Napster o la gorra

Escrito en febrero de 2001 para el Boletín de Periodismo.com Nº 36

En el número actual de la revista Double Take, el humorista Ian Frazier describe su trabajo haciendo Relaciones Públicas para los pájaros más odiados: los cuervos. En su divertido artículo cuenta que sus clientes lo contrataron para revertir la mala imagen pública que tienen en la sociedad. Frazier trata de convencernos de que, contra lo que podría parecer, los cuervos son simpáticos, amables y musicales.

Con menos gracia pero con la misma dificultad, los responsables de Napster tratan de convencer a sus casi 60 millones de usuarios de las bondades de pagar por la música que hasta ahora descargaban gratis. Para quienes esquivaron el tema hasta hoy, Napster es un software que permite realizar búsquedas de temas musicales y «bajarlos» sin ningún costo. Si se tiene en cuenta que, por ejemplo, los usuarios españoles del programa descargaron 115 millones de minutos de música a través de Napster, no hacen falta muchos argumentos más para explicar la ira de las discográficas ante el nuevo escenario.

Y mientras las productoras y distribuidoras de música destrozan a Napster en los tribunales, la compañía, que antes era la bandera de la música libre en la Red, se pone a sus usuarios en contra al decidir cobrar para bajar temas. En la nueva política de Napster juega un rol importante BMG, su nuevo aliado, uno de los cinco sellos más importantes del mundo.

Los argumentos de Napster para convertir a los usuarios en clientes son difíciles de transmitir, si se tiene en cuenta que una reciente investigación de TNS Intersearch muestra que el 65% de los adultos norteamericanos cree que bajar música gratis de Internet es una actividad que se incrementará en el futuro y un 59% cree que no hay nada malo en ello y que «probablemente lo haría».

Programas más sofisticados como Gnutella y Freenet mantienen las banderas de la música gratuita. Gene Kan, uno de los desarrolladores de Gnutella proclama: «Gnutella no es una compañía, es un movimiento». Y aquí las discográficas tienen poco para hacer: estos dos programas, a diferencia de Napster que centraliza toda la información en un único servidor, funcionan con el sistema descentralizado «Peer to Peer» (P2P, de igual a igual) donde cada usuario puede intercambiar información con el resto sin un control central que los regule.

Los usuarios más politizados toman a estos programas como herramientas libertarias contra las discográficas que «encarecen artificialmente los precios de los discos» y se encogen de hombros, «la industria está esquilmando a los músicos al darles sólo una pequeña porción de las ventas», argumentan. Panfletos aparte, la crítica contra las discográficas a la hora de descargar música on line suena lógica, si se tiene en cuenta que sus funciones principales desaparecen: no selecciona un catálogo, ya que cualquiera puede poner sus trabajos en la Red; el costo de distribución recae en el usuario, quien al descargar los temas gasta su tiempo, y en muchos casos el tiempo de su abono a Internet y ancho de banda; no hay un soporte (el CD o cassette) ni un packaging (la caja) ni tapa (con lo que implica en costo para el arte de tapa, el papel y la impresión); en Napster tampoco hay vendedores, con lo que el costo para las casas de discos tampoco existe.

Pero el problema con los sistemas P2P es que, a cambio de un tema gratuito, el usuario no sólo se burla de las discográficas, sino que también traiciona a sus artistas favoritos, que no ven un centavo en toda la operación. «Si el requisito para que alguien sea un fan es que yo tenga que darle mi música gratis, bueno, yo no quiero tenerlo de fan», protesta Lars Ulrich, baterista de Metallica y demandante en la causa contra Napster.

¿Entonces las opciones son pagarle $20 a las discográficas o piratear música? En FairTunes encontraron otra alternativa. Este programa todavía bastante poco conocido nos ofrece bajar música, escucharla y, según lo que nos haya parecido, pagarle directamente al artista. Considerando que un artista recibe entre uno y dos dólares por cada CD vendido en el circuito tradicional, pagar esa cantidad a través de Fair Tunes dejaría contentos a músicos y consumidores (seguramente los sellos no descorcharán champagne).

Y aunque suene original para el mundo virtual, esta nueva propuesta tiene poco de novedoso: ¿o acaso no es una versión tecnológica de la clásica gorra que pasan los artistas callejeros al finalizar su espectáculo?

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No le digan chivo, que se ofende

Escrito en febrero de 2000 para el Boletín de Periodismo.com Nº 24

Los que conocieron al chivo cuando era chico ya casi no lo pueden reconocer. Y no hablamos de la cría de la cabra, sino del recurso que se utiliza para mencionar, mostrar o consumir un producto comercial incorporado a un espacio periodístico o de ficción.

En sus orígenes, el chivo era algo clandestino, informal, y las agencias de publicidad no lo avalaban. Uno de los pioneros de la publicidad subliminal fue el cómico Alberto Olmedo. Su compañero Javier Portales recuerda que las menciones de marcas dentro de los sketches más que acuerdos comerciales «eran favores hacia los amigos, por ejemplo al restorán donde parábamos. O como el clásico ‘¿Me llamaban? Sa voy’ por la bodega donde nosotros solíamos comprar vinos. Lo importante era qué hacía Olmedo con ello. Me acuerdo, una vez, aparecieron unas tapas de empanadas y el Negro se deliró y empezó a tirar tapas por todos lados. En otra ocasión, trajo un colchón al sketch de Los Periodistas. Él se acuesta y de repente me dice: ‘Venga Alvarez, pruebelo’. Y terminamos acostados los dos sobre el colchón. Todo era delirante, terriblemente gracioso».

Con el tiempo, el público, al principio reticente y hasta molesto con la idea, se fue acostumbrando a los chivos hasta terminar aceptándolos. Un estudio de noviembre del ’99 realizado por la agencia Lautrec, que analizó la relacion de los argentinos con la publicidad, destacó el buen desempeño de los chivos, y agregó que «funcionan mejor los que estan más integrados al programa» (sería tema de otra nota lo que pasa o pasaría en un noticiero con esta premisa).

Lo cierto es que el chivo está cambiado. Los publicistas le dan la bienvenida, los canales tienen departamentos especialmente dedicados a este género, las productoras independientes basan su crecimiento en estos ingresos y recientemente la Asociacion Argentina de Agencias de Publicidad decidió incorporarlo en sus estadísticas oficiales. No es para menos: un diez por ciento de la inversión publicitaria nacional se destina al chivo que, con semejante ascenso social, tenía que cambiar su imagen. Ahora se llama P.N.T. o «Publicidad No Tradicional».

Y mientras aquí las agencias pagan para que se parodien sus avisos, los movileros se paran detrás de los carteles callejeros de los anunciantes o distintos personajes se embadurnan de crema humectante mientras toman cerveza, en muchos países el «product placement» es objeto de críticas, y hasta está prohibido expresamente por ley, como en Alemania.

Con el chivo muchas veces los guionistas deben escribir situaciones que favorezcan la inserción de mensajes comerciales. Pero hay otros casos donde es al revés: ¿qué pasa si el argumento de un programa demanda la mención de un producto? Otro cómico, con un estilo muy diferente del de Alberto Olmedo, tuvo ese problema. En su show, Jerry Seinfeld nombraba permanentemente marcas, totalmente integradas a la ficción (a punto tal de que algunos productos eran la base del episodio) sin cobrar un centavo. ¿Por qué lo hacía? Realismo. Los escritores de Seinfeld preferían productos verdaderos porque «en la comedia, cuanto más específico, más gracioso». A tal punto llegó el fenómeno, que muchas marcas preferían ser tratadas burlonamente antes que ser ignoradas por los cuatro personajes de la sitcom.

¿Cuál es el futuro? Basta con ver las últimas producciones hollywoodenses («Inspector Gadget» es una de las más escandalosas) para intuir la tendencia.

En Internet, en tanto, se dio un nuevo paso en la sofisticación chivera: una serie hecha especialmente para la web, llamada Hollywood Reality. En ese sitio se pueden seguir las peripecias de un grupo de atractivos adolescentes, con problemas del calibre de los personajes de «Beverly Hills 90210». El espectador mira cada semana su capítulo a través de la web y cuando ve en su monitor algo que le gusta, como los lentes o la remera del protagonista, presiona pausa, hace click en el objeto con el mouse y… ¡ya lo ha comprado! Gratificación instantánea. «Entetenimiento interactivo con comercio electrónico incorporado», define Jeff Haber, el cerebro detrás de la idea. Sus detractores dicen que destruyó definitivamente la línea que separaba al contenido de la publicidad. Él se defiende diciendo que es todo lo contrario: la publicidad desaparece del todo ya que, quien no quiera comprar nada, puede ver todo el programa sin hacer un solo click y, por lo tanto, sin ver un solo aviso.

Un consejo final para publicistas: hagan un curso de guión.

Un consejo final para escritores: estudien publicidad.

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El día que rematamos Periodismo.com

En el Boletín de Periodismo.com Nº 21, de noviembre de 1999, en pleno auge de la burbuja de Internet, reprodujimos un aviso que habíamos publicado por esos días en el sitio de subastas Deremate.com. Este es el texto:

NÚMERO DE ARTÍCULO: 16974
VENDEDOR: Diego Rottman
TIPO DE REMATE: Normal
CANTIDAD: 1
PRECIO INICIAL: US$ 3,000,000.00

DESCRIPCION DEL ARTÍCULO: Ya es hora. Si, como dicen los expertos, un mes en la vida real equivale a un año en Internet, hace un «cuarto de siglo Internet» (en aquella lejana primavera del ’97) que mantenemos -en todos los sentidos- a Periodismo.com.

La primera generación de la Red era feliz ofreciendo lo que sabía sin pedir nada a cambio, «la información quiere ser libre», postulaba. Por no aprender a tiempo que IPO no es un movimiento convulsivo del diafragma, terminó desapareciendo. Las reglas cambiaron y no queremos parecer anacrónicos: hoy todos hacemos sitios web para venderlos a los «venture capitalists» (están muy ocupados comprando sitios web como para hacer un buen sitio web por sí mismos).

Para estar acordes con la Nueva Era pensamos rematar Periodismo.com al mejor postor antes de que sea demasiado tarde. Lo reconocemos: no somos los primeros que quieren vender su sitio… ¡pero tampoco queremos ser los últimos!

No somos ambiciosos: con tres millones de dólares nos conformamos. Considerando los actuales precios de mercado, no deja de ser una verdadera ganga.

Periodismo.com tiene muchas virtudes, pero no tiene sentido detallarlas: un buen capitalista de riesgo sabe hacer triunfar cualquier proyecto. Además, para un país donde todos los usuarios de Internet juntos no llegan a los cuatro puntos de rating, todos los sitios son un éxito.

A quienes crean que se trata de una broma, los desafiamos a verificarlo. Hagan sus ofertas y comprueben si todo esto es en joda.

Señores, ¿quién da más?

(Si tiene al menos 3 millones de dolares, puede participar de esta subasta en http://www.deremate.com/accdb/viewItem.asp?IDI=16974)

En el boletín del siguiente mes escribí la continuación, titulada «No somos millonarios»:

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Los amigos virtuales ¿son amigos?

Cuando hablo de amigos virtuales me refiero a aquellas relaciones que conocimos a través de Internet (foros, Mensajería Instantánea, chats, blogs, etc.) y que nunca vimos en persona, más allá de que vivan en la otra cuadra o en el otro hemisferio.

Se me ocurren argumentos a favor y argumentos en contra.

Los amigos virtuales no son amigos porque…

… como dice Gabriel Shultz, para que alguien sea tu amigo de verdad, tiene que haber conocido tu casa.

… nunca sabremos si están armando un personaje o son ellos mismos.

… cuando les hacemos alguna confesión ignoramos si se ríen a carcajadas, se quedan estupefactos o están mirando la tele.

Los amigos virtuales son amigos porque…

… como dice Dolina, a veces uno puede tener más puntos de contacto con alguien que está a kilómetros de distancia que con alguien que está en la habitación de al lado.

… uno puede ser más sincero con otra persona («más uno mismo») cuando no tiene que mirarlo a lo ojos (pensemos en el confesionario y en el diván).

… en una amistad (como en una pareja) las «reglas» se hacen de a dos, y nada más que de a dos. Si para esas dos personas la amistad funciona, entonces funciona.